Me quedo viendo sus labios.
—Te hice una pregunta —no se aleja de mí, y decido ignorarla. Es preferible cerrar la boca y parecer idiota, que abrirla y confirmarlo— ¿No vas a responderme? —pone sus manos en mi cintura y me susurra muy cerca del oído— ¿Te pongo nerviosa?
—Sí, y lo sabés —me aparto de ella— sabes que no tengo fiebre, sabes que me pones nerviosa y lo sigues haciendo —adíos a mi plan de no hablar para evitar quedar como idiota, salió tan rápido y tan natural la respuesta de mi boca, que no tuve tiempo de contenerla.
—¿Por qué te pongo nerviosa?
Se acerca de vuelta a mí y mi sueño comienza a materializarse, ya estoy un poco húmeda. Mi cuerpo es demasiado honesto con ella cerca, e incontrolable, los latidos de mi corazón bloquean mis oídos.
—No lo sé.
—Si lo sabés, mocosa —se acerca más a mí.
—Deja de llamarme así —intento poner una distancia entre nosotras.
—No hasta que lo admitas, dilo —roza con su dedo indice mis labios.
—Porque esto está mal, porque eres mi jefa y soy tu alumna —suena más a una excusa para convencerme de que ella está prohibida.
—No estamos ni en el trabajo, ni en la universidad, aquí no somos nada es terreno neutral —miro a un costado y ella cruza un brazo para bloquearme la huida—. De acá no te vas hasta que seas honesta conmigo y contigo misma ¿Por qué te pones nerviosa? No tienes problemas en desafiarme cada vez que puedes y ahora eres un conejito asustadizo —estoy petrificada de espaldas a la puerta— lo que no sabes, es que... —se acerca respirándome en el oreja y el contacto me pone la piel crespita— yo soy el lobo.
La miro fijo, tiene una sonrisa burlona en su cara que pienso borrarle, porque vergüenza y miedo, nunca tuve y no voy a acobardarme ahora. Mi mano izquierda viaja a su cintura pegandola a mí y la derecha a su rostro para tomarlo. Le estampo un beso suave y luego continuo, el ritmo aumenta y me atrevo a meter la lengua en su boca, es la primera vez que beso a una mujer y ¡que mujer! Los deslices de mi adolescencia no se comparan a la tremenda diosa olimpica entre mis brazos.
Estoy temblando como una hoja, yo sé que mi fachada de chica dura es solo eso y ahora ella también lo sabe.
Me toma y me aprieta más a ella, su beso se torna lujurioso y sus manos viajan a mis muslos apretándolos con fuerza, para arrancarme un gemido, luego sube una mano a mi nuca sin dejar que me aparte de ella.
—Te deseo desde el primer día Scarlett, pero...
—¿Pero qué?
—No seré la tercera en discordia —se apart—. Ya pagué con demasiado karma eso.
—¿Tercera en discordia de qué... ? ¡Oh! —se aparta de mí arreglándose la ropa y caigo en la cuenta de lo que habla.
No puedo dejarla ir, no voy a dejarla ir. Desenchufo la cafetera, porque estaré cachonda pero soy consciente y es la única cafetera que tengo, y no anda muy bien, pero anda. La abrazo por la espalda apretandola fuerte contra mí, corro su cabello y beso su cuello.
—Cristopher no es mi novio.
—¿Quién?
—Broncaster, no es mi novio, es mi amigo de carrera y nada más, estoy... —Me acorrala contra la pared nuevamente.
—¿Terminaron?
—Nunca estuvimos de novios —sonrío victoriosa—, solo te lo hice creer.
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La favorita de la profesora
Roman d'amourSoberbia y prepotente, así llegó el primer día de clases, solo ella no le tenía miedo y eso bastó para desestabilizar a la dura profesora Griega. Nadie nunca antes le había hecho frente, pero esta, mocosa, como ella la llama no es cualquiera alumna...