Capítulo 12 "Mía"

22 5 0
                                    

Gabriel

Suena el teléfono y sin abrir mis ojos, lo busco con mis manos sobre el velador. Y contesto.

- ¿Bueno?

- ¿El señor Gabriel Montealba?

- Si, soy yo.

- Señor Montealba. Mi nombre es James de la agencia de bienes raíces. Quería informarle que tenemos las llaves de su departamento en Manchester. Si quiere puede pasar por ellas hoy mismo.

Me siento de un golpe en la cama.

- ¿Sí? ¡Oh, genial! Maravilloso. – le digo. Sonriendo en mi cama.

- Lo esperamos entonces. Hasta luego.

- Hasta luego.

Me levanto rápidamente. Hoy llegó el día. Agarro la sortija que cuelga en mi pecho y sonrío.

Rápidamente me doy un ducha y bajo a desayunar.

El mes se pasó volando. Y agradecí cada noche porque ya terminaba el día y quedaba menos.

En la mesa estaban mis padres y Gaspar con Mía. Los saludos a todos de un beso. Sonriendo y cantando.

- Estas de buen humor hijo. –dice mi padre. - llevas tanto tiempo de buen humor y aún no me acostumbro. – yo le sonrío mientras cojo una tostada.

Anna me sirve café y le guiño un ojo sonriendo. Ella se sonríe también.

Hemos hecho muy buena amistad. Y desde que conversamos en la playa, a veces la llamo por las noches y vamos a la terraza para que pueda fumar tranquila sin que sus padres lo sepan. Mía obviamente lo sabe, de hecho, ella también llega a veces y fumamos los tres mientras conversamos.

Cuando Anna se retira Gaspar comenta.

- Yo creo que por ahí va la cosa.

- ¿Qué cosa? – pregunta mi padre.

- Lo he visto varias noches entrando con Anna desde la terraza. -se ríe.

- ¿¿Con Anna?? – dice mi madre alterada.

- Piensen lo que quieran... yo no diré nada. – les digo riendo y tomo mi café. Me levanto de la mesa rápidamente.

- ¿Vas a salir? – me pregunta mi padre.

- Si, tengo algo importante que hacer. – me sonrío. No puedo parar de hacerlo. Me siento demasiado feliz.

Miro a Mía y le sonrío con mis labios apretados. Ella abre sus ojos sorprendida brillantes.

Me despido de mis padres, los beso y cruzo el brazo por la espalda de Gaspar.

Le doy un golpe suave.

- Te amo, imbécil – le digo y sus ojos se nublan. Me mira sorprendido, creo que es porque no se lo he dicho hace mucho tiempo.

- Yo también idiota – me responde sonriendo.

- ¡Me voy! ¡Los amo a todos! – todos me miran sonriendo y salgo de la casa cantando.

Voy a toda velocidad a buscar las llaves, y cuando me las dan vuelvo de la misma forma, veía rápido pensando en cómo les diría. Me siento tan jodidamente feliz que tiemblo.

Estaba pensado y solo les enviaré un correo o grabaré un video explicándoles cuando ya estemos allá.

Cuando llegue a casa compraré los billetes del avión y creo que no debiéramos llevarnos ropa. Allá podemos comprarnos otra.

No dejo de sonreír y parezco un idiota, pero ¡sí! Soy un idiota enamorado feliz, que por fin podré estar con la mujer que amo, y me casaré con ella.

Suspiro fuerte.

Saco mi teléfono del bolsillo y lo pongo en el soporte. Enciendo la radio y pongo nuestra playlist "amor prohibido"

Canto a todo pulmón, sobre todo cuando suena "Me enamoré de ti"

- "Y ahora soy un hombre nuevo

Miro más al cielo

Y cuento estrellas al dormir

Y ahora tengo mi fortuna

Que es mirar la luna y, al pensarte, sonreír

Hoy vuelvo a vivir"

Siento que estoy a punto de conseguir mi libertad.

Marco el número de Mía y la pongo en altavoz.

- ¿Hola?

- ¡Llego el día mi amor! Por fin llegó el día. – le grito feliz.

- ¡Por fin amor! Por fin podremos estar juntos – me dice llorando.

- Si, no llores, voy en camino, lo más rápido que puedo. Compraré los billetes cuando llegue a casa. Y nos vamos esta misma noche. – la escucho que llora - ¿Es de felicidad o miedo?

- ¡De felicidad tonto! – y ríe.

- Jajaja, bueno, nos vemos en un rato.

- ¡Está bien!

- Te amo. ¡Muchísimo, muchísimo!

- Y yo más aún. – me dice

- Imposible. – río.

Y corto. Suspiro y continuo con la música.

Tiro la cadena de mi cuello para poder ponerme la sortija, quiero sentirla en mi dedo, con su nombre grabado, desde que la compré que quiero hacerlo.

Cuando la saco, se me refala de la mano y cae. Trato de agacharme para alcanzarla, pero no la encuentro, así que busco sin soltar el volante, suelto mi cinturón para alcanzar más. Hasta que por fin doy con ella. Solo fueron unos segundos, solo baje la vista unos segundos, pero cuando la levanto veo en frente un camión. Ya es tarde, no podré frenar.

Cierro mis ojos y caen mis lágrimas.... Veo su sonrisa... Mía... 

Ella es MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora