Metamorfósis

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Cuando comprendo que me estoy convirtiendo en una joven adulta, siento un vértigo abrumador. Empiezo a nadar dentro de aguas profundas que inundan mi pecho de temor e incertidumbre. Inevitablemente, mis lágrimas se derraman sin permiso y hago un gran esfuerzo por mantenerme a flote. Pensamientos que no controlo escapan e intentan derrumbarme con brusquedad.

No es fácil crecer. Es como habitar en un limbo y no tener ni la más remota idea de qué es lo que vendrá a continuación. El deseo de no equivocarse, de no dar un paso en falso, está presente en todo momento. Si uno no es quien fue, no es quien será y tampoco es quien los demás afirman que es, entonces, ¿quién es uno realmente? ¿dónde se halla esa respuesta? ¿qué se debe hacer para alcanzarla? A veces, la búsqueda se transforma en un arduo recorrido.

Me encantaría convertir este proceso en una experiencia colmada de alegría y adrenalina. Lograr contemplar la noción de todo un universo por descubrir a través del mismo lente que lleva una persona optimista y aventurera. Pero me resulta increíblemente difícil. Tropiezo al intentarlo y, lo que es aún peor, no soy capaz de pedir que me den una mano y así poder levantarme con más facilidad.

Es una etapa de cambios y tiemblo en cada oportunidad que se me presentan situaciones completamente nuevas o que antes concebía como ajenas, a millas de distancia. De repente, entiendo que debo ser yo la actriz principal dentro de una película y, al mismo tiempo, también ser yo la escritora del guion. Me pierdo y no sé por dónde comenzar.

Siento las emociones a flor de piel, como cuando uno es chico y poco a poco va ingresando en la adolescencia. Pero incluso en ese entonces lo teníamos más fácil. O quizá no. La verdad, lo he olvidado.

Hay cosas que empiezo a superar y personas que consigo dejar ir. Aún así, existen instancias en las que creo no estar preparada para lo que podría venir después. Debo terminar de adquirir la madurez suficiente y necesaria que me permitirá avanzar por senderos más elevados. Soy consciente de lo indispensable que resulta no saltearse ningún paso.

Y, así, a pesar de todo, voy. Veo muchas ambiguedades en lo que antes parecían terrenos de luz y me acobardo al percibirme dentro de cualquier encrucijada, desde las más absurdas hasta aquellas con un valor trascendental. La metamorfósis es dolorosa e ineludible. Mi corazón ahora quiere emprender el vuelo.


—La metamorfósis, por Juliana.

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