Capítulo IV.

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Me levanté más temprano de lo normal. Había tenido una pesadilla y me dolía la cabeza. Ya estaba acostumbrada a tenerlas, me solía pasar bastante cuando vivía en Erudición. Solía soñar con mi madre, ella moría en mis sueños, por una guerra entre facciones. Mi hermana se quedaba sola y no lograba escapar... Un incendio.

Ese mismo sueño se repetía una y otra vez. Siempre era lo mismo. Pero esta vez, me levanté un poco nerviosa. No era la pesadilla de siempre, esta era diferente. Estaba en Osadía, todos parecían robots. Gritaba y gritaba, pero nadie me miraba. Me sentía sola, estaba sola. Y luego me encontraba a Cuatro, se acercaba a mí y me acariciaba la mejilla. Pero luego... me decía que no era lo que aparentaba, que era peligrosa, que solo hacía daño a todos. Que merecía morir.

– Joder.. – Suspiré. Me levanté de la cama, estaba sudada y con la respiración agitada. No sabía qué hora era. Me vestí rápidamente y caminé sin rumbo. Subí unas escaleras que me llevaron a una terraza. El viento me daba en la cara. – No puedo...

Me senté en el suelo, mientras veía como el sol salía. Todo estaba en silencio. Veía los edificios mientras me imaginaba una vida sin reglas, sin facciones. Una vida libre, libre de lo que soy. Empezaban a salir lágrimas de mis ojos. No quería esto, no había elegido ser diferente, ser peligrosa.

– Eve, ¿qué haces aquí? – Me giré y vi a Cuatro, con su típico ceño fruncido. Me limpié las lágrimas rápidamente y me levanté del suelo.

– Nada. Solo miraba el paisaje. Quería levantarme más temprano. – Mentía. Le miré a los ojos, esos hermosos ojos. 

– Eso mejor se lo cuentas a tus amigos. – Se acercó a mí y me apartó un mechón de pelo y lo colocó detrás de mi oreja. Me aguanté la respiración al tenerlo muy cerca. – No tienes por qué mentirme a mí, osada. – Nos miramos. Mis manos temblaban. No por miedo, me temblaban por un cosquilleo en mi estómago, por sentir mis mejillas enrojecer, por no recordar cómo se respiraba cuando él estaba cerca de mí.

– Tengo... miedo. – Me sinceré. No sabía por qué, solo me sentía bien, segura, a su lado. – Quiero ser una osada, pero no puedo evitar sentirme alejada de esto. Estoy aterrada Cuatro. No me veo aquí. – El miedo me cegaba.

– Todos los trasladados hemos pensado así, hasta los propios nacidos en Osadía. – "Hemos"... Su mano rozaba la mía. Sentía algo, una conexión. Solo esperaba no equivocarme. – Eres una de las mejores. Y lo vas a seguir siendo, lo sé.

– ¿Por qué confías tanto en mí? – Susurré. No quería decepcionarle si luego resultaba ser muy diferente a como se lo esperaba.

– Porque yo también he sido así alguna vez. – Se alejó y miró a su reloj. – Eres una osada, ¿no? Demuéstralo.

Demostrarlo o rendirme.


(...)



– Bien. Hoy veremos si lo que os hemos enseñado, ha valido la pena. – Comunicó Eric, paseándose delante de todo el grupo. Se paró justo delante de mí, mirándome. Parecía que me estaba analizando. – Tris, al ring. Molly, al ring. Hoy os toca pelear. – Eric me miró por última vez y se colocó junto a Cuatro, quien lo miraba con el ceño fruncido.

Tris nos miró, y yo le sonreí, intentando darle ánimos. Cuatro se acercó a ella y le agarró del brazo. Hablaron de algo rápido y Tris subió al ring, bastante confiada. Yo solo miré a otro lado.

𝐒𝐂𝐀𝐑𝐒 || 𝐓𝐨𝐛𝐢𝐚𝐬 𝐄𝐚𝐭𝐨𝐧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora