Capítulo 13 "Dolor"

21 5 0
                                    

Mía

Después que terminé de hablar con Gabriel, limpié mis lágrimas, quería darle la noticia, pero esperaré a que estemos en nuestra casa, en nuestra nueva vida. Porque ya no seremos dos, empezaremos la vida juntos con el fruto de nuestro amor. Si, hoy me hice un test de embarazo por la mañana y salió positivo. Seremos padres. Y estoy segura de que es de él porque con Gaspar nos hemos cuidado con preservativos desde aquella vez del susto en la que tuvo que comprar la pastilla del día después. En cambio, con Gabriel no nos cuidamos nunca.

¡Me siento tan feliz! No me duele que mi hijo crezca lejos de sus abuelos, aunque sé que Don Gastón no lo merece, pero necesito pensar en nuestro futuro, y si el desea verlo, siempre será bienvenido donde estemos.

Como Gabriel me dijo que nos iríamos esta noche, estaba pensando en hacer el equipaje, pero mejor esperaré a que llegue para que lo hablemos.

Escucho gritos afuera, así que salgo rápido a ver.

La Señora Sofía está en el suelo gritando y llorando. Rosa y María están abrazadas y más allá veo a Gaspar abrazado de su padre, ambos llorando.

Los miro preocupada asomándome por el pasillo.

Cuando le iba preguntar a Don Juan quien tenía su cabeza agachada, llega Anna a mi lado llorando.

- Anna... ¿Qué pasó por Dios? – ella me abraza y llora. – ¡Anna, dime!

- El joven Gabriel... - me quedo fría y respiro, agitada – el joven tubo un accidente.

Corren mis lágrimas y la miro con los ojos sorprendidos.

- ¿Está bien? – le pregunto llorando.

- No, Mía. El joven... - agacha su cabeza – el joven murió.

Me suelto de sus brazos y corro por el pasillo hasta la terraza con mis lagrimas saltando. Llego al jardín trasero y siento que no puedo respirar. Mi cuerpo tiembla y grito con todas mis fuerzas mientras cierro mis ojos y lo veo, sonriendo, besándome, llorando...

¡No puede ser! Esto no puede estar pasando, Gabriel no, él no...

Anna llega a mi lado, pero no alcanzo a decir nada y vomito de rodillas sobre el césped. Cuando levanto la mirada, estaba sudando. La veo a ella y miro hacia el lado del jardín, y recuerdo la fiesta, cuando bailamos, cuando me cantaba.

No puedo más, no puedo con este dolor.

Anna me abraza la espalda.

- Mía... tienes que calmarte. Ven – me levanta y me lleva al sofá. Yo sentía que no podía respirar.

Saco el anillo de mi dedo y se lo muestro mirando hacia el frente. Ella lo mira.

- ¿Mía... cuando? ... ¿por qué no habías contado nada.?

- Me pidió que me casara con él, y yo acepté, ¡¡porque lo amo, porque estoy enamorada de él, porque nos íbamos a ir a vivir juntos, los tres!! – le grito mientras pongo la mano en mi vientre.

Anna me mira desconcertada.

- ¿Hace cuanto que ustedes estaban...?

- Hace tiempo... -le digo llorando. – la mañana que nos fuimos a casa de la playa.

- ¡Oh, Mía! - me mira con tristeza mientras corren sus lágrimas y me abraza.

Después de un rato, entramos a la casa. Todo estaba en silencio. Anna me tenía abrazada por la espalda y yo me afirmaba de ella. En la sala estaba la Señora Sofía en el sofá en shock, no lloraba, solo sollozaba. A su lado, Don Gastón que mostraba la misma expresión solo que no dejaban de caer sus lágrimas.

Gaspar estaba sentado en el piso, con las manos en la cabeza. Me siento a su lado y me mira, sus ojos estaban tan rojos. Me abraza fuerte y los dos lloramos. Suena el timbre de la casa, es un agente de policía.

Nos ponemos de pie para escucharlo.

Nos explica la hipótesis del accidente, Gabriel estaba vivo cuando llegaron los servicios de emergencia, y sujetaba en su mano con fuerza la sortija. Luego le dio un paro cardiorrespiratorio y trataron de reanimarlo, pero no pudieron. Y se fue. Le entrega a Don Gastón una bolsa, que tenía su teléfono, las llaves y la sortija con la cadena.

Yo no dejaba de llorar, Imaginándolo. Él se escuchaba tan feliz. Y yo también lo estaba, no podía más. Necesitaba salir de allí.

Corrí hasta mi habitación, cogí un bolso y puse mi teléfono y mis documentos y salí de la casa por el jardín del costado. Yo no podré verlo en un cajón. Me niego a hacerlo. No lo soportaría.

Caminé todo lo que pude. Mi teléfono no dejaba de sonar, pero no contesté nada. solo deambulada pensando en él y ¡por Dios, como duele saber que ya no lo veré nunca más! Quisiera morir, pero tengo que ser fuerte, por él, por nuestro bebé porque estoy segura que sería el hombre más feliz cuando supiera que iba ser papá.

Es el fruto de nuestro amor, es el recuerdo que me dejó dentro de mí. Y por él y por nosotros, yo lo cuidaré. 

Ella es MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora