Una Noche | EdSer

Capítulo 7

Pov Eda

Como supuse, el maldito sueño no llega, he terminado de colocar la sala, los sillones y todas mis fotos sobrantes, como todo luce vacío rebusco en mi caja de cosas que no necesito, supongo que todos tienen una, cosas que no necesitas en tu vida diaria pero son muy útiles como para deshacerte de ellas. Encuentro algunas enredaderas de plástico en buen estado, luces que con algo de tiempo y paciencia logro desenredar, etiquetas plásticas con dibujos que solía usar en los cuadernos del colegio.

Mi primer víctima de la noche es la cocina, la barra tiene un pilar que ni con una fotografía luce bien, después de colocar las enredaderas  y mi reloj, comienza a lucir como un verdadero hogar.

– Necesito comprar comida mañana –pienso en voz alta viendo los estantes vacíos.

El hermano Hazar me ayudó a colocar la televisión ¡COLGANDO EN EL TECHO! una loca idea suya porque bien pudimos haberla puesto sobre algún mueble pero él insistió en que sería más moderno así. Solo espero no perder el control remoto porque ni en mis mejores sueños podré alcanzar el televisor para cambiar el canal cuando quiera.

Abro la ventana para que el aire fresco inunde el lugar, saco la cabeza para poder admirar todo, el puente del Bósforo está muy lejos pero el mar está cerca, cosa que me hace feliz, las lámparas de alumbrado público brillan más ahora que no hay ni un alma en la calle que cuando la gente las necesita. Los gatos rondan por ahí haciendo travesuras con los botes de basura, puedo escuchar un perro ladrando a lo lejos, el ruido del lugar donde venden té y los hombres cantando, hay coches pasando a toda velocidad y sirenas de policía muy bajitas. Me alegra no ser la única sin sueño en esta gran ciudad.

El aire huele a madrugada, a humedad y huele a césped, refrescante en pocas palabras, un escalofrío me envuelve y me obligo a cerrar la ventana, escalofrío que me da una gran idea, hice bien en pedirle a Hazar abi poner tantas repisas como pudiera, en especial agradezco que haya puesto una considerablemente grande junto a la ventana, pondré mis libros ahí. No es que lea mucho, la mayoría de ellos no los conozco ni me he interesado en ojearlos siquiera, solo los tenía por ahí para lucir intelectual cuando mis amigos venían a estudiar a casa.

Cuando los coloco me gusta como el lugar poco a poco está tomando forma, unas enredaderas y luces después esto está terminado, las paredes están repletas de fotos, al menos de manera sútil, la televisión y los muebles están puestos estratégicamente en su lugar, todo luce tal y como lo imaginé. Como si me estuvieran llamando, miro con curiosidad las plantas y macetas que están junto a la barra de la cocina.

– ¿Dónde las pondré? –pienso y pienso dando vueltas al lugar con la mirada– ¡Lo tengo!

Algunas tuvieron de destino el baño, otras más fueron al mini balcón de la ventana y el resto a otros rincones del lugar.

Para cuando dieron las casi tres de la mañana el sueño por fin estaba dando paso a mi descanso, merecido después de mi agotante y cansado día. Al menos la sala y la cocina ya estaban listas, a mi parecer, la sala lucía más acogedora a cuando todos estábamos descansando ahí y la cocina empezaba a tomar forma, me hacían falta algunos electrodomésticos pero ya me las arreglaría.

Me puse el pijama, me cepillé el cabello y me acosté. Con todas las luces apagadas la habitación y el departamento entero me daban un poco de miedo, las lucecitas de la ventana brillaban y con la puerta de la habitación abierta era leve la luz que emitían, me sentí más tranquila al encender la lámpara del buró, pero así como el sueño llegó, se fue en cuanto puse la cabeza en la almohada.

Llevaba horas dando vueltas en la cama, pensaba que era por no encontrar una buena posición o quizá era porque el colchón era nuevo, sin embargo, mi mente traicionera me trajo recuerdos, de esos que no me dejan dormir. Sí, esa era la razón.