Capítulo 7 - Un encuentro doloroso, fugaz y atrevido

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CAPÍTULO 7: UN ENCUENTRO DOLOROSO, FUGAZ Y ATREVIDO

CAROL DAWSON

Dos días, encerrada y muerta del asco.

Un día más y podría poner en marcha mi plan de escape, pero había algo que me indicaba que me quedase dónde estaba. Nadie me trataba mal, simplemente no me hablaban y aunque solo háblese cuando Hope venía a hacerme la inspección rutinaria por mi abrupta y no autorizada desintoxicación adoraba el silencio, era muy relajante y desesperante.

Tumbada en la cama después de haber vuelto de comer, recordé cuándo ayer vino Maxon y un par de guardias a buscar mis pastillas por órdenes de Derek...

Golpearon la puerta y al levantarme para ir a abrir abrieron de una patada la puerta haciendo que esta chocará contra la pared en un ruido seco.

¿Qué estáis haciendo?

Me ignoraron y comenzaron a vaciar los cajones revisando el interior de cada uno de estos. El ruido que generaban me estaba empezando a poner los pelos de punta, sin embargo me senté en la cama a observarlos. Todos eran fuertes sin duda y las dos chicas que acompañaban a Maxon y dos de los guardias no eran la excepción se notaban sus músculos bajo el uniforme.

—Levántate.—ordenó una de las chicas, desde aquí podía oír los destrozos en el baño.

Ladeé la cabeza esperando a que me explicará el motivo, no me hico ni el menor caso y me empujo al suelo clavándome en el proceso las uñan en el brazo cogiéndome desprevenida.

Las pastillas, bonita. Ahora tenemos que ejercer de niñeras por ti. Órdenes del rey.—explicó dándole la vuelta al colchón y revisando el somier.

No os lo he pedido, no hace falta que lo hagáis.

No lo hacemos por ti ¿Podrías hacerme el favor de decirme donde están las pastillas?

Nos miramos la una a la otra, sus ojos marrones centellearon con curiosidad y reprimí la sonrisa maliciosa que comenzaba a asomarse. No encontrarían ninguna pastilla por la habitación.

Aquí no encontrareis nada, me las tomé todas antes de que me llevarán aquí.me encogí de hombros y me observó con desconfianza, era mentira pero no tenía porque saberlo.

Ella se apartó al notar una mano en su antebrazo y Maxon quien realizo aquel gesto quedó enfrente mío, le estorbaba y que yo estuviera en la esquina del suelo por la caída no daba muchas maneras para mantener contacto visual.

Mira no soy imbécil, eres buena mentirosa. Lo admito, podrías haberla engañado pero no soy ella, para tu desgracia.mis ojos fueron a parar donde estaba la recién nombrada, está tenía una mirada cargada de rabia dirigida a Maxon.— Los ojos aquí.—chasqueó los dedos frente a mi cara volviendo a hacer que tuviera la atención sobre el, que se agacho a mi altura.

No miento. Acabáis de ponerme literalmente la habitación patas arriba.

Es cuestión de lógica y se que tienes más, en la habitación no las vemos pero eso no quiere decir que no estén ¿Verdad?se relamió los labios.Tienes tres segundos para dármelas o te las sonsacaré de una forma no muy agradable.

Permanecí callada y con la mirada gacha al suelo. No iba a hacerme nada, estaba completamente segura de ello.

—O eres muy atrevida o muy insensata.

Y al decir aquellas palabras giró la cabeza hacía los que aún permanecían en la habitación e hizo que salieran con un gesto de cabeza de está para dejárnosla a nosotros solos.

Se acercó a mí.

Mordió mis labios con sensualidad.

Paseo sus dedos por el valle de mis senos, específicamente por debajo del pijama creando un ardiente contacto piel con piel.

Su otra mano me tomó de la cintura y él aún agachado me puso sobre su regazo, araño la piel de aquella zona con fuerza, no me lastimó pero me llevó al límite llegando a crear un pequeño hilo de sangre.

Tocó el elástico de mis bragas y al intentar moverme después de aquel momento de parálisis para apartarme de su toque movió su otra mano con agilidad para estamparme contra su pecho y seguir con la otra su camino.

Apuesto por atrevida y a la vez muy previsible.susurró sensualmente sobre mi cuello.

Paseo su manos por mis muslos hasta encontrar lo que estaba buscando, mi último blíster. Antes de retirar la mano con las pastillas, su mano golpeó duramente en mis partes robándome el aliento y haciéndome mojar por la situación tan erótica que estábamos protagonizando.

Me sostuvo por la cintura nuevamente y me dejo sobre la cama, sosteniendo en su mano izquierda por último lo que me había robado de entre mis muslos.

¿Q-que...? ¿C-como?no podía articular ni una frase. Me había dejado desconcertada, confundida y muy caliente.

Sonrió triunfalmente y pasó las pastillas por su lengua divirtiéndose de mi situación.

Te dije que no sería agradable.—su mirada se oscureció.— Pero tampoco para mi, me has hecho usar de todo mi autocontrol para no tirarte a la cama y hacerte sentir en el mismísimo Olimpo.—al ver que estaba comenzando a entenderlo todo se dio la vuelta en dirección a la puerta, sin embargo antes de salir, se giró.— Nuestro próximo encuentro puede que llegues a necesitar una silla de ruedas, extranjera insensata.

Al recordar el encuentro con Maxon me sonroje de sobremanera y también me enfade a partes iguales al rememorar como acabe dándome una ducha de agua fría para no hacer nada inédito aquí, podían haber cámaras y yo dándoles un espectáculo que si daría fama a la reputación que tenía en el pueblo.

LA ERRANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora