Capítulo II.

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El día de la Ceremonia de Elección.

Me levanté temprano, como siempre. Pero esta vez no fui a la terraza a leer como cada mañana. Decidí coger el tren, aunque era mi primera vez, no tuve ninguna dificultad. Quería ver la ciudad, quería poder sentir que estaba haciendo lo correcto, quería sentir que iba a ser libre, que iba a ser fuerte.

La brisa chocaba contra mi rostro, mientras una sonrisa, la primera en bastante tiempo, aparecía en mi cara.

– Quiero ser libre. – Suspiré.

Lo serás.

– Quiero ser fuerte, valiente.

Lo serás, aún más.

Escuchaba esa voz detrás de mi oreja, susurrando una respuesta a cada cosa que decía. Ya estaba acostumbrada. Desde ese día en el bosque cuando tenía nueve años, la he podido escuchar. Al principio pensaba que estaba loca, que eran imaginaciones mías. Pero cada vez que lo pensaba, la voz aparecía para decirme que no eran mis imaginaciones. He sabido convivir con ella. Supongo que ya tengo asimilado que estoy loca.

Osadía. Siempre has sido parte de ella. Siempre has sido una Osada.

– No lo sé... Puede que tengas razón.

Siempre la tengo.

– Bien, no vuelvo a decir nada. – Me reí, para después suspirar, intentando relajarme. – Es hora de volver.


(...)


– Cariño, ¿estás lista? – Preguntaba mi madre detrás de la puerta de mi habitación. – Llegaremos tarde si no salimos ya.

– ¡Voy! – Grité, terminando de alistarme. A veces pensaba que era demasiado egoísta de mi parte pensar en dejar la facción. Dejar a mi madre y a mi hermana, y bueno, a mi padre. Intentaba autoconvencerme de que una vida como erudita no estaba tan mal. Una vida seria, formal.

– Paris, vamos a salir ya. – Avisó mi hermana pequeña. Ella era la razón por la que quería quedarme, pero mi corazón y mi libertad interior me decían que debía separarme de ella.

Después de unos minutos, llegamos al edificio donde se celebraba la Ceremonia de Elección. Era enorme, muy alto, con más de veinte plantas. En la entrada me encontré a Bianca. Su pelo castaño y sonrisa destacaban entre la multitud seria de Erudición.

– Hey, Bi.

– ¡Paris! – Me abrazó, típico de ella. – Vamos juntas, quiero sentarme a tu lado.

– Bien, pero estáte en silencio. – Nos reímos. A veces Bianca podía ser muy habladora.

Le miré un buen rato mientras subíamos en el ascensor, después de que nos dejaran entrar un grupo de Abnegados, donde una chica de contextura delgada y pelo rubio atado con un moño, sonreía falsamente. Me paré a pensar en cómo se quedaría Bianca después de la ceremonia: ella esperando a que yo regrese a su lado después de mi elección, volviendo a estar en el mismo grupo, creciendo juntas. Me dolía, aunque intuía que ella sabía que no me quedaría.

Pasamos a una sala enorme, llena de colores por las diferentes vestimentas de las facciones. Las facciones estaban separadas por colores, cada silla del color respectivo de su grupo correspondiente. Había una especie de altar, donde se encontraban cinco cuencos diferentes, uno para cada facción, con sus elementos representativos: piedras grises para Abnegación, brasas encendidas representando Osadía, tierra para Cordialidad, agua para Erudición y cristal representando a Verdad.

𝐒𝐂𝐀𝐑𝐒 || 𝐓𝐨𝐛𝐢𝐚𝐬 𝐄𝐚𝐭𝐨𝐧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora