Capítulo 28

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-¡Necesito tu ayuda!- exclamé observándome al espejo e intentando contorsionarme.

La noche de la fiesta del compromiso de Sebastián había llegado.
Después de muchas vueltas, decidí ponerme un vestido negro con un escote en forma de corazón.

Pero, como era de esperarse, no llegaba a subir el cierre en mi espalda.

Salvador entró en la habitación con su característico andar masculino.

Y mi Dios. Era todo un Adonis.

Si en musculosa y jogging era sexy, no podía describirlo en traje.

Llevaba una camisa blanca, una corbata negra, y saco y pantalón a juego.

Clásico, sí, pero en él se veía espectacular.

-Esta escena me suena conocida- bromeó mientras se acercaba a mí.

Rodeé los ojos y sonreí.

-No es mi culpa que lo hagan así-

Colocó su mano sobre mi espalda y lentamente subió el cierre.

Me observó a través del espejo, y sus ojos brillaron.
Antes de alejarse de mí, depositó un suave beso en mi hombro.

-Estás preciosa... Tal vez deberíamos quedarnos... -Volvió a besarme, pero esta vez en el cuello.

Un escalofrío me recorrió producto de las cosquillas que me hacía su barba incipiente.

-No puedo hacer eso- murmuré casi riendo. Aunque por dentro la idea era sumamente tentadora.

-Ni siquiera le caigo bien a Sebastian...- murmuró con una sonrisa sexy y volvió a besarme ahora en la mandíbula.

-Es mi amigo, no puedo...- susurré.

Por milagro, Salvador entró en razón y me liberó de su maquiavélico plan.

-De acuerdo, pero cuando volvamos, no tendrás excusas-

Me di media vuelta y coloqué mis manos alrededor de su nuca.

-No deseo tenerlas...- besé sus gruesos labios -Por cierto, estás muy lindo-

Repasé con mi vista su anatomía. Ya que podía, debía darme el lujo de admirar semejante obra del Creador.
Mierda que se había esmerado.

Salvador sonrió.

-Si no nos vamos ahora mismo, volveré a mi plan inicial- advirtió.

Me eché a reír y rápidamente me alejé de él. Tomé la cartera y escuchando su ronca risa, abandoné el cuarto.








Media hora más tarde, tocamos el timbre de la casa de Sebastian.
Su familia era adinerada, y el hogar lo demostraba.

La puerta se abrió permitiéndonos ver a mi amigo. Llevaba un traje azul oscuro. A su lado estaba su flamante compañera, vestida también de ese tono.

-Buenas noches- nos saludamos.

Abracé a mi amigo y me tomé el atrevimiento de hacerlo también con su novia. Al fin y al cabo, ahora formaba parte de nuestro grupo.

La había visto en varias fiestas y reuniones, pero todavía no nos conocíamos tanto.
El simple hecho de que hiciera feliz a mi amigo, era motivo suficiente para que me cayera bien.

Salvador, por su parte, estrechó la mano con ambos.

Se dedicaron una sonrisa con mi amigo, que primero fue tensa, pero luego verdadera. Supe que estaban dispuestos a dejar sus prejuicios de lado y eso me alegró.

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