CAPÍTULO 7

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Capítulo 7

John

Noviembre de 2036

El tiempo se vuelve ambiguo cuando no puedes ver apagarse el día a través de la ventana. Quizá hayan pasado tres días o una semana.

Mido las horas por las veces que se acercan a las cárceles. Un hombre de mediana edad de complexión grande que dice llamarse Roi ha venido unas cuatro veces a hacerme las mismas preguntas.

—¿Cómo te llamas?

Al principio me niego a responder. Pero el hombre es amable y paciente de una manera frustrante. Así que respondo.

—Soy el soldado Marín, John Marín.

—¿Cuánto llevas trabajando como soldado de la Guardia Blanca?

—Siete años. Me he estado formando para ello desde los dieciséis.

—¿Recuerdas tu infancia? ¿Dónde vivías entonces?

Le respondo con palabras escuetas y cortantes que no den lugar a más preguntas.

—¿Tienes familia?

—Sí.

—¿Puedes hablarme de ellos?

—No.

El hombre escribe lo que digo. Me mira por encima de sus gafas de ver de cerca y me estudia.

—Es mi turno de preguntas. ¿Por qué os interesa mi vida personal?

Me encuentro sentado al fondo de la cavidad, sobre un colchón en el suelo, en el que he dormido ya tres noches (por lo que he podido deducir) de forma intercalada.

—Aquí las preguntas las hago yo, muchacho —aclara él.

Por su comportamiento seguro y su actitud relajada, parece que ya haya hecho esto en contadas ocasiones.

Al día siguiente regresa y vuelve a preguntarme. Y al otro. Siempre las mismas preguntas. Esa chica, Bonnie, le acompaña todas las veces. Se coloca tras él de pie y cruza los brazos en el vientre. Solo escucha, no dice nada.

Dejando aparte que nos tienen encerrados, parecen afanados en tratarnos bien. Nos traen comida y agua a menudo, tenemos una cama y mantas, luz, e incluso nos hacen formar parte de su reunión de lectura.

Bonnie parece tener grandes dotes como narradora y la gente de aquí la escucha con interés. La historia que cuenta es surrealista; dice que recogió el cuaderno de la antigua prisión de paso derruida de la carretera A-501, de una mujer real, pero lo que cuenta no ha sucedido jamás. Es cierto que hubo una pandemia llamada Fiebre Roja en el año 2031, pero el resto es pura invención. Además... la actitud apasionada de la muchacha es inverosímil, cuanto menos. Nadie se comporta de esa manera. Nadie se enamora así de alguien hasta sentir dolor. Es absurdo.

Sin embargo, hay cosas que veo en ellos que me descolocan. Se palmean la espalda sin motivo, se abrazan aunque la situación no lo requiera. Son imprevisibles. Son tal y como el gobierno y la Guardia Blanca los describe, aunque hasta el momento no me hayan resultado excesivamente peligrosos. Estoy esperando el momento en que ese día llegue.

Esa chica, Bonnie, viene a menudo. No se aproxima del todo a las celdas, se queda apartada, pero atenta. Mira hacia mi cárcel en silencio, como si esperase algo de mí. A veces me observa como si me conociese. Es desconcertante. Pero debo admitir que su presencia me agrada. Cuando se marcha, me siento impaciente todo el tiempo. Y no tiene sentido, porque su forma de mirarme me inquieta.

Son un grupo de antisistema que echan de menos el tiempo en que el mundo se estaba extinguiendo. Son el peligro que acecha en las inmediaciones de la ciudad, secuestran gente, roban y desafían las leyes que nos protegen. Toda esta fachada de amabilidad es una patraña. Dicen que no son asesinos, pero siguen usando las armas que se inventaron para aniquilar hombres, armas que están prohibidas desde hace más de diez años.

No sé qué es lo que pretenden al preguntarme acerca de mi vida. No conozco sus artimañas lo suficiente como para conocer sus pretensiones. Pero no debo dejar que me manipulen.

Tengo que encontrar la manera de salir de aquí. 

Dulce AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora