Detrás de la pantalla [Jinsoo]✔

31~

Mentir de una manera tan cruda y caótica como SeokJin hizo, era una de las peores cosas del mundo.

Algo así, no se podía remediar con absolutamente nada. O no tan fácilmente.

—Jisoo...—Susurró su nombre con delicadeza—Yo puedo... explicártelo...

— ¡No me toques!—La menor apartó la mano del contrario apenas notó sus intenciones— ¿Qué se supone que me vas a explicar? ¿Qué solamente quisiste burlarte de mí?

— ¿Q-Qué? No, no—Negó miedoso, rompiéndose su voz con cada palabra que soltaba—Yo... yo jamás te... te h-haría eso.

— ¿Entonces qué, eh? ¿Qué querías ganar con todo esto? Creí que éramos amigos...—Llevó sus manos hacia su pecho. Había muchas cosas que debía procesar y estar junto con la persona que ocasionó el desastre, no ayudaba en nada—Sabes... sabes qué...—Hizo una pausa, perdida—Debo... debo irme. No... No quiero estar aquí...

—J-Jisoo... e-espera...—SeokJin se acercó inconsciente a la menor, dispuesta a detenerla—Por favor... déjame expli-

— ¡No me toques SeokJin!

El ruido de una cachetada retumbó en las oscuras calles de Seúl.

—No quiero escucharte y tampoco quiero verte—Finalizó sus crudas palabras con suaves sollozos.

Sollozos que rompían el corazoncito de Jin.

Los pasos se alejaban cada vez más de él junto con aquellos llantos que lo hacían sentir culpable y miserable.

Su mano temblorosa se dirigió hacia su colorada mejilla, hipando por lo bajo. Su cuerpo empezaba a sentirse débil, siendo en ese momento que sintió otras dos manos sobre su espalda y hombro.

—Dios Jin, vamos a tu casa—Yuna comentó.

El más alto observó hacia el frente, perdiendo todo tipo de rastro de la jovencita que lograba enloquecer su corazoncito.

Ahora había roto el de ella.

—No es... no es necesario que... me... me acompañes...—Susurró entre hipidos.

—SeokJin, vamos a tu casa—Dijo firme, dando a entender que no lo dejaría solo por nada del mundo.

El mayor sollozó con más intensidad y se refugió en los brazos de Shin Yuna, quien no lo soltó en ningún momento.

Terminó arruinando todo debido al miedo. Ahora ya nada podía ser curado, ni remediado.

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Las pisadas de Jisoo retumbaban en el suelo de madera con rudeza. Con las lágrimas en los bordes de sus ojos, entró a su habitación, azotando la puerta. Sus padres habían salido, así que no tendría que fingir absolutamente nada, para no recibir un tonto interrogatorio.

Tiró su móvil en la cama y se sentó en el borde de ésta. Sus codos reposaron sobre sus muslos y terminó ocultando su rostro con sus delicadas manos. No podía cesar aquel dolor dentro de su pecho, juraba que se intensificaba con el pasar de lo segundos.

SeokJin y Jackson, todo este tiempo, fueron la misma persona.

Mordió cada una de sus uñas, sintiendo el agua salada deslizarse por sus rojizas mejillas. Tragó saliva como pudo, ya que el nudo en su garganta le impedía hacerlo con tanta facilidad.

Le había hablado a Jin sobre aquel tierno chico del pequeño quiosco, y él actuó de manera normal ante eso, hasta incluso un poco indiferente.

SeokJin la conocía.