12. ¿Acaso no vas a saludarme?

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—¿Ya es todo?

Pregunté dejando como la milésima maleta que pesaba como un elefante adulto y esperaba con todo mi ser que la respuesta fuera un retundo "sí". Llevé mis manos hacia mi espalda baja e intenté estirarme todo lo posible para poder acomodar mejor mi cuerpo entumecido por el camino largo a la casa de mis abuelos, bueno. Una de las casas de mis abuelos ya que esta solo se usa cuando son fechas muy importantes donde viene toda la familia.

—Creo que ya es todo.

La voz un poco tensa de mi padre me hizo girar la cabeza y mirarle con extrañeza, pero no duró tanto mi expresión al ver a mi padre que cargaba con otra maleta mega gigante y pesada. Mi padre casi se cae de boca al dejar aquella cargar en el suelo de madera color obscura del lobby.

—¿Qué carajo carga tu hermana en estas maletas? —gruñó mi padre pateando ligeramente la maleta que hace segundos cargaba—. ¿Un jodido muerto? —preguntó.

Yo solo me quedé viendo a mi padre que acomodó su cabello negro entre sus dedos peinándolo hacia atrás un segundo, antes de estirar las hebras hacia arriba en un gesto frustrante y cansado de todo lo que tuviera y no tuviera vida alrededor del mundo o la galaxia entera.

—Solo cargo lo necesario, papi.

La voz dulce e inocente de mi hermana me hizo girar la cabeza de inmediato y mirarle mal. Claro como ella solo estaba cargando un par de bolsas con comida que iban para el refrigerador.

—Dejen de ver así a Ariadna.

Ordenó mi madre al entrar al lobby con bolsas en mano. Mis cejas se juntaron al escuchar la palabra dejen, mi mirada se dirigió a mi padre que se encontraba sentado en la maleta gigante de mi hermana y solo rodó los ojos acompañándolo con un bufido antes de levantarse de allí.

—En unos minutos regreso —avisó mi padre a regañadientes.

Mi madre se detuvo en seco al escuchar a mi padre, su pequeño cuerpo giró hacia la dirección de su esposo que se detuvo en medio del lobby y miró a su esposa.

—¿A dónde vas? —le preguntó mi madre.

Mi padre soltó un suspiro y acarició con sus dedos anular y pulgar sus sienes en un gesto de obtener paciencia o tranquilidad.

—Afuera —contestó—. Necesito un cigarro —agregó.

Mis cejas se juntaron al escuchar aquellas palabras siendo abandonadas por los labios de mi padre. Él no suele ser de las personas que fumen. Mi madre abrió la boca un microsegundo tratando de decir algo que calló de inmediato. Solo se limitó a asentir y dejar ir a mi padre.

Mi mirada cayó en aquel hombre que siempre suele jugar con nosotros o trata de hacernos felices, pero ahora se veía tenso como las cuerdas de la guitarra que tengo en mi habitación. Sus pasos eran firmes y secos, su espalda se marcaba gracias a lo tenso de sus músculos y la playera verde bosque que llevaba puesta junto con un pantalón negro. Miré como tomaba de manera brusca la chaqueta negra del sillón de un color blanco aperlado cerca de la puerta que no tardó en abrir y perderse. Estaba tan perdido viendo a mi progenitor que no me percaté que mi madre se encontraba a mi lado.

—Está bastante cansado por el viaje —mi mirada cayó rápidamente en la mujer que se encontraba a mi lado—. Es mejor que tenga un momento a solas —agregó.

—¿Segura? —le pregunté extrañado. Mi padre no suele comportarse así.

Mi madre tomó con cuidado mi barbilla y me obligó a verla, ella me sonrió para luego acariciar mi mejilla con su pulgar con delicadeza y cariño que le caracterizaba desde siempre.

Mi Estúpido ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora