CAPÍTULO 15

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Capítulo 15

Anya

Julio de 2031

Me habías salvado la vida.

Eran palabras mayores, Aleksandr. Ninguno en casa nos explicábamos por qué lo habías hecho; jugarte tu pellejo, vulnerar normas y destapar información confidencial. No sabíamos qué sería de ti si nos descubrían. Tampoco sabíamos qué sería de nosotros.

Así que teníamos un pacto tácito. No hablar. No volviste a hacerlo; a exponer tu voz, ni siquiera cuando mi padre te agradeció con más calma al día siguiente haber salvado mi vida.

Quería decirte lo que significaba para mí lo que habías hecho. Quería hacerlo. Pero me lo ponías difícil, Shurik. Aquella semana después de lo acontecido, apenas pisaste la casa y, cuando lo hacías, llegabas agotado, directo a la ducha y a tu habitación.

Lo ocurrido confirmó nuestras sospechas: los secretos. La orden del silencio había sido impuesta para asegurar la distancia con el civil y, así, tras los labios sellados de los militares, se escondían todas las conspiraciones. ¿Cuántas cosas no sabríamos? Si ya disponían de una vacuna y un antivírico que los medios afirmaban que faltaban meses para aprobarlos, ¿significaba eso que la pandemia había sido provocada?

En tu ausencia, Lucía y papá no paraban de hablar de lo mismo.

Las clases se alargaron hasta mitad de julio. Habíamos perdido casi cuatro meses de colegio durante el confinamiento y se aprobó la prórroga a favor de que niños y jóvenes saliesen de sus casas durante el verano para ir a escuela, ya que no podían realizar ninguna otra actividad fuera de casa.

—¡Anya, Anya!

Zendaya entró corriendo a la cocina con el rostro desencajado un lunes a medio día después del instituto. Estaba preparando ensalada de pasta para la comida y, tras escuchar a mi hermana, rompí un huevo crudo entre los dedos.

—¿Qué pasa? —La alarma de mi voz fue el eco del terror que mostró mi hermana.

—La furgoneta negra... está fuera.

Toda la sangre de mi cuerpo se me fue a los pies, solté el huevo destrozado y ambas salimos corriendo de la cocina.

—¿Dónde se ha detenido? ¿Venía hacia aquí? —le voceé.

—Creo que no... Está enfrente, al lado de la casa roja.

Salimos al jardín delantero, donde reparé en la toalla y el libro que estaba leyendo ella antes de correr en mi búsqueda. Ralenticé el paso y le hice una seña a Zendaya para que fuese más despacio. Entonces nos asomarnos con cautela a través de los abetos que bordeaban todo el jardín.

La furgoneta estaba aparcada frente a la casa de nuestros vecinos. Zendaya me cogió los brazos en un impulso cuando vimos la escena: los militares sacaban a Fany y a sus padres fuera de la casa en contra de su voluntad. No parecían ejercer mucha resistencia, pero Fany lloraba y sus padres mantenían expresiones atemorizadas.

Entonces te vi.

Dejé escapar un lamento al verte participar en ello. No sujetabas a nadie como hacían tus compañeros, pero abriste la puerta de la furgoneta y supervisaste que todo estuviese en orden. Desviaste la mirada hacia aquí por unos instantes y aprecié esa expresión agotada que había podido ver durante la semana pasada. Después agachaste la cabeza, meditabundo, antes de serenarte y cerrar la puerta de la furgoneta cuando consiguieron meter a nuestros vecinos en su interior.

Dulce AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora