14. ¿Ser O No Ser Pendejo? Ese Es El Dilema

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Miré todo el lugar, era un día soleado. Me quedé viendo por un segundo el cielo hasta que sentí un tirón de mi mano. Dirigí mirada hacia mi mano y una de mis cejas se levantó cuando vi una mano más pequeña que la mía sosteniéndome con firmeza. Seguí el recorrido del brazo que se unía aquella mano y mi respiración se cortó cuando vi un cabello castaño largo que cubría un bonito rostro que tanto me encanta. Ella giró su cabeza hacia mi dirección y sonrió. Pude sentir como mi corazón quiso salirse de mi pecho al ver esa bonita sonrisa.

—¿Por qué me miras así? —ella me preguntó uniendo sus cejas formando una sola.

Una sonrisa se formó en mis labios y sin poder evitarlo llevé mi mano libre hacia su mejilla que toqué con suavidad, su piel era suave, delicada, simplemente perfecta como es ella.

—Es que te ves muy linda el día de hoy —confesé con una sonrisa.

Las mejillas de Emma se tornaron un poco rosadas cuando terminé de decir aquella frase, ella giró su cabeza evitando que la viera, pero mi mano se dedicó a voltear con cuidado su carita para que me mirara.

—No hagas eso —le pedí en un susurro.

—¿Qué cosa? —preguntó confundida.

—Eso... ocultarte de mí —le informé deslizando las yemas de mis dedos hacia su mentón el cual sostuve con delicadeza y alcé su rostro—. No me gusta cuando haces eso.

Los ojos de Emma recorrieron todo mi rostro y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Mis ojos se quedaron trabados en esos bonitos labios color rosa coral, pero no era un tono rojo llamativo, era un más suave, claro y... apetecible. Aun con su mirada sobre mi rostro me incliné hacia su dirección hasta quedar a la altura de su bonita cara. No sé si ella me habló, la verdad no escuché su voz, solo quería hacer una cosa. Besarla. Sentí que el aire abandonaba mis pulmones cuando estuvo sus labios a unos escasos centímetros de los míos, solo un poco más... un poco.

*Riiiiing, riiiing, riiiiingggg*

Pegué un brinco en la cama al escuchar el sonido de la alarma demasiado cerca de mi oído. Me quedé aturdido un poco... ¿Dónde chingados estoy?

Miré todo mi alrededor y bufé al percatarme que me encontraba en mi habitación. Un gruñido salió de mis labios mientras di una vuelta en la cama y me tapaba con la almohada el rostro. Joder, fue un maldito sueño lo que tuve con Emma. En realidad, no la iba a besar. Después de soltar un quejido molesto debido a que la alarma no dejaba de sonar aventé la almohada lejos de la cama y me senté en esta, de seguro tenía cara de pocos amigos, lo apuesto y la verdad no me culparía porque me despertaron en el mejor momento de mi sueño. Giré mi cabeza hacia el maldito aparato electrónico que tenía al lado de mi almohada de dormir y de mala gana lo tomé y desactivé la estúpida alarma.

Me quedé como pendejo viendo el suelo mientras mi mente reacomodaba todos mis datos. Cuantos años tenía, como me llamaba, como jodidos sigo vivo, ya saben cosas estúpidas. Cuando parecí estar mejor me levanté de la cama y fui directamente al baño para bañarme, espero que el agua ayude a bajar ciertas cosas. Aproximadamente quince minutos después ya me encontraba peinado (según yo) y con la ropa donde debía de estar, solo faltaba ponerme el calzado. Me senté en el sillón individual que tenía cerca de mi librero, tomé mi celular para ver la hora y casi olvido algo importante. Entré al chat de Emma y le mandé su respectivo buenos días. Sabía que ella aún estaba dormida, ella suele despertarse casi una hora más tarde que yo para ir al colegio. Al estar listo fui hacia la cocina donde olía delicioso, podía distinguir ese olor donde quiera. Eran papas fritas.

Buenos días, mijo —me dijo mi madre con una sonrisa.

Buenos días, ma.

Le saludé caminando hacia ella donde le sonreí y le di un suave beso en la mejilla. No quería distraerla mucho mientras cocinaba, no quería que se quemara con el aceite hirviendo. Después de saludarla fue hacia el mueble donde suelen estar todos los vasos, tomé cuatro y los dejé en la barra de la cocina. Fui hacia la bandeja donde suele poner mi madre los utensilios de la cocina recién lavados y agarré el vaso de la licuadora con su respectiva tapa. Iba a hacer un licuado de plátano con fresa, a Ariadna le fascinaba ese licuado, así que se lo haría. Cuando al fin tuve todo en el vaso de la licuadora lo licué hasta que quedara listo. Serví en los cuatro vasos una cantidad considerada para luego ir al lavaplatos, lavarla, secarla y ponerla en su lugar.

Mi Estúpido ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora