No sé cuánto tiempo llevaba ahí sentada, en la cama de Cuatro. Todo estaba en silencio, no se oía nada más que el agua saliendo del grifo, mientras Cuatro se limpiaba los nudillos. Mantenía mis ojos cerrados, intentando pensar en algo más que la cara de Al.
Esos ojos en los que tanto confié, esos ojos que una vez me dijeron "gracias", ahora me decían "lo siento". Una disculpa barata, sin sentimiento.
Abro los ojos cuando siento la mano de Tris en mi espalda, intentando darme ánimos. Paso mi vista por la habitación. Me encuentro con la mirada de Cuatro puesta en mí, sin importar nada más. Los latidos de mi corazón se vuelven cada vez más dolorosos, un dolor constante en mi cabeza, en mi cuerpo.
Mi respiración es lo único que escucho al cerrar los ojos y vivir la misma escena cientos de veces. Solo podía pensar en qué podría haber pasado si Cuatro no llegaba a tiempo. Me pregunto si Al habría sido capaz de llegar más lejos solo por un estúpido número, solo por un estúpido puesto.
– Déjame ver. – Cuatro sale del baño, para acercarse a mí agachado, mientras nuestras miradas se conectaban. No hacía falta decir nada más, solo necesitaba su presencia.
– Tus manos. – Tris se unió a nuestra conversación, señalando a los nudillos de Cuatro. Estaban rojos.
– No es asunto tuyo, hay cosas más importantes.
Le pasa una bolsa de hielo a Tris, indicando dónde colocarla y por cuánto tiempo. Yo solo podía centrarme en aquella frase escrita en una de las paredes de la habitación.
"Teme sólo a Dios"
Temer solo a Dios... Puede que la maldad humana sea algo peor, puede que deba temerle a eso. A la traición.
– Hey. – Cuatro agarró mis brazos con delicadeza, para acariciarlos un poco. Me pasó una bolsa de hielo para ponérmela en la mejilla, mientras me curaba las heridas con un paño húmedo y alcohol.
– ¿Estás bien, Tris? – Ella asintió, un poco asustada por el momento. – Siento no haber podido hacer más...
– No, tranquila. Si no hubieras estado ahí, ni Cuatro, ahora estaría muerta.
Cuatro no la mira a los ojos, está demasiado concentrado en mis heridas. Eso me tranquiliza. Solo con su tacto, me llego a sentir mejor. Tris se levanta de la cama, con un pequeño quejido, para así dejar la bolsa de hielo encima de la pequeña mesa que había junto a la cama.
– Creo que debería irme. – Mi mirada se enfocó en ella. Estaba preocupada. – No quiero incomodarte, y me siento mejor, no me han hecho tanto como a ti...
Asiento, mientras le doy una leve sonrisa. Hasta hacer ese mínimo gesto me duele. Ella le agradece a Cuatro y se va, cojeando levemente. Cuando escucho la puerta cerrarse, doy un largo suspiro, mientras cierro los ojos.
Noto como Cuatro para de curarme las heridas, para así acercarse a mí y juntar su frente con la mía. Aun sin mirarle, puedo sentir su preocupación y alivio al mismo tiempo.
– Tengo miedo.
– Tranquila, estoy contigo.
Abro mis ojos y ahí está. Su mirada me da la bienvenida otra vez, y me permito sonreír, aún sintiendo dolor en mis mejillas y pómulos. Nuestras manos están juntas, se acarician mutuamente. Y yo solo siento calor, en el pecho. Siento nostalgia, dolor, rabia, tristeza. Las emociones solo se acumulan cada vez más, pero no quiero llorar, no quiero verme débil.
– Te puedes permitir sentir dolor. – Me dice mientras se agacha para seguir curándome las heridas. – Te puedes permitir sentir. Sentir no está mal. Aquí estoy yo, y no me voy a ir a ninguna parte.
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𝐒𝐂𝐀𝐑𝐒 || 𝐓𝐨𝐛𝐢𝐚𝐬 𝐄𝐚𝐭𝐨𝐧.
FantascienzaUna erudita callada y neutral para algunos; para otros una osada letal, un arma. París Riccia, una chica con una mirada ciertamente misteriosa, más no una chica normal. Había algo en ella que podría romper con todo, menos con un corazón leal. Una...