CAPÍTULO 11

102 8 7
                                    


¡Holii! Estoy de vuelta después de un montón de tiempo (en plena promo de Recuérdame, Alice, pero no tengo excusa)

A partir de ahora seguiré publicando domingo y jueves <3 palabrita.

Mil gracias a todxs por leer esta historia, por los que llegaron desde el principio y por los nuevxs. Sois amor y me dais alas.

Os dejo con el capi 11 y 12, por tardona.

Espero que disfrutéis <3





Capítulo 11

Anya

Junio de 2031

Empecé a escribir en este cuaderno a mitad de junio de 2031, cuando ya no sabía cómo canalizar todo lo que bullía en mi interior. Me pareció buena idea plasmar todo lo que había vivido desde el instante en que nada volvió a ser lo mismo, en que el planeta eclosionó y te trajo a mi vida.

No fue una época fácil. Tenía los mismos problemas que la mayoría; el aislamiento, la ausencia de un gran apoyo de entretenimiento como lo era Internet, la incertidumbre, las sospechas acerca de las mentiras del gobierno y la furgoneta negra, el miedo por la pandemia, que decían que estaba regulada, y la ausencia de una vacuna.

A eso debía sumarle que mamá no estaba, que Lucía cada vez estaba abarcando más terreno. La quería, no podía negarlo. Después de cuatro años, admiraba la mujer poderosa que era, lo feliz que hacía a mi padre, lo atenta que era con Zendaya y conmigo. Pero había cosas que todavía no le correspondían, como prohibirnos cosas o inmiscuirse en las discusiones que teníamos con papá. Todavía sentía que aquello estaba fuera de lugar, mi mente lo repelía. Todavía no había hecho suficiente por nosotros, todavía no había actuado como una madre, así que no creía que le correspondiese educarnos, y mucho menos entonces que estábamos criadas.

A veces chocábamos. No podía callarme cuando creía que no tenía razón en algo que nos afectase a Zendaya o a mí. Incluso en las decisiones de papá. Él siempre se ponía de su lado. Así que la convivencia no era sencilla.

Y luego estabas tú para revolucionarlo todo, Martynov. Silencioso, atento, volátil e irreal como un haz de sol, que aparece de repente y se desvanece aunque anheles su presencia. Así eras tú. Y yo me sentía como una pobre chiquilla enferma de amor.

—Anya, toma, escóndelo —me dijo Zendaya, entrando a la habitación como una tránsfuga que acababa de huir de la cárcel.

Sacó un aparato negro de detrás de ella y me lo cedió.

—Esto... ¿de dónde lo has sacado? —le pregunté alarmada al distinguir el walki talki que llevaba entre las manos.

—Se lo vi al teniente Martynov el otro día. He entrado a su dormitorio...

—¡¿Que has hecho qué?!

—¡Chst! Baja la voz —me advirtió—. Podríamos saber qué está pasando de verdad, Anya. Algún militar le dirá algo al teniente que revele lo que no nos quieren decir.

—Eso es una locura, Zendaya —le reñí—. ¿Crees que no se dará cuenta de que le falta un walki talki? ¡Ve a devolvérselo ahora mismo!

—¡Ni hablar! ¿Es que tú no quieres saber qué traman?

—Claro que quiero saberlo, Zen, pero no vamos a averiguarlo así. ¿Qué haremos cuando intenten contactar con el teniente? ¿Ponemos voz grave y nos hacemos pasar por él?

Dulce AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora