𝐹𝑅𝐼𝐴 𝑆𝐸𝑁̃𝐴𝐿

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En una pequeña heladería de franquicia artesanal en el centro de la ciudad, Guillermo atendía a los clientes con una sonrisa. La tienda era acogedora, con paredes de colores pastel y vitrinas llenas de helados de todos los sabores imaginables, incluso se encontraban sabores de marcas famosas de bebidas o dulces y golosinas.

Entre los clientes habituales, había uno que destacaba: Samuel. Samuel solía venir todos los jueves después del trabajo, siempre pidiendo un sabor diferente con una sonrisa para Guillermo. Con el tiempo, Guillermo comenzó a esperar esos jueves con ansias, disfrutando de las breves conversaciones que tenía con Samuel.

Un jueves en particular, Guillermo decidió ser un poco más creativo. Pasó gran parte de su turno practicando, moldeando cuidadosamente un helado en forma de flor. Cuando Samuel llegó esa tarde, Guillermo estaba listo.

Samuel pidió su sabor favorito, aquel que solo pedia los pocos fin de semanas que podia escaparse de su obligaciones. Guillermo le entregó el helado con una sonrisa tímida.

-Oh, esto es impresionante. ¿Seguro que es para mí?- preguntó Samuel, sorprendido y con cierta emoción.

-Sí, pensé que te gustaría- respondió Guillermo, sintiendo sus mejillas ruborizarse ligeramente.

Samuel aceptó el helado con gratitud y, mientras lo saboreaba, Guillermo no pudo evitar notar la expresión de alegria en su rostro. Esa noche, Guillermo se fue a casa con una sonrisa, pensando en el siguiente jueves.

La semana siguiente, Guillermo se levantó temprano y preparado, al mediodía se dirigió a la heladería para empezar su turno con una nueva e inquitante idea en mente.

Esta vez, cuando Samuel pidio su helado con el sabor que combinaba al kiwi y la fresa, moldeó el helado en forma de corazón; forma que le tomo tres dias dominar.

Entregó el helado, con nervios esperando que Samuel entendiera el mensaje que intentaba transmitir.

-Este es... una edición especial, para ti- dijo Guillermo, tratando de sonar casual, soltó una pequeña risa.

Samuel tomó el helado, observándolo con detenimiento antes de mirar a Guillermo a los ojos.

-Que lindo ¿Qué significa?- preguntó Samuel, aunque su sonrisa sugería que ya sabía la respuesta.

Guillermo se rascó la nuca, nervioso. -Bueno, quería... quería demostrarte que me importas, más haya que una amistad casual. Que me gustas, Samuel.

Samuel se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Guillermo. Luego, su sonrisa se amplió y dio un paso adelante, clave para hablarle en voz baja, ya que nuevos clientes estaban afuera, decidiendo que pedir antes de pasar.

-Me encantaría si nos conocieramos mejor. ¿Te gustaría salir conmigo este fin de semana? Tal vez podamos averiguar si lo nuestro podría funcionar.

El corazón de Guillermo dio un vuelco de alegría. -Claro, me encantaría.

-Cuando termine mi helado, intercambiamos numeros -ante su último susurro, le guiño con una pequeña sonrisa. Guillermo se ruborizo por completo, rápidamente volteó su rostro hacía los clientes que terminaban de pasar la puerta y se dirigio a la caja, para huir con dignidad.

El sábado por la tarde, Guillermo y Samuel se encontraron en un pequeño café que acordaron que era cercano para ambos. Pasaron horas conversando, riendo y compartiendo historias sobre sus vidas.

Samuel descubrió que Guillermo tenía una pasión por la pintura y que en su tiempo libre le gustaba crear cuadros abstractos inspirados en los sabores y colores de los helados. Era un dato raro, pero tenia sentido sabiendo que él pasaba mucho tiempo en heladería. Comprendía que su inspiración pudiera surgir al servir un gusto, sabía que para artistas es normal encontrale una personalidad, emoción o algo similar a un objeto sin vida.

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⏰ Última actualización: Jul 16 ⏰

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