Corazones atados

801 61 16
                                    


Corazones atados





Severus unió sus labios a los del joven mago ojiverde. Por un segundo Harry pensó en resistirse, pero no pudo, terminó pasando sus brazos por el cuello de su ex Profesor con suavidad. Su corazón latía apresurado al sentir como el hombre acariciaba sus labios con la punta de su lengua buscando acceso y él se lo brindó enseguida. El contacto de ambas lenguas fue sublime. Por minutos se dedicaron a conocerse, saborearse, respirarse... Harry no quería pensar en nada, sólo en que era feliz, aquel beso era el que siempre había soñado.



[SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS]



Remus y Sirius parecían encontrarse en su luna de miel, disfrutaban de la noche abrazados en el alfeizar de la ventana, mirando el mar oscuro y escuchando las olas romperse sobre la arena. El licántropo suspiraba enamorado al sentir como Sirius aprovechaba cualquier roce para besarle y hablarle palabras dulces al oído.


De pronto, el sonido parecido al zumbido de las abejas los hizo ponerse en alerta. La alarma se había activado, alguien intentaba romper las barreras. Sin pérdida de tiempo, Remus corrió hacia la lámpara para ponerse en guardia, Sirius le apoyó colocándose a su lado.


Cuando por fin las barreras cedieron formando una grieta por la que pasó un anciano de larga barba blanca y túnica azul turquesa, los dos amantes supieron que se encontraban en problemas, ni siquiera era necesario ver su dura mirada para comprobarlo.


— ¿Dónde está Severus? —interrogó Dumbledore furioso.

— Él no está aquí, Albus, así que será mejor que bajes la varita. —respondió Sirius intentando que la sangre no llegara al río.

— ¡La bajaré cuando me digan dónde está Severus!

— Lo sentimos mucho, Albus, pero no podemos decírtelo.

— ¿Quieren que avise al Ministerio de lo que han hecho?... Saben que cometieron un delito y no puedo quedarme con los brazos cruzados ante tal hecho.

— Albus, Severus está con Harry. —intervino Remus intentando conciliar—. No creo que pienses que Harry pueda hacerle daño de alguna manera.

— Eso no es relevante, lo tiene retenido contra su voluntad y eso es lo irreconciliable, así que déjenme hablar con Severus, si él quiere quedarse entonces no me opondré.


Remus bajó la mirada sin saber qué decir, pero Sirius se mantuvo firme en su decisión y negó terminantemente ser quien quitara a su ex amante la oportunidad de encontrar su verdadero amor. Dumbledore no se inmutó, respiró hondo y se dispuso a encontrar el modo de dar con el paradero del Profesor de Pociones.



[SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS][HP][SS]



Severus se encontraba en su habitación, ya habían pasado más de veinticuatro horas y el efecto del despertar de su nido había terminado. Su expresión era muy seria, sentado sobre su cama, movía su mano derecha de un lado a otro consiguiendo que un pequeño cenicero en una mesita cercana imitara los movimientos... por fin iba controlando más su magia y cada vez le era más fácil.


De repente el movimiento de su mano abarcó su brazo y con fuerza hizo estrellar el cenicero contra la pared, pero no le importó. Encogiéndose sobre sí mismo escondió el rostro entre sus rodillas.


"Potter" pronunció débilmente.


Aún podía sentir el beso, nunca nadie le había besado de ese modo, tenía que admitirlo... y también debía admitir que su piel jamás se había estremecido de tal forma. Nunca se sintió tan alegre, tan feliz... tan extraño.


Con Sirius todo era más fácil, eran dos hombres maduros, que disfrutaban mucho de sus sesiones de cama. Lo había llegado a querer y le gustaba estar a su lado, pero... pero nunca un solo beso le afectó tanto.


Y lo peor de todo es que temía haberlo demostrado. El beso que duró varios minutos terminó de improviso, no recordaba bien quien había sido el que se separó, pero al notar la mirada enamorada de Harry y sus dedos acariciándole vehemente los rasgos de su rostro, no pudo quedarse y decir lo que se moría por hacer. En silencio se puso de pie y entró a la recámara de dónde no había salido.


Harry entró entonces de improviso, y Severus se enderezó sobresaltado. Al verlo, rápidamente le dio la espalda para evitar que notara el enrojecimiento de su cara... ¿desde cuándo Severus Snape se sentía tímido?


— ¿Se encuentra bien? —preguntó Harry preocupado—. Escuché algo que se rompía.

— No pasó nada... váyase.

— Está bien. —aceptó al ver el cenicero roto y comprobando que el hombre se encontraba sano y salvo—. La comida estará lista en unos minutos, yo le avisaré.

— No tengo hambre.

— Pero tiene que alimentarse, por favor no se me ponga en huelga de hambre otra vez. —le dijo intentando bromear.


Severus no respondió y a Harry no le quedó más remedio que suspirar y dar la vuelta. Estaba muy angustiado de no saber lo que pasaba por la mente del mago mayor, esa era la primera ocasión que intercambiaban palabras luego del beso. Apenas iba a salir cuando la voz apagada de Severus le detuvo.


— Potter, sobre lo de ayer...

— ¿El beso?... no tiene nada de qué preocuparse, comprendo que se debió al efecto de desinhibición, así que todo sigue igual ¿cierto?


Severus asintió y finalmente Harry se marchó, pero al estar fuera de la vista de su ex Profesor, dejó caer silenciosas lágrimas mientras se dirigía a preparar la comida. No sabía que se podía sentir tan infeliz luego de haber tocado el cielo, pero aprendió de la peor manera. Por su parte, Severus volvió a recostarse, miraba la puerta por donde había aparecido Harry y no sabía qué pensar.


"Era tu oportunidad, Severus, podías haberle dicho que lo amabas y entonces caería rendido a tus pies, o por lo menos, evitarías perder este juego... ¿porqué no lo hiciste? ¿Porqué, Severus, porqué?"


Sin encontrar respuestas a sus propias preguntas, Severus permaneció dentro de la habitación, sin deseos de hacer nada. Por la noche, cuando se resignó finalmente a que no podía seguir encerrado, decidió salir y aceptar la invitación de Harry para cenar. Su intención era sólo eso, cenar y respirar un poco de aire fresco, estaba decidido a ignorarlo, pero en cuanto le vio, algo se estrujó en su garganta y ni siquiera pudo saludarlo.


Harry sonreía, pero sus ojos mostraban una tristeza sin igual, llevaba puesta ya su pijama, para dormir de nuevo en su sillón, abandonando sus planes cuando Severus finalmente le aceptó tomar alimentos con él.


A pesar de que creía tener apetito, al Profesor se le dificultaba pasar bocado pero continuaba intentándolo. A su lado, Harry hacía lo mismo. De reojo, Severus miraba como el joven mago tenía un tenue y casi imperceptible color rosado en sus párpados, comprendió que había estado llorando y que todavía luchaba por contenerse para no hacerlo más.


Severus no entendía de dónde le nacía la ansiedad por abrazarlo, pedirle que no sufriera por él, que era demasiado perfecto para haberse fijado en un horrible, gruñón y amargado viejo. Pero no lo hacía, se tragaba el deseo que quedaba atorado en su garganta despertándole una sensación que hacía mucho tiempo no sentía, algo que ya hasta había olvidado cómo hacer... quería llorar también.


Harry buscaba afanosamente en su mente una idea para poder salir de esa prisión, tenía que alejarse de Snape, liberarlo y liberarse también, aquello ya era demasiado para ambos. Estaba a punto de salir corriendo cuando algo llamó su atención. Intrigado se fijó que su copa de agua vibraba y de pronto se volvía contra él empapándole la pijama. Miró entonces a Snape, asustado de que el hombre le odiara tanto, pero no encontró tal sentimiento en su mirada y cuando Severus sonrió tenuemente una infinita alegría le invadió...


¡Estaba jugando con él!


Más feliz aún que cuando recibió el beso con el que había soñado, Harry arrojó un poco de puré a la camisa del hombre, siendo cuestión de un par de segundos para que ambos se olvidaran de su tristeza y comenzaran una divertida guerra de comida.


Minutos más tarde, Severus salió de bañarse y encontró a Harry cambiándose su pijama en su habitación. El chico se sorprendió al verlo salir tan rápido, o quizá es que él se había tomado demasiado tiempo para cambiarse luego de bañarse primero.


— Lo siento. —se disculpó apenado—. Ya me voy.

— Eso no es necesario, Potter, ya sabe que ambos cabemos perfectamente bien en la cama.

— ¿Está seguro?

— No lo propondría si no estuviera seguro.


Harry asintió y ocupó su lugar en la cama. Severus se le reunió después, y cuando quiso apagar la luz con la magia sin varita, Harry se la sujetó en el aire impidiéndoselo.


— No lo haga con demasiada frecuencia, puede desequilibrarse... para algo existen las varitas, Profesor.

— Pero ahora no la tengo y quiero practicar.


Harry asintió, pero en ese momento se dieron cuenta que sus manos no se habían separado y por el contrario, se entrelazaron amoldándose la una a la otra. Suavemente las separaron, y aunque ninguno de los dos lo manifestó, la sensación de pérdida que tuvieron les hacía sentirse incómodos. Una situación que su inconsciente resolvió cuando se quedaron dormidos y sus cuerpos se buscaron para conseguir que sonrieran al sentirse tan cerca.



Prisionero de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora