CAPÍTULO 3: ¿ESTO ES UN MUNDO PARALELO DE NARNIA?
CAROL DAWSON
No entendía nada. Enfoque mi vista después de varios intentos fallidos a creer que todo a mi alrededor cambió, era surrealista. No podía ser real, esto debía ser un sueño o una broma pesada...
Mis ojos fueron a parar en las personas de mi alrededor. La belleza de estás era indiscutible, aunque lo más sorprendente era que algunas de ellas levitaban de un lado a otro, en cambio habían otras con unas inmensas garras sobresaliendo donde deberían de estar sus dedos, paseaban como simples personas normales.
Unas inmensas pantallas colgadas en unos edificios negros enfocaban a dos chicas peleando con efectos creados a ¿ordenador? Tenían en sus caras marcadas la palabra guerrera.
La vista no paraba de circular constantemente en todo el radio que mis ojos podían analizar, por ello aprecie a un grupo de personas juntas andando con mucha clase y gracia como si el planeta les perteneciese.
¿Dónde había llegado a parar?
Estaba empezando a asfixiarme al encontrarme en un ambiente totalmente surrealista, por aquello me senté en la fina acera intentando recomponerme con la mano sobre el cuello. Sin saber lo que estaba haciendo de repente en mis manos encontré mi tranquilidad, mi pequeño blíster. Con las manos temblorosas tomé dos de golpe.
Unas suelas de zapatos quedaron a mi vista.
—Tú. Levántate.
Alce la vista lentamente encontrándome con un traje de guardia modernizado, aún así percibía similitudes con los antiguos. Era un chico de no más de treinta años con el cabello rubio y unos ojazos verdes hipnotizantes sosteniendo una vara azul metálica.
—¿Eres sorda?
A su segundo llamado de atención me levante con algo de pereza y curiosidad. Me sostuve de su hombro al dar un traspié, quien al ver el gesto que realicé no pudo evitar mirarme curioso y con asco.
Con gracia gesticule:
—¿Quién eres? ¿He llegado a un mundo de Narnia paralelo?
—Tengo órdenes de llevarla a la corte presidencial. Se encuentra en WiselsCity. Quien soy no es relevante para usted.
Empezó a caminar ayudándome y vi como no estábamos nosotros solos, habían unos diez guardias más siguiéndonos y sus miradas no eran muy diferente a la del que me ayudaba a andar.
—La ganadora nuevamente es ¡Thalía!
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Llegamos a una fortaleza gigante negra, los muros estaban construidos con piedras negras brillantes. Jamás en la vida habría imaginado un palacio así de bello, en el jardín reinaba una fuente altísima rodeada por nieve que casualmente no la llegaba a tocar.
—¿Como-
—Los brujos son muy perfeccionistas con la decoración...— Me interrumpió adivinando mis pensamientos y ante su aclaración quede mas confusa que antes. Uno tosió incómodamente haciéndose notar nada más escuchar el comentario del hombre.
¿Brujos?
Haber me encanta el mundo sobrenatural y la magia pero a que exista... Parece ser él, el que se fumó algo o a mí me han hecho demasiado efecto las pastillas.
¿Estarían caducadas? Sí, debió ser eso.
Algunos de los hombres que nos acompañaban rieron confirmando lo de su compañero, los demás llevaban caras largas de funeral. Al menos no parecían tener garras descuartizadoras.
—¿Cómo has llegado aquí?
—No lo sé, de repente llegué donde me encontrasteis.— me encogí de hombros.
Los pasillos estaban cubiertos por tonos negros y blancos, de quien fuera esto tenía que manejar más pasta que el presidente. Llegamos a una sala después de que nos anunciarán, a mí como la "extranjera desconocida".
—Rey.— todos hincaron las piernas en una reverencia en señal de respeto.— Aquí está la chica.
Me quede ahí de pie frotándome la cara con algo de pesadez. No tenía ni idea de dónde meterme para estar sola y la verdad es que nerviosa estaba. Las sombras tapaban al hombre sentado en el trono sin embargo aún con la oscuridad rodeándolo se veía delgado.
—¿Quién eres?
Su voz fuerte, demandante y ronca me erizó la piel aunque su tono no me gusto para nada, era demasiado frío. Descendió de su puesto acortando nuestra distancia.
—Carol ¿y tú?
De atrás escuche algunos jadeos saliendo de los guardias que me trajeron hasta él y después de eso susurros inaudibles.
¿Dije algo malo? Nah, no creo.
—Carol.— saboreó mi nombre lentamente relamiéndose los labios.— ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Las sombras aún lo mantenían en el misterio, juraría que es alguien mayor por su porte y voz. No pasaría de los veinti y pico. Sus ojos se iluminaron furiosos a un tono verdoso fluorescente resaltándolos de tanta oscuridad que lo rodeaba, podría jurar que era la culpable al no darle una respuesta inmediata.
Retrocedí varios pasos asombrada hasta que choque con el pecho del guardia más "amistoso" y se escucho un gruñido.
—Largaos.
Todos comenzaron a correr hacia la puerta y yo no fui la excepción, sin oponernos a su orden. No parecía estar muy contento en estos instantes y realmente no tenía ganas de picarlo con mi labia malhablada y que acabase pagando su frustración conmigo. No estaba en el pueblo y aquello podría ser un poco más de libertad hasta encontrar la forma de volver aunque fuese una mierda.
—Alto ahí. Carol.—a un palmo de dar el próximo paso me cerraron la puerta en mis putas narices, a unos centímetros de tragármela y el guardia que lo hizo me guiño el ojo burlonamente.
Lentamente me di la vuelta hasta quedar frente a frente con él. Las sombras habían desaparecido por completo dejándolo al descubierto, destapando un misterio y abriendo otro al verle.
Impactada al encontrarme a una imagen de alguien joven de unos veinti-dos cuando su voz lo hacía verse de alguien más adulto. Su porte físico no me equivocaba, es delgado pero no un tirillas como lo imaginé, tenía sus músculos bien escondidos y en sus lugares.
Vestía una gabardina larga de color negra del mismo tono que sus jeans rasgados y sus botas cortas de combate. Un suéter blanco de cuello alto, era lo único colorido aparte de su pendiente de plata en forma de cruz en su oreja izquierda.
Al subir la mirada no pude contener un jadeo que lo hizo sonreír engreídamente de lado.
Rápidamente volvió a poner esa cara de póker impenetrable con sus ojos zafiros analizándome detenidamente.
—Ponte cómoda porque vas a estar aquí hasta que me cuentes cómo has llegado y que cojones eres para atravesar las puñeteras barreras.
Me quede en blanco al oírle ¿A caso? Espera...
—¿Me estás diciendo que estoy en otro mundo? ¿Esto no es la Tierra?
Tanto él como yo nos miramos fijamente buscando respuestas en el otro, batallando entre sus zafiros y mis grises. Era sumamente atrayente su aura y si no hubiera sido un completo imbécil le hubiese contado hasta de que color era mi ropa interior.
Abochornada por mis pensamientos aparté la mirada después de verle como me observaba con gracia.
¿Tan divertida me veía?
Soy él y me río también.
Segundos de escuchar a mi conciencia los ojos se me pusieron en blanco, comenzaba el corazón a acelerárseme y los pies a no tocar el suelo. Ahí supe que hasta mañana no encontraría respuestas. Caí en la negrura sin saber nada más de mí.
Esto no era algo elaborado de mi mente, no era lo suficientemente creativa para inventarme esto.
Era algo jodidamente muy real.
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LA ERRANTE
FantasyLa vida de Carol Dawson por el día era dura y complicada, no habían adjetivos buenos en ella. Sin embargo cuándo el sol se escondía y aparecía la luna en compañía de las estrellas era emocionante, divertida e intensa, bajo sus colchas con una linter...