Capítulo 14 "Gabriel"

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Hace más de tres años que Gabriel se fue de este mundo, dejándome con el corazón destrozado, pero con una alegría creciendo dentro de mí.

Después de salir de casa ese día, con todo lo que significó la muerte de Gabriel en mí, le pedí que me diera fuerzas. Y tratando todos los días se salir delante de la pena que trataba de consumirme, me sobaba el vientre y me aferré a nuestro bebé.

Compré una casa con el dinero que tenía en el banco guardado. El que me pasó Don Gastón que eran los años de servicio de mi madre. Además, hablé con Tía Brit, quien después de enterarse lo que pasó con Gabriel, me devolvió la parte de la herencia que me había quedado de mi padre.

Con eso, he vivido todo este tiempo.

Mi casa, tiene una terraza, y su patio trasero es la playa. Igual como la de los Montealba. De hecho, la mía esta varios kilómetros más acá.

Anna me visita de vez en cuando. Y me ha contado algunas cosas. Como ha cambiado todo en casa desde que Gabriel se fue. Dice que Gaspar nunca ha dejado de buscarme. Incluso llegó hasta Londres. Pero no logró dar con la casa de la tía Brit.

- ¡Mami, mira! – me llama mi pequeño, Gabriel, jugando en la arena. Si, se llama igual que su padre. Y se parece mucho a él. Tiene los ojos del mismo verde. Ese verde claro que me enamoró. Incluso cuando su hermano tenía el mismo color, pero en sus ojos era diferente. Ellos brillaban de otra forma.

Camino hacia él por la arena. Y me siento a su lado. A mirar la inmensidad del mar. Toco la sortija de mi mano izquierda. La que dice su nombre.

Respiro hondo y enciendo un cigarrillo. El mal hábito que comenzó como una forma de recordarlo, terminó convirtiéndose en una necesidad.

Miro a Gabriel cavar un gran agujero.

- A su papá también le gustaba cavar...

Me giro sorprendida y veo a Gaspar parado tras de mí.

Mi corazón casi se sale de mi pecho.

Se sienta a mi lado y suelta el aire de sus pulmones. Yo continúo paralizada de la impresión.

- Hola Mía – me sonríe con sus ojos brillando.

Su cabello luce más corto, y tiene una pequeña barba de crecimiento.

Saca de su bolsillo una bolsa y me la da.

- Creo que esto, es tuyo.

La bolsa tenía las cosas de Gabriel. La sortija, el teléfono y las llaves.

Aún no puedo decir nada de lo atónita que quedé y caen mis lágrimas. Después de lograr calmar mi respiración le digo.

- ¿Cómo supiste donde...?

- Uff! Me costó, pero lo logré. -Y se sonríe.

- Anna... ¿cierto?

- No la culpes. Fui yo quien insistió demasiado.

Agacho mi cabeza.

- ¿Por qué... nunca me lo dijeron?

- Él... no quería lastimarte. – le respondo tragando saliva.

- ¡Siempre fue un idiota! – se sonríe triste.

- Lo siento mucho, Gaspar.

- No he venido a reprocharte nada. Solo quería verte. Bajo mucha presión y sintiendo que te estaba traicionando, Anna me contó del bebé. No tenías que haber pasado por todo esto sola.

Ella es MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora