Capítulo 8 "Hermanos"

36 6 0
                                    

Gaspar

Salgo de la habitación de Mía y no deja de dar vueltas en mi cabeza aquel "te amo" que se escapó de mi boca. ¿Por qué le dije eso? Me siento muy bien con ella, cosa que nunca me había pasado con otra chica. Pero ella es tan diferente al resto. Tan solo el hecho que nunca se halla entregado a ningún chico ya la hace diferente a las otras. Si, es verdad, me siento en las nubes, sobre todo con lo que pasó hoy, jamás imagine que lo hiciera, pero cuando lo agarró y lo puso en su boca... ¡uff! Tan solo acordarme me pone.

Voy a ver ahora que sucede con Gabriel. Mi padre se notaba preocupado. Quizás yo también aproveche de preguntarle qué le pasa con Mía, anoche cuando vi cómo le cantaba al oído sentí enormes deseos de ir a golpearlo. Pero quizás era una más de las chicas con las que Gabriel suele hacerse el galán, claro que esta vez me molestó más porque no era cualquier chica, era mi novia.

Golpeo la puerta donde me dijo mi padre que estarían y abre la puerta Juan.

- ¡Buenos días Juan!

- Joven Gaspar, ¿Cómo está?

- Muy bien gracias. ¿Y ustedes?

- Todos bien, gracias por preguntar joven.

Cuando entro, veo en la cama acostado a Gabriel. Hay una cubeta al lado, me parece que ha vomitado y puedo notar que tiene sangre en una de sus manos que tiene una venda. Está todo muy desordenado y veo algunos vidrios por el suelo.

Mi padre se ve mal, está preocupado, se nota por su expresión y como afirma sus manos en la cabeza.

- ¿Papá? ¿Qué pasa? – le pregunto.

Se levanta y me abraza fuerte.

- ¿Qué sucede? ¿Está todo bien? – vuelvo a preguntar ya que no me suelta del abrazo.

- Tu hermano, hijo – me dice secando sus lágrimas – no está bien, no sé bien que le sucede. Tuve que llamar al médico que viniera a verlo. Lo sedaron para que pudiera dormir. No había dormido nada en toda la noche y estaba muy borracho sentado en la piscina – yo arrugo mi frente extrañado – cuando fuimos por él, decía algunas incoherencias. Pero al llegar aquí... comenzó a tirar las cosas. ¡Se volvió loco hijo! ¡Incluso rompió una de las ventanas de un puño y se hizo una herida! – me dice mi padre mientras corren sus lágrimas.

Mi padre siempre ha sido muy cariñoso y preocupado. A diferencia de mi hermano, yo eso le he valorado mucho. Sobre todo, porque jamás nos trata de imponer cosas, siempre nos ha dado la opción de elegir, y si yo no he estudiado lo que quería es porque mi padre no lo sabe, y el cree que quiero estudiar leyes.

- ¡Está bien, papá! Tranquilo, yo hablaré con él cuándo despierte. ¡No te desesperes!

Estuvimos muchas horas con él, esperando a que despertara. Turnándonos para que mi madre no sospechara, le dijimos que estaba con una chica, así que mejor no lo esperara y ella sabe que cuando Gabriel se va con una chica, vuelve al otro día o si le gusta mucho, vuelve con ella aquí y después la chica se va sola.

Mi padre fue a comer algo, yo me quedé solo cuidando a Gabriel. Jugaba con mi teléfono cuando recordé que no había ido a comprar lo que necesitamos con Mía. Inmediatamente me pongo nervioso porque pensé que por la hora que era, quizás no tenga tiempo para ir a una farmacia. Y entra mi padre.

- Te traje algo para comer – entra con una bandeja en sus manos con un sándwich y un refresco. – ¿estás bien? Te ves preocupado.

Me la pienso un poco antes de contarle, me da un poco de vergüenza. Pero necesito ayuda y no sé a quién recurrir.

Ella es MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora