Capítulo 2 - Promesas rotas

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CAPÍTULO 2: PROMESAS ROTAS

CAROL DAWSON

Nada más salir de casa pude suspirar ruidosamente. Estar entre esas cuatro paredes era una agonía constante ¿Acaso no podía tener una familia de película? La respuesta obviamente era un no rotundo. 

¿Sabéis esa sensación de digáis lo que digáis van a ignorarte olímpicamente? Pues así era como me sentía. Sumándole además la impotencia de no poder hacer ni replicar nada, aún.

Me presentaré mientras voy tomando rumbo hacia el deprimente instituto. Soy Carol, una chica que vive en un pequeño pueblo a las afueras de Alemania, bastante desértico tanto de población como de mentalidad, sí, lo dije bien, de mentalidad. Las personas aquí siguen teniendo conceptos como: El rosa es de niñas y el azul de niños o las muñecas para chicas y los coches para los chicos

¿Me entendéis ahora?

Por suerte sólo me queda un simple año para poder irme a alguna universidad lejana de este estado la cual me acepte, así pudiendo empezar de cero dejando a todos atrás. 

Todos nos merecemos una oportunidad de empezar donde nosotros decidamos y no desde dónde nos asignen.

A cada paso que daba se comenzaba a visualizar la fachada esquinera azulada que el instituto daba, antes de dejarme ante la vista de todos. En el callejón sentí una rara sensación en el pecho y sé que no era un infarto, pero aún no deducía si era algo bueno o malo. Aquello me angustiaba un poco a decir verdad. 

Ignorando aquello, lo primero que vi fueron a los simios, se jugaban bromas entre ellos. No tan lejos de éstos, se encontraban las pijas sacando pullas hasta a unas inofensivas moscas y, más allá, estaban los fumetas que si te fijabas detalladamente en sus ojos éstos los delataban, viéndose así sus ganas de quemar el establecimiento...

Sin embargo, todos a simple vista se sentían en su lugar, nadie se daba cuenta de la peste que era este pueblo y sus ideales, nada evolucionaba ni avanzaba, estábamos en pleno siglo XXI y era como si estuviéramos en el siglo pasado, deprimente.

Sin nada más que ver, comencé a ascender los escalones hacia la puerta principal. 

—¡Ey Carol!—me di la vuelta hacia el grupo de fútbol, alias los simios.— ¿Quieres ir al cuarto de la limpieza?—subió y bajó las cejas al terminar con su idiotez de frase.

Avancé ignorando las risas y ofensas a mi persona, estaba tan acostumbrada a ser el saco de burlas que algunas ya eran tan repetitivas que hasta aburrían.

Un agarre duro en el hombro me frenó en seco, al darme la vuelta vi a Brad junto a su equipo mirarme furioso.

Estuve a punto de rodar los ojos cuando era yo la que tendría que estar ofendida, era tan infantil que daban ganas de darle dos malditas bofetadas y encasillarle bien los tornillos.

¡Maldita masculinidad frágil!

—¿Quien te crees que eres?—me tomo del cabello acercándome a él, no pude alejarme por sus amiguitos que nos rodearon y me taparon por ende la salida.— Cuando se te pregunté respondes, no eres más que una simple zorra y debes respetarnos.

Sin ganas de seguir con este circo, manoteé su mano logrando que relajara el agarre —no por mucho— y pude responderle:

—No Brad, No me apetece ir al cuarto de limpieza.—cogí aire intentando no sonar sarcástica.— ¿Contento?

—Así me gusta, que me contestes como debes. Que no se vuelva a repetir o habrán consecuencias.

Se alejó y al fin pude irme a completar el maldito día.

▁▁▁▁▁◆⋄✤⋄◆▁▁▁▁▁

—Quiero que todos agarréis una pelota de básquet y hagáis grupos de tres personas, dos chicas y un chico si puede ser posible.

Los mellizos Black se me acercaron a paso cauteloso. Al quedar frente a mi se cruzaron de brazos pensativos mirándose entre ellos coordinadamente. Estaban comunicándose con una sola mirada, era increíble la conexión que traían.

—¿Vienes con nosotros?

—Vale.—me sonrieron con compasión teniendo en cuenta que ellos mismos sabían que no tenía otra opción.

Honestamente Elsa y Aron, los mellizos, no seguían las bromas pesadas de los demás ni sus ordenes jerárquicas. Se mantenían invisibles y sobrevivían a base de callar y guardar secretos.

Nos pusimos en una especie de triángulo y comenzamos a hacer pases que nos mandó la profesora. Yo sé la lanzaba a Elsa, ella a él y él a mi, así pasamos unos cinco minutos de calentamiento hasta que la segunda fase del ejercicio se dio a conocer.

El partido de básquet.

Cómo era de suponerse los pelotazos no tardaron en llegar, aquí podía tener algo de más libertad y esquivarlos sin temor a haber represalias. Corría hacia la canasta moviendo la pelota con agilidad, estaba a punto de marcar y dar un nuevo punto al equipo.

Caí al suelo cuando un pie enemigo del otro equipo se deslizó con rapidez para aquel propósito, concretamente el pie de la sub capitana del equipo de animadoras. Podría decir que gracias a mi baja estatura me libre del daño pero eso no sería cierto... Dolía como la madre que me parió. 

—¡Carol a enfermería!— exclamó fastidiada la profesora, sin ayuda de nadie me levanté por mi sola y me fui escuchando las risitas bajas de algunos y los reclamos de la profesora para continuar con el partido, el cual se vio afectado por mí "torpeza" y no por una de sus alumnas favoritas y respetables.

▁▁▁▁▁◆⋄✤⋄◆▁▁▁▁▁

Nada más dejar las llaves sobre el pequeño bol del mueble de la entrada las pisadas no se hicieron tardar. Aparecieron las siluetas de mis padres con una pose estirada y sin ninguna emoción latente. Automáticamente me arrastraron por el brazo hasta tirarme en un sofá individual color café del comedor.

—Una amiga tuya nos ha llamado muy preocupada.— Suelta mi madre cruzándose de brazos.

¿Amiga?

—¿Podría preguntar de quién se trata?

—No nos cambies el tema Carol, hoy nos dijo que te habías vuelto a pegar muy acaramelada hacía el jugador...—se quedo pensativa unos instantes el nombre del simio seguramente.— Brad, eso.—chasqueó los dedos creando un sonido irritante con sus uñas de porcelana rojizas.

—¿Porque volviste a arrastrarte?—escuche de repente la voz de mi padre fría sin una pizca de emoción en ella.— ¿No crees que con lo que hiciste tú y ese profesor fue suficiente?

Le mire con los ojos bien abiertos notando cómo las lágrimas comenzaban a acumularse. Aquel tema lo dejamos en tabú hace dos años y sorprendentemente sin venir a cuento estaba comenzando a sacarlo sin empatía. 

—No pongas esa cara, así debería de estar yo.—madre le tocó el hombro en un gesto para que se calmara auto compadeciéndose de mi, no por sentirse mal... JA. Que va... Estando yo a punto de recaer en llantos no tendría a alguien que le debatiera todas sus idioteces del día y se aburriría del asco.

—Aquello sabes en el fondo que no es verdad y aún así lo has sacado.—le mire con rencor.

Sentí una fuerte bofetada con la mano abierta contra la mejilla que cuando me puse en pie y caí al suelo de bruces. No se comparaba en nada aquel dolor superficial cuando de repente lo que me asustó realmente sucedió.

No podía ver absolutamente nada. El sentido de la vista me había sido arrebatado.

Estaba rodeada de una espesa neblina negra.

Cada vez se acercaba más a mí sin dejarme respirar. Ya no podía escuchar nada, el sentido de la audición desapareció.

Éramos ella y yo.

Lo curioso fue que no la temía, sin sentidos ni percibir absolutamente nada no me encontraba mal y cuando creí que ahí se acabaría todo desmayándome por haberme mareado, una luz cegadora me abrumó completamente.

LA ERRANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora