Capítulo 5

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Pov Serkan

Al llegar a casa no puedo evitar mirar de reojo al departamento de enfrente que, según Esma hanım, será ocupado muy pronto.

El ruido de las llaves en el cerrojo de la puerta llaman la atención de mi peludo amigo al que escucho rascar la puerta esperando ansioso mi entrada.

– Hola, oğlum –lo saludo al entrar, está eufórico como siempre– Sí, sí, soy yo –trato de calmarlo con una caricia en el lomo.

Me adentro a la casa porque con esa cara y esos modos tan tiernos, Sirius es capaz de distraerme y hacerme olvidar de todo. Pero hoy, o al menos lo que queda del día no.
Bueno, el jefe me llamó mientras comía porque un compañero tuvo un percance con otro coche y tenían que llevar su taxi a reparar, decidió castigar a mi compañero trabajando con mi coche además de sumarle las horas que me restaban como compensación de daños. Me pidió llevar el taxi a la estación, entregarlo a mi compañero y a mí me envió a casa.

Sí, el jefe era muy corrupto pero hoy no me iba a quejar. Fui directo a la habitación a lavarme la cara y a ponerme el pijama, justo cuando iba a ponerme las pantuflas, mi... lindo hijo, decidió que era un buen momento para jugar así que estuve persiguiéndolo por todo el lugar, al menos hasta que fue a dar al baño y se resbaló con un charco que goteaba del lavamanos.

– Ay, por Dios –rodé los ojos cuando al acercarme a investigar me encontré con que el tubo plástico de la tubería estaba dañado– No es posible– mi hijo parecía tan intrigado como yo– Sirius –lo llamé atrayendo su atención– Como hayas tenido algo que ver con esto...

No me dejó terminar la frase, salió despavorido del baño como si supiera que con cualquier cosa que le dijera le iba a ir como en feria, acerqué una cubeta pequeña para recoger el agua que goteara mientras pensaba como arreglaría esa avería. Volví a la sala de estar con un pie descalzo y mojado porque ni siquiera con el casi regaño que le di Sirius fue capaz de dejar mi pantufla.

– Bien hecho hijo, tú sigue comiendo calzado mientras tu padre se preocupa por que no inunde la casa. Seguro que Esma hanım nos corre a los dos –sé que me está escuchando, pero se hace el tonto con mi pantufla– Bueno, supongo que no quieres ver lo que me encontré por ahí –digo alejándome a la cocina– Seguro que te habría gustado.

Dejó olvidada a la víctima de sus dientes como si la desconociera y se acercó para sentarse educadamente a mis pies.
Me preparaba un café, así que tuvo que esperar paciente hasta que lo terminé. Caminé a uno de los sofás y le pedí que subiera conmigo.

– Cierra los ojos –era claro que no entendía eso, pero no hay que perder la emoción– Bueno, adivina en qué mano está –le extendí mis puños cerrados, se imaginó un pedazo de carne o qué sé yo porque empezó morderme– Bueno, bueno, tú ganas, aquí tienes.

Solté la pequeña pelota que estaba escondiendo, cuando ésta rebotó en el piso Sirius corrió tras ella.

Parece que nunca hubieras visto una pelota, sinvergüenza.

Y realmente no, a sus cortos 5 meses de vida no ha hecho más que vivir conmigo y dormir en su camita, puedo comprender por qué le gusta mordisquear mis zapatos o todo lo que se le atraviese, quizá esta pelota le sirva de distracción y con suerte pueda evitar que caiga en sus garras todo aquello que aún está intacto aquí en casa.

Me relajo tomando café en el sofá, la televisión está encendida y si no fuera por la misma y por Sirius gruñéndole a quién sabe qué, este lugar estaría más silencioso que un velorio. En momentos como este me gusta sumergirme y pensar en mi soledad, aunque no de mala manera.
Estar solo por mucho tiempo hace daño, pero aprendes cosas de ello, tal como yo lo he hecho.
Vuelvo a mis anhelos de lo mucho que me gustaría tener a alguien además de mi hijo esperándome en casa, quizá disfrutar de una cena caliente acompañado de alguien más, no tener que dormir en una esquina de la cama cada noche, hacer tonterías con una persona tan loca como yo.

Una Noche | EdSerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora