Indiscreciones

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Indiscreciones


Severus abrió la puerta de la habitación con toda la intención de gritarle unas cuantas verdades a ese niño malcriado, irresponsable, iluso, que se atrevía a ponerle una trampa más, aunque lo que en verdad odiaba era saber que había caído como un imbécil.


Pero todo lo que tenía planeado se esfumó ante la imagen con la que se encontró. Harry se encontraba sobre el sofá, durmiendo plácidamente... demasiado plácidamente. Podía verlo de frente desde donde estaba, la posición en la que se mostraba parecía incómoda, con una pierna colgando hacia el suelo y la otra doblada sobre sí misma. Los brazos sobre el abdomen. La sábana que lo cubría se había deslizado y ahora solamente protegía la pierna flexionada y algo de su vientre.


Lo que inevitablemente le llamó la atención, no fue sólo ver que la pierna que caía estaba completamente desnuda y lucía estilizada y firme al mismo tiempo, tampoco su abdomen marcado que subía o bajaba al compás de su respiración, ni el vello oscuro algo escaso que se perdía bajo la sábana... lo que le dejó en su lugar, con la boca abierta y el corazón acelerado fue verlo moverse sugestivamente en medio de su sueño.


Era más que obvio que sus hormonas estaban jugándole una mala pasada. Harry tenía sus mejillas sonrosadas y gemía dibujando una pequeña sonrisa. A veces arqueaba ligeramente la espalda, retorciéndose como un pequeño minino. Para Severus era fácil imaginarse lo que pretendía con aquellos movimientos y también sus mejillas enrojecieron. Iba a regresar a su habitación cuando vio la mano derecha de Harry deslizarse lenta pero decididamente a su entrepierna, y continuó en su lugar, mirando morbosamente.


Snape no era consciente de que sus labios se habían separado y los acariciaba con la punta de su lengua, tan sólo sentía que le era imposible moverse de ahí. Escuchó como Harry susurraba su nombre en sueños mientras gemía y movía su mano muy elocuentemente.


Parecía que la suerte estaba del lado de los mirones, un movimiento de cadera del joven hizo que la sábana terminara de resbalar y cayera al suelo. Severus notó entonces la mano de Harry perdida dentro de su ropa interior, la cual, con los meneos del chico se había enroscado dejando ver la cara interna de sus muslos, una zona que hizo que Severus se sostuviera del marco de la puerta ante el temblor que sintió en sus rodillas.


— ¡Demonios! —gritó Harry incorporándose molesto.


Severus logró retroceder y entrecerrar la puerta antes de que el súbito despertar de Harry le delatara. Se quedó mirando a escondidas como el chico gruñía mientras recogía la sábana y veía contrariado todo humedecido por el orgasmo provocado en sus sueños.


— ¡Maldita sea, Harry! —se reprendía el chico a sí mismo—. ¿Es que no puedes controlarte? Aquí no puedo hacer magia para limpiar esto y al paso que vas terminarás pasándote más tiempo en la lavandería que con él.


Severus no pudo evitar sonreír al escuchar el comentario, iba a cerrar la puerta cuando nuevamente la escena volvió a ponerse interesante y mantuvo la mirada fija. Harry se había quitado su ropa interior y al inclinarse sobre el baúl pudo ver más allá de sus muslos. Arqueó una ceja sorprendido por lo que veía, y que no estaba nada mal, tenía que reconocerlo.


No supo cómo fue que no consiguió retener una suave exclamación de embeleso, pero al mismo tiempo que Harry se incorporaba volteando angustiado en busca del ruido que había alcanzado a escuchar, él logró cerrar la puerta antes de ser visto. Sin embargo, el sonido de la cerradura fue la prueba que Harry necesitaba, y luego de un par de segundos de estupefacción, comprendió lo sucedido.


— ¡Oh por Dios, por Dios, Por Dios! —se lamentaba caminando desesperado de un lado a otro—. ¡Por favor, que no me haya visto, prometo portarme bien... o todo lo bien que se pueda, pero que haya descubierto lo que hacía! ¡Que no me haya visto, por favor!


Apresurado se puso la ropa interior que había alcanzado a sacar del baúl y fue a sentarse de nuevo en el sofá mirando a la puerta de la habitación mientras se comía las uñas con ansiedad.



Prisionero de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora