Seducción no planeada

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Seducción no planeada




Harry despertó asustado cuando sintió que una mano se ajustaba a su cuello y una opresión en el pecho le impedía respirar. Aventó lo que fuera que estuviera haciéndole eso, y aterrado descubrió demasiado tarde que había sido Snape quien terminó cayendo sobre su trasero contra la arena.


— ¡Potter! —gritó Severus molesto, más que por el golpe, por su frustración, ni siquiera había conseguido un pequeño roce antes de que el chico reaccionara.

— ¡Profesor, lo siento, no me di cuenta! —se disculpó apresurándose a ayudarlo a ponerse en pie—. Yo sentí que algo me quitaba el aire.


Severus consiguió erguirse y mientras se quitaba la arena recordó el momento en que acomodó la cabeza inclinada de Harry sujetándole con suavidad por el cuello, tal vez no había sido buena idea intentar acorralarlo con su peso, después de todo el ojiverde era más pequeño que él y en su estado de inconciencia bien pudo haberse asustado realmente.


Respiró hondo para aliviar su coraje, consiguiendo suavizar su expresión, y miró entonces a Harry quien aún se mostraba preocupado por haberlo lastimado.


— ¿Qué estaba pasando? —preguntó Harry confundido.

— Nada... absolutamente nada. Tan sólo intentaba levantarme.


Harry asintió sonriéndole conforme con la respuesta. Confiado en eso, alargó su cuerpo desperezándose del sueño, Severus no dejó de mirarlo, tenía movimientos felinos, como todo perfecto Gryffindor. No quiso pensar en nada, y sorprendiendo nuevamente al ojiverde, le sujetó de la cintura atrayéndole hacia su cuerpo. Harry no supo qué hacer, apoyó sus manos en los hombros del Profesor quien se inclinó hasta quedar muy cerca del rostro del más joven.


— Probablemente... yo quiera besarlo. —le dijo acariciándole el rostro.

— Yo... yo creo que no.


Severus entornó los ojos, Harry le sintió aflojar su abrazo y él mismo terminó de soltarse. Se ofreció a recoger todo mientras el Profesor iba a asearse. El ojinegro no dijo nada, pero se dirigió a la recámara. Harry tan sólo suspiró profundamente y se dedicó a hacer sus tareas matutinas.


Un poco más tarde, al salir de su habitación, Severus vio al joven Gryffindor sentado en su sillón, esperándole para desayunar. Al sentir su presencia, el chico esquivó la mirada, nuevamente muy nervioso por su cercanía. Jamás se imaginó lo que sucedería a continuación. Harry esperaba que Snape le ignorara e hiciera cualquier cosa menos acercarse y sentarse a su lado.


— Tenemos algo pendiente. —aseguró Severus despertando la curiosidad de Harry.

— ¿Ah... sí?


Severus asintió, y con suave delicadeza sujetó la barbilla del aturdido muchacho que le veía casi asustado cuando el Profesor se le acercó dispuesto a darle el beso finalmente. Pero antes de que siquiera pudieran rozarse, el ojiverde desvió el rostro. La frustración invadió el corazón de Severus, interpretándolo como un obstáculo para sus propósitos y jamás de decepción de volver a quedarse con ganas.


— ¿A qué juega, Potter? —preguntó retirándose hasta la ventana, sintiendo como el chico le seguía con la mirada—. ¿A qué me ha traído entonces?

— Yo quiero ese beso más que nada en el mundo, Profesor... pero no así.

— ¿Así cómo? —cuestionó sin entender.


Temiendo sonar demasiado cursi si respondía que lo que quería era un beso de amor, Harry guardó silencio y suspiró entristecido, no creyó que Snape le comprendiera jamás.


— No estoy enamorado de usted, Potter. —dijo el hombre regresando a sentarse junto a Harry—. ¿Pero cómo quiere que me suceda si no me deja acercarme?

— Daría mi vida por la seguridad de que realmente quiere intentarlo.

— ¿No confía en mí?

— En usted sí... en sus intenciones, no.


Severus no pudo contener una sonrisa ante esa respuesta, le gustó saber que no era tan ingenuo como creía... ¿pero cómo decirle que de verdad quería besarlo?.


— Profesor... ¿sigue queriendo regresar con Sirius?

— ¿A qué viene esa pregunta?

— Podemos intentar volver a hablarle a Remus. —propuso con seriedad—. Tal vez si finjo que usted me está lastimando ellos... quiero decir, él, Remus, me crea y rompa las barreras.

— Su padrino realmente estuvo aquí el otro día, ¿cierto? —comprendió, aceptando finalmente la verdad.

— Tal vez, como usted dice, sólo esté fingiendo con Remus y...

— Potter. —le interrumpió de improviso para cambiar de tema–. Usted me dijo que podíamos ir a nadar... ¿eso es ahora posible?

— Sí, claro. —respondió confundido.

— Pues vamos... no hablemos de otra cosa por el momento. Le propongo almorzar después, yo no tengo mucha hambre ahora.


Harry miró por unos segundos a su profesor. Snape se había puesto de pie y le tendía su mano con una expresión en su cara que se asemejaba mucho a una hermosa sonrisa. Fue entonces que Harry decidió relajarse, no tenía caso sufrir por algo que jamás había tenido, y si el amor de Severus Snape no sería jamás para él, por lo menos podría ser su amigo y disfrutar de la compañía que le ofrecía.



Prisionero de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora