Capítulo 5 - Cuidadito una brujita podría meterte su varita por el culo

17 4 2
                                    

CAPÍTULO 5: CUIDADITO UNA BRUJITA PODRÍA METERTE SU VARITA POR EL CULO

CAROL DAWSON

La cabeza me palpita con fuerza, esforzándome abro los ojos achinándolos. Me hago una idea del porque del estado de mi cabeza pero verme bajo una cama de agua y una gran habitación amueblada lujosamente moderna me descoloca.

¿Dónde estoy?

La puerta cruje y me pego al cabezal de la cama por precaución. Si tengo suerte le doy con la lámpara alargada y dorada de la mesita de noche que tengo pegada al lado, pero no hago nada cuándo una chica con el pelo albino, bajita, guapísima y con un vestido largo escotado y pegado al cuerpo de color blanco entra por la puerta tranquilamente trayendo consigo unas prendas de ropa en sus pálidas manos.

Tiene muy buenas vibras y cara de ángel, aunque podría ser su truco... Lucifer después de todo es un ser hermoso y dirige el infierno.

¡PORQUE SU CUERPO ES EL GRAN PECADO!

¿No podía tener una conciencia más vergonzosa?

Aún así con la presencia de la albina no dejo de estar alerta y sobretodo atenta a todos sus movimientos, estos se basan en dejar las prendas en el baúl abierto frente la cama y mirarme con una dulce sonrisa.

—Aw ya despertaste, estaba deseando conocerte.— no deja de sonreír y mirarme de arriba a abajo, pero no me llega ni a incomodar su presencia.— Soy Hope la chica que viene de aquí y allá. Debes ser Carol ¿cierto?

—Encantada, esa soy yo ¿Sabes dónde estamos Hope?

La veo levitar hasta estar sobre la cama sobrevolándola y después caer al colchón rebotando en este sin hacer el menor ruido. Debería de saltar y buscar una salida pero su presencia me detiene al ser tan diferente y me gusta, es relajante y acogedora.

—¿De verdad no sabes nada?

—No te hubiese preguntando entonces...

Sus ojos azulados cielo me miraron con mucha curiosidad y se acercó alargando la mano hasta mis mejillas, enseguida me alejo de su toque.

—Necesito revisarte por favor, no muerdo lo prometo.

Me guiña el ojo y se vuelve a aproximar, le permito que me revise. Mi boca la comienza a abrir hasta que no da para más y mete el dedo palpando las mejillas interiores, saca el dedo y lo observa detalladamente frunciendo el ceño. Saca una diminuta lupa de un bolsillo delantero y comienza a observarme en silencio.

—No es medicación humana para la salud ¿verdad?— me mira reprochándomelo y a la vez cómplice contradiciéndose a ella misma sin saber qué hacer.

—No te importa, es totalmente segura la conozco bien.

—Te desmayaste y si no es por el rey te podrías haber abierto la cabeza. Tuviste suerte.—puso los ojos en blanco explicando lo obvio con un tono divertido y juguetón.

Subo las manos en alto en gesto de paz.

—Hope ¿Podrías decirme como volver a mi pueblo?—aunque no quisiera al menos no había gente que levitase, con garras, peleas legales con poderes... Y me quedaba muy poco para poder irme a la universidad si era aceptada.

—No puedo decirte eso, aún no.—me miró apenada y realmente parecía sentirlo, su cabello se oscureció incluso sus ojos se tornaron blancos.

Iba a decirle algo pero unos gritos y cosas siendo tiradas por doquier me despistaron de mi cometido y no era la única, Hope me miró y hico un gesto de silencio con los dedos que acaté inmediatamente.

—¡Me importa una mierda lo que quieras y lo que hayáis votado!

Una voz varonil exclamó cerca de la puerta y luego le siguieron muchos más reclamos por parte de ambas voces, una la conocía bastante bien si no me equivocaba y quien le estuviera enfrentando los tenía bien puestos.

—Carol ponte la ropa rápido, ahora vuelvo.— se levantó y salió de la habitación sin permitirme reclamarle nada.

Ligeramente me acerque al baúl con algo de curiosidad, el cual cuándo entro colocó unas prendas de ropa. Al verlas abrí la boca sorprendida y emocionada, consistía en unas mallas negras de rejillas, unos botines, una falda de cintura alta de látex y un bodi negro con una estrella blanca en el costado.

Menos mal que es negro y sí, soy la mujer del negro.

Medio agachada estaba comenzando a subir la cremallera del botín lentamente, sin prisas, en aquel momento la puerta se abrió mostrando a Hope con una sonrisa de disculpa, al chico de ayer impotente de ojos zafiro que no me quiso decir su nombre... idiota, y por último frente a los dos mencionados un chico de buen porte, alto, con el pelo lacio y una parte de este recogido por un moño haciéndole ver más atractivo, lleno de tatuajes que sobresalían hasta su cuello y una sonrisa moja bragas que para que mentir, había caído.

Pecadora.

Me recriminó la conciencia, no iba a discutirle nada. Tenía razón.

—¿No sabéis tocar a la puerta?— me cruce de brazos indignada, ladeé la cabeza viéndolo con una ceja alzada al desconocido.— No tienes miedo a morir eh.

Sonreí divertida notando la mirada intensa del chico de los orbes zafiro que preferí ignorar en aquel momento y me centre en el otro que comenzó a reírse a carcajada suelta aplaudiendo, mientras Hope soltaba una pequeña risa "tapándola" con un estornudo.

—Eres muy graciosa, me gusta.— me miró desde arriba devolviéndome el gesto de la ceja alzada juguetón. De pronto tensó la mandíbula y me miro inquisitivamente.— ¿Es una brujita?

Fue mi turno de reír acercándome más a él, definitivamente era una chica suicida.

Podría partirme en dos con un chasquido de dedos pero ahí estaba yo con el mentón en alto y mi metro sesenta y ocho haciéndole frente.

—Cuidado esta brujita puede meterte la varita por el culo.—hice comillas con los dedos en "brujita" y con el dedo índice le pegue en el pecho dejándolo presionado y notando su pecho duro.

—Realmente me gustas Carol y es algo malo para ti.

El pelinegro me retorció el dedo que posaba sobre su pecho hasta el límite observándome con una sonrisa maliciosa.

—Ten cuidadito si no quieres quedarte sin dedo, nena.—alzo mi mano hasta meterse el dedo en la boca, lo chupó hasta hacerlo sangrar y comenzó a succionarlo.

—Basta Maxon.—ambos nos separamos viéndole hablar con voz fría.— No es bruja, sabría reconocer a los de mi especie. Apareció en mi radar de repente como te dije.

Rodó los ojos y dirigió su mirada a Hope acercándose a mí sin prisas.

—¿Porque se desmayo? ¿Esta enferma?

—Su sangre sabe muy bien.

Comentó Maxon rozando nuestros brazos, o al menos lo que la altura llegaba a coincidir pero calló al ver la mirada severa del chico zafiro.

—Eres muy rarito.—comenté a Maxon en un susurro y miré al otro al fin.— ¿Como te llamas?

—Cállate pesada.—susurró con impaciencia.— Hope habla...

LA ERRANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora