Es un honor

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Tal y como dijo Selena Gomez: es, en realidad, un honor estar conmigo. 

Y lo es, de verdad lo es. Porque yo también soy una gran persona.

Cometo errores y está bien, forma parte de la naturaleza humana. Equivocarse muchas veces resulta imprescindible para poder aprender.  Crecí intentando alcanzar la perfección. Me esforcé insanamente por ocultar cada una de mis fallas, cada uno de mis tropiezos. Siempre tuve miedo a las burlas y a los insultos. A no tener valía. Era importante que las personas solo supieran de mis triunfos y aciertos, pero no de mis pasos en falso. Y, al final, entendí que todo aquello carecía de sentido. Porque, ¿cuál era el beneficio de tan altísimo costo? Me estaba causando daño, y ese es un precio que nadie tiene por qué pagar. El premio no era suficiente. De hecho, no existía ningún premio. Era una mentira, una falacia construída por mi propio ego en un arrebato por intentar sobrevivir. Y era totalmente en vano: yo siempre estuve viva.

A veces me culpo y no entiendo qué es eso tan sublime y mágico que aquellos que me quieren aseguran ver en mi. Empiezo a sentir que, de alguna manera, los estoy engañando y que les aguarda una decepción. Y me entran deseos de llorar. Siento ganas de retarme por ser una excelente arlequina. Pero entonces descubre que no pueden estar equivocados. Porque quien se equivoca soy yo al creerme esas mentiras, esos inventos fruto de inseguridades ocultas tras la maleza. 

Es que realmente merezco lo mejor. Y es todo un proceso, lo sé. Es sano resbalarse y no tener ánimos de seguir. Pero, por supuesto, también lo es cobrar fuerzas, levantarse y continuar. La valentía se trata de eso. Ser valiente no es sinónimo de carecer del miedo. Ser valiente es avanzar pese a las adversidades, abrazando la fe de que estamos en el sendero correcto. Porque siempre estamos en el sendero correcto. 

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