– Qué tonta, está llorando. – Se reían.
– No quiero jugar más, por favor. – Gritaba, con mis mejillas empapadas de lágrimas. Hacía movimientos bruscos para intentar soltarme del agarre de los niños, pero no tenía tanta fuerza.
– Los monstruos deben ser castigados. – Dijo un niño, mientras me agarraba la cara con fuerza y me pegaba con una rama que había encontrado por el bosque.
Siempre era lo mismo. Me llevaban al bosque, lejos de la comunidad, y ahí me decían que querían "jugar". Eso no era un juego, era el infierno. Decían que era un monstruo, que yo no pertenecía a Erudición, ni a ninguna otra facción. Decían que era rara.
– ¿Vas a permitir todo esto? – Por un momento dejé de respirar. Alguien estaba susurrando detrás de mi oreja. Pero no había nadie, excepto los dos niños que me sostenían con fuerza. – Se están riendo de ti... Piensan que eres débil. – No soy débil, no lo soy... – Demuéstrales que no lo eres, vamos. Si creen que eres un monstruo, enséñales de lo que eres capaz.
No sé qué pasó después. Solo sé que al abrir mis ojos, estaban todos los niños que antes se reían de mí, en el suelo. Se quejaban de dolor, tenían heridas en los brazos, en las piernas.
No recuerdo nada más desde ese momento, siempre ha sido así y ya estoy acostumbrada. Antes solía intentar recordar mi infancia, pero ya me he cansado, y ahora solo acepto que desde ese momento, desde que escuché esa voz en mi cabeza, está todo borroso.
(...)
En mi casa todo es blanco y azul, todo está plenamente limpio y ordenado, sin una mínima gota de polvo. Hay estanterías llenas de libros en cada cuarto de la inmensa casa. Solo somos cuatro, pero todo se siente completamente alejado y frío, un ambiente un tanto incómodo para describir un lugar llamado "Hogar".
Me siento en el pequeño sillón de la terraza, que daba vistas de nuestra gran comunidad, para poder leer mi libro favorito, por última vez. La brisa mañanera choca contra mi cara, todo está en silencio afuera. Las calles están desoladas, ya que era temprano; pero mi mente estaba alocada esa mañana, miles de pensamientos inundaban mi ser...
Podría pasar horas leyendo, sin darme cuenta de qué pasaba a mi alrededor. Todo se volvía silencioso, y solo era yo junto a mis pensamientos. Alcé la mirada, y ya se empezaba a ver a gente paseando por las calles, sosteniendo libros, caminando con la mirada al frente, sin pestañear. Algunas veces hasta llegaba a pensar que eran robots.
– París, ¿tan temprano despierta? – Le oí decir a mi madre. Eliggia, así se llamaba. Era una respetable erudita, de cabello largo hasta las costillas, marrón, enrollado en un perfecto peinado. Un símbolo pleno de Erudición.
– Buenos días madre. Sí, bueno, quería leer, prepararme para la prueba.
– Hoy es un día importante, cielo. Necesitas pensar con lógica, como hacemos siempre.
– Sí, lo sé.
La prueba...
Hoy es el día de la prueba de aptitud que toman todos los ciudadanos de Chicago, nuestra ciudad, al cumplir dieciséis años. Y hoy me toca a mí... Debo elegir.
La prueba de aptitud me dirá quién soy, a qué facción pertenezco... Y mañana, en la Ceremonia de Elección, me quedaré solo con una de las cinco impuestas, decidiré mi vida entera, mi futuro.
Ajá, super fácil.
– A desayunar.
– Voy. – Dije. Quería mantenerme neutral, pero simplemente cada rincón en mí, explotaba de nerviosismo.
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𝐒𝐂𝐀𝐑𝐒 || 𝐓𝐨𝐛𝐢𝐚𝐬 𝐄𝐚𝐭𝐨𝐧.
Science FictionUna erudita callada y neutral para algunos; para otros una osada letal, un arma. París Riccia, una chica con una mirada ciertamente misteriosa, más no una chica normal. Había algo en ella que podría romper con todo, menos con un corazón leal. Una...