Capítulo 32

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Los dos giramos nuestras cabezas de modo robótico. Y por el marco de la puerta, vimos asomarse a Chiara.

-Uf, la tormenta ya está aquí- dijo, pero en cuanto alzó su rostro y nos vió, se quedó callada. 

Su cara era un poema. Estaba tan desconcertada como yo.
Su cabello era un desastre, seguramente por el viento que soplaba con furia en la calle.
Llevaba un tapado color beige que tenía algunas partes mojadas por el agua de la lluvia.

Chiara me miró inmediatamente, luego al hombre que estaba a mi lado y finalmente sus ojos volvieron a mí.

Abrí los míos en señal de desesperación. 

Estaba agradecida de que por fin hubiera llegado.
Por un lado porque había llegado sana y salva, pero también porque no debía quedarme sola con mi ex amor.

-Oh, hola Salvador- murmuró confundida.

-Hola Chiara- sonrió el susodicho -¿Como estás?-

Nunca había hablado con él sobre el embarazo de mi amiga, pero era más que obvio que Nick se lo había contado.

-Muy bien- sonrió y de modo inconsciente se acarició la panza. 

Chiara me observó fijamente, y supe que mi enojo era incluso palpable a la distancia.

Abrió la boca para decir algo y luego la volvió a cerrar. 

-Voy a cambiarme- informó finalmente y a paso rápido, nos dejó solos.

Okey. No la juzgaba. En su lugar, yo también saldría corriendo de una situación tan tensa e incómoda.

El silencio volvió a rodearnos.
Y entonces, fue interrumpido por el ruido estrepitoso de los truenos. 

La habitación se oscureció brevemente, pero la luz volvió. La térmica de la misma había fallado por un segundo.

Mierda.
La tormenta estaba aquí y era más fuerte de lo que pensaba.

Miré a Salvador directo a los ojos. En ellos vi que la tristeza se había dispersado un poco, pero ya no brillaban como cuando entró hace unos minutos.

No sé qué esperaba que sucediera cuando viniera aquí, pero claramente no lo iba a recibir con un abrazo.

El ventanal se movía de forma violenta por el viento que azotaba, y la lluvia repiqueteaba sobre el techo.

Salvador abrió la boca, y la adrenalina se dispersó nuevamente.

-No quiero hablar- me adelanté -Puedes quedarte si quieres, hasta que se acabe la tormenta-

Maldición.
No estaba para nada contenta de que se quedara aquí, pero con este clima no podía echarlo.
Yo no era tan fría como él. No iba a hacer lo que había hecho conmigo hacía tres meses.

Sin esperar su respuesta, me di media vuelta y me fui.
Si quería irse o no, me daba igual. Era su decisión.

Sintiendo las piernas temblorosas, caminé hasta la puerta de Chiara, pero la habitación estaba vacía.
A continuación reconocí el ruido de la ducha.

No podía hablar con ella ahora.
Necesitaba saber su opinión. 
Si era la única que se estaba volviendo loca. 
Si tenía que echar a patadas a Salvador sin importar la tormenta.

Tomé aire profundo y volví sobre mis pasos para entrar en mi habitación. Sin embargo, no pude resistir la tentación.

Con cuidado me asomé hacia la sala de estar y lo busqué. Necesitaba saber si iba a pasar la noche aquí o no. 

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