Por lo que veo, la segunda etapa de la iniciación consiste en una prueba mental que decidirá si eres lo suficientemente valiente para sobrevivir o para irte.
Todos, tanto los nacidos en osadía como los trasladados, esperamos en una sala con asientos increíblemente incómodos. El silencio recorría la sala, mientras que los nervios crecían en cada uno de nosotros, esperando no ser los siguientes. Nadie sabe qué hay detrás de esa puerta, nadie sabe a lo que nos vamos a enfrentar.
– No tienes buena cara, Eve. — Una voz masculina se escuchó a mi lado izquierdo. Uriah me sonrió levemente, podía notar sus nervios correr por cada una de las venas, levemente notorias, de su cuello.
– No eres el primero que lo dice, ¿debería preocuparme?
– No lo sé, pero yo lo hago.
No soy muy cercana a Uriah, apenas hemos hablado algunas veces. No niego que me lo paso bien con sus comentarios o sus repentinas bromas cuando estoy mal, es bueno, pero me sorprendió que se preocupara por mí.
– No deberías. Es solo por los nervios de la prueba, ya sabes, todos estamos así.
– Eres una de las mejores, no tienes de qué preocuparte.
Le sonreí, pero mi sonrisa se desvaneció al escuchar mi nombre siendo pronunciado por Cuatro, quien me esperaba apoyado en la puerta. Tenía una pequeña libreta en las manos, supongo que ahí estaban escritos nuestros nombres. Me levanté suspirando, intentando mentalizarme. Le ofrecí un levantamiento de hombros a Uriah, quien me dedicó una sonrisa, y me dirigí hacia Cuatro.
De la sala salía Molly, junto con dos osados que la ayudaban a caminar, o bueno, a mantenerse en pie siquiera. Estaba temblando, su vista no se levantaba más que del suelo, y susurraba cosas inentendibles. Al verla, sentí miedo, pero también intriga, quería saber qué me esperaba, quería sentir adrenalina. Quería sentir algo, para poder olvidarme de todo...
Lo único que se repetía en mi mente era: "Simplemente, sé fuerte, no la cagues."
(...)
Cuando me adentro a la sala, mi vista se detiene en el gran sillón que hay junto a la pared, similar al de la prueba. Cuando lo veo, el recuerdo del día en el que supe que todo iba a cambiar pasa por mi mente, lo cual hace que retroceda unos cuantos pasos, hasta que siento como mis hombros chocan con el pecho de Cuatro. Este pasa sus brazos por los míos, acariciándolos por encima de la tela de mi camisa, para así subir hasta mis hombros y apretarlos un poco, intentando calmarme.
Ese contacto hace simplemente que se me erice la piel y ladee un poco la cabeza hacia un lado. Cierro mis ojos, suspirando, mientras la respiración de Cuatro se acerca cada vez más a mi oreja. Trago mi propia saliva, apretando mis manos. No me gusta verme débil frente a nadie, pero hay algo en él... Algo que hace que todo mi cuerpo se quede quieto, que mi cerebro deje de actuar y que mi respiración se corte en menos de dos segundos.
– No tengas miedo, lo vas a hacer genial. – Asiento, mientras vuelvo a abrir los ojos. Me doy la vuelta, quedando frente a él, haciendo una pequeña sonrisa.
– Perdón por lo de antes...
Niega con su cabeza, para después acariciar mi cuello, pasando a mi barbilla, para así levantarla levemente. Notaba como mis mejillas se calentaban cada vez más, esperando que él no lo notase.
– Confía en mí.
– Ya lo hago.
Su mano agarra la mía, guiándome hasta el sillón. Me acuesto en este, notando lo frío que está. Mi mirada se centra en Cuatro, mientras que él configura algunas cosas en el ordenador y prepara el suero.
ESTÁS LEYENDO
𝐒𝐂𝐀𝐑𝐒 || 𝐓𝐨𝐛𝐢𝐚𝐬 𝐄𝐚𝐭𝐨𝐧.
Science FictionUna erudita callada y neutral para algunos; para otros una osada letal, un arma. París Riccia, una chica con una mirada ciertamente misteriosa, más no una chica normal. Había algo en ella que podría romper con todo, menos con un corazón leal. Una...