Sabor a cereza

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Sabor a cereza





Severus no podía apartar la mirada de Harry, quien sin darse cuenta de ese detalle, se deleitaba distraído con unas dulces cerezas que habían sobrado del postre. La entrepierna del mago mayor estaba empezando a sufrir verdaderos estragos ante la imagen de una roja lengua acariciar las redondas frutillas... y luego, con una sensualidad que casi debía patentar, limpiar las comisuras de sus labios con su misma lengua.


Siguiendo ajeno a eso, Harry suspiró largamente pensando en que no se le ocurría ningún tema de conversación con Snape, ¿De qué podían hablar?... ¿Pociones?


Descartado.


Harry no tenía conocimiento de Pociones más que para dos segundos de conversación. Debía haber algo más.


¿Sirius?... bueno, eso sí era algo en común pero no podía considerarse buena idea si la intención era convertir el ambiente en algo romántico... "¡Demonios!" pensó, se suponía que no debía volver a ilusionarse, pero era como intentar contener el agua con las manos. Además, ¿qué importaba soñar un poco? Eso no podía hacer ningún daño si nadie lo sabía.


Tomó dos cerezas que venían juntas atadas por el tallo y las metió juntas a la boca mientras seguía pensando, algo debía ocurrírsele. Con la misma expresión distraída miró a su profesor y notó su mirada fija en él, con sus labios entreabiertos y un semblante voraz en sus ojos.


— ¡Perdón! —exclamó Harry malinterpretando su gesto—. No le he ofrecido cerezas y casi me las acabo, debe pensar que soy un maleducado... ¿quiere?


Severus no podía responder, casi le asustó ver que le era imposible articular palabra y que tuvo deseos de salir corriendo cuando el chico le extendió una fruta. Miró sus dedos embarrados de almíbar... ¡cuántos deseos tenía de hacer con ellos su mejor postre!


— No sea arisco, Profesor... tómela. —insistió Harry cuando el hombre no aceptaba la cereza—. La verdad es que están deliciosas

— No se me apetecen... gracias. —dijo finalmente, obligándose a desviar la mirada y concentrarse en tomar algo de vino que le ayudara a deshacerse de esa sequedad en su garganta.

— ¿Le gustó la cena? —preguntó Harry mordisqueando la cereza que el Profesor se negó a comer.

— No estuvo mal.

— Hay una región en Francia que colinda con Alemania, muy cerca de Suiza también, creo, me gustaría visitarla algún día, es famosa por el Baeckeoffe, ¿sabe que se tarda más de veinticuatro horas su preparación? Supongo que debe haber pociones similares ¿verdad?

— Ya debo irme, es tarde. —le interrumpió sin mostrarse interesado.


Harry iba a protestar, no quería despedirse todavía, y además, por fin se le había ocurrido algo de qué hablar, así que antes de que hiciera nada, le sujetó tímidamente por el brazo.


— Tengo un regalo para usted.

— ¿Un regalo?

— Sí... por favor, espere un momento.


Severus gruñó pero no abandonó su asiento. Harry rápidamente se apresuró y corrió hacia la sala, en pocos segundos estuvo de regreso volviendo a su asiento y colocando una caja de madera de ébano pulcramente pulida frente a Snape.


— ¿Y puedo saber a qué debo el obsequio?

— A nada en especial, pero cuando me lo mostraron pensé que le agradaría mucho tenerlo... ¿porqué no lo abre?


Severus se encogió de hombros y fingiendo total indiferencia jaló de los broches de plata que cerraban la caja. El interior tenía varios contenedores forrados de terciopelo verde mientras que en el anverso de la tapa se dibujaban dos "S" plateadas. No supo cómo no hizo ningún comentario cuando identificó el contenido de los frascos, éstos eran pequeños y podía saber porqué, los ingredientes que había adentro eran verdaderamente escasos.


— ¿Ingredientes para pociones? —cuestionó con una mueca de fastidio que ocultaba los latidos acelerados de su corazón... con lo que tenía ante sus ojos podría hacer filtros poderosísimos que serían la codicia de cualquier mago—. No muy original de su parte, Potter.

— ¿No le agradaron? —preguntó esforzándose por seguir sonriendo aunque estaba preocupado por haber cometido una tontería.

— Me da igual, tan sólo me ahorra ir al callejón Diagon una semana... Supongo que debo sentirme muy halagado por eso.

— Lo lamento, no ha sido mi intención darle algo tan común... creí que eran especiales, me dijeron que...

— Eso le pasa por no poner atención en clases. En fin, si eso era todo, mejor me voy a dormir.


Harry nuevamente quiso protestar, pero el Pocionista salió casi huyendo. Rápidamente, el ojiverde se puso de pie, tomó la rosa que estaba sobre la mesa y corrió a alcanzarlo, le gritó al ver que estaba a punto de entrar en la recámara, y aunque Severus tenía toda la intención de no hacerle caso, de pronto de detuvo sin saber porqué y giró para mirarlo.


Harry sonrió al verlo detenerse y fue a su encuentro ofreciéndole la rosa consiguiendo que el adusto hombre le mirara como si se hubiera vuelto loco.


— Gracias por aceptar cenar conmigo.

— Tenía hambre, eso es todo.

— De cualquier modo, gracias. —repitió colocando la rosa en la mano derecha del profesor que no se había atrevido a sujetarla—. Sé que no he sido el mejor conversador pero me la pasé bien y espero que usted también disfrutara la noche.

— Prefiero las cenas en silencio... así estuvo bien. —le dijo mirando la flor en su mano sin saber qué comentar sobre ese detalle.


Harry sonrió y luego de darse la vuelta para marcharse, se detuvo al escuchar que el profesor le llamaba.


— ¿Necesita algo? —preguntó solícito.


Severus negó suavemente, se acercó y sin decir palabra le acomodó el cuello de la camisa. Harry le miraba sorprendido, pero el profesor no le prestaba atención concentrado en dejarlo perfecto. Un tenue gemido escapó de la garganta de Harry cuando los dedos de Severus rozaron la piel de su cuello. Sintió que perdía piso ante la emoción que ese simple toque le causó y sujetándose del pecho del hombre, pudo percibir los latidos cálidos de su corazón.


Snape terminó con su labor en silencio, iba a marcharse para no demostrar que a él también le había afectado sentir las manos de Harry en contacto suyo, pero el chico le retuvo con suavidad. Sus miradas se entrelazaron por unos segundos, Harry se puso sobre sus puntas para darle un beso en la mejilla, rozando sutilmente la comisura de los labios. Severus no lo rechazó, podía percibir el aliento de Harry con aroma a cerezas, debía saber igual.


Sin saber porqué lo hacía, el Profesor giró el rostro ansiando comprobar su teoría, pero el chico se retiró antes de que pudiera hacerlo. Volvieron a mirarse a los ojos, estaban demasiado cerca, era cuestión de un mínimo movimiento para unir finalmente sus labios. Severus entreabrió los suyos inclinándose un poco, buscando ávido aquella boca roja, pero nuevamente Harry le desvió, aunque en esta ocasión se quedó abrazándose al hombre y apoyando su cabeza en su pecho.



Prisionero de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora