Capítulo 3 "El castillo Arderá"

39 6 0
                                    

Me despierta temprano el sonido de la podadora de césped, mis ojos pesan. Anoche nos quedamos conversando hasta la madrugada con Anna.

Abro mis ojos de un golpe cuando recuerdo que Gaspar me besó. Ósea, nos besamos.

¡Oh Dios! Eso estuvo tan bien. Se sintió maravilloso. Siento cosquillas en mi estómago recordándolo. Podría vivir tranquilamente sintiendo esos besos todos los días.

Me levanto rápidamente y me voy a la ducha. Me visto y salgo a desayunar. Me siento feliz, hace mucho tiempo que no me sentía así. Y por supuesto nunca había tenido este tipo de motivos para sentirme así.

- ¡Buenos días! – digo entrando a la cocina.

- ¡Buenos días! – me dice Rosa

- Despertamos de buen humor parece... - me contesta María.

- Señorita Mía, ¿Cómo amaneció? – me dice Anna sonriendo.

- Muy bien, señorita Anna – le sonrío de vuelta.

- Anoche ¿hasta qué hora se quedaron conversando? – dice María. – Anna llegó de madrugada.

- Si, se nos pasó un poco la hora – le digo – lo siento.

- ¿Y cómo te fue en tu cita? – pregunta Rosa.

Yo los miro sorprendida. Y miro a Anna quien toma un sorbo de su tasa sin levantar la vista.

- Bien, todo bien – digo nerviosa.

Se abre la puerta y aparece Don Gastón. Mi corazón late fuerte.

- ¡Buenos días!

Todos le responden y yo no levanto mi mirada de la taza.

- ¿Mía? – lo miro temblando. – ¿podemos hablar en mi despacho?

Me levanto sin responder, y camino hacia él. Miro a Anna quien tiene sus ojos abiertos sorprendida.

Caminamos hasta el despacho. Abre la puerta y me pide que me siente.

Es la misma habitación que vi a la Sra. Sofía y su amante. Y la misma que vi por primera vez a Gaspar. Tiene un gran escritorio de madera, estanterías llenas de libros y unos sofás con mesitas al lado.

Él se sienta frente a mí y pone sobre el escritorio una carpeta que saca de un cajón.

- Mía, estos son los papeles que necesitas para sacar la urna de tu madre del país. Éstos – muestra otros papeles – son los años de servicio de tu madre, sus deudas fueron pagadas por lo que en este cheque está todo lo que tu madre ganó por trabajar aquí.

- Muchas gracias – le digo sin levantar la mirada – ya puedo volver a Inglaterra entonces.

- No Mía, no quiero que te vayas, yo no te estoy echando.

Yo levanto mi mirada con mis ojos nublados. Y lo miro a sus ojos sorprendida.

- ¿Cómo?

- Si, solo te los paso para que puedas estar tranquila que ya está todo listo. Yo no te estoy pidiendo que te vayas.

Se levanta y sirve un vaso de whisky de una mesita. Y se sienta nuevamente.

- Mía, quiero ser sincero contigo y quiero que tú lo seas conmigo.

- Está bien – le contesto.

- Hablé con mi hijo anoche. Con Gaspar... no podía dormir sin antes hacerlo. Sobre todo, porque te aprecio y no querría por ningún motivo que termines lastimada. Él no es de entusiasmarse con chicas, por lo mismo me llamó la atención verlos anoche cuando llegamos. Yo ya sé que siente él, ahora... quiero saber que sientes tú.

Ella es MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora