Historias cortas - Wigetta

𝑆𝑊𝐸𝐸𝑇

La familia Díaz hoy se encontraba en un día en donde sus nervios y alegría eran cosas que no se podían retener, era la unión de su ya no tan pequeña Carol y de su querido novio con él que llevaba más de diez años de relación.

Habían dado un gran paso a su relación tomando la decisión de casarse, y estaban muy ilusionados con este evento, por más que no afectará en nada su relación porque no hacía que ellos se amaran menos o más que antes por que ya sentían que no podían quererse más de lo que ya lo hacían, pero les encantaba tener ese pequeño logro de cumplir uno de sus tantos objetivos que tenian para cumplirlas juntos.

El pequeño Guille de once años, en este caso se encontraba sentado al lado derecho de su mejor amigo Samuel, o bueno, él lo considera un gran amigo ya que lo trata bien, lo hace reir y a veces le daba dulces.

Samuel es el vecino que vive a su derecha, un chico tranquilo de diecisiete años que prefiere jugar con un niño antes que salir con sus amigos del instituto.

[...]

Remontando al día que se conocieron, Guillermo tenia cuatro años y se encontraba en el patio delantero sentado con las piernas cruzadas en el césped jugando con bloques de construcción y unos muñecos de superheroes mientras hablaba consigo mismo. Su madre estaba sentada en la escalera de la entrada "vigilandolo" mientras leía una revista.

Por un momento él había dejado de hablar por que escuchaba ruidos que lo distraian, miró a su alrededor y se dio cuenta que un chico estaba solo en medio de la calle jugando con un balón de fútbol, Guille estaba asombrado con los movimientos que hacía el chico por lo que quedo mirándole un rato largo.

Luego un pensamiento paso por su cabeza y se dio la vuelta para concentrar su mirada en su madre, dudoso la miro un momento para luego intercambiar su mirada hacía el chico, para confirmar que no se fue-Mamá-Murmuró acercándose a ella y agarrandose de las rodillas de ella para hacer puntillas y así mostrarse por encima de la revista.

-¿Puedo jugar con él?-Preguntó apuntando hacía donde se encontraba el castaño haciendo dominadas con el balón-No cariño, él es más grande-Contestó ella dejando su revista a un lado-Pero papá y Carol son grandes y juegan conmigo-Dijo haciendo un puchero, sus ojitos comenzaron a brillar como señal de que estaba a nada de comenzar a llorar.

-Por favor, mami-Susurro mientras la primer lágrima se escapaba de sus ojos, ella suspiró y acercó sus manos a la cara del pelinegro para limpiarle los ojos-Ve, pero ten cuidado-Le advirtió y él asintió antes de salir corriendo en dirección al medio de la calle, era una calle muy poca concurrida pero igualmente su madre quedaba atenta por si algún vehículo pasaba.

-Hola-Saludo alegre acercándose al chico-Me llamo Guille ¿Cómo te llamas tú?¿Puedo jugar contigo?-Dijo con una sonrisa mostrandole al castaño su blanca dentadura-Soy Samuel-Respondio pasandole el balón con suavidad.

Sabía que el pelinegro no sabía jugar pero preferiría jugar despacio a la pasaditas que jugar solo o ir a aburrirse dentro de su casa, después de todo no había tantos niños a los que le dejen salir de su casa en ese barrio.

Pasando los dias y semanas ellos se siguieron juntando a jugar o solo hablar de creepypastas y teorías surrealista o jugar a la consola, exceptuando los días que a Samuel lo castigaban por desobedecer, aunque actualmente lo que les separaba un poco eran las tareas que Samuel tenia, pero él hacía un pequeño esfuerzo para tener aunque sea una hora disponible para Guille.

[...]

-Calla-Le dijo Samuel con una sonrisa en sus labios a Guille, la pareja estaban haciendo el intercambio de votos frente al cura y Guille no hacía más que reírse silenciosamente por todas las curselerias que dijo su hermana. A el castaño siempre le da gracia la forma peculiar en la Guille se ríe y por eso estaba dando lo mejor de si para no estallar a carcajadas.