Una parte de mi

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 Sucede que soy extremadamente sensible. Y muchas veces aquello de naturaleza simple me termina afectando más de lo que debería. No me resulta para nada sencillo manejarlo, sin embargo lo intento. Busco el modo de tranquilizarme, de silenciar esas voces que están en mi cabeza y nadie más parece poder oír. 

 Hay personas que me dicen que soy fuerte. Se asombran ante mi capacidad para afrontar las situaciones duras que me han tocado vivir. Elogian mi entereza y la sonrisa constante que tengo en el rostro. Y es ahí, cuando otros lo mencionan, que yo también logro verlo. Comienzo a formularme preguntas: ¿por qué dependo tanto de la opinión externa? ¿Cómo es posible que sea tan dura conmigo y le quite importancia a mis emociones? ¿Debería modificar esta manera de funcionar debido al daño que me ocasiona? ¿Cómo se modifica algo que está tan arraigado en las entrañas?

 La realidad es que durante el último tiempo sufrí mucho. Y no quería sufrir. Uno nunca quiere sufrir. Admito que me duelen cosas que no puedo manejar. Situaciones sobre las que no tengo ningún control y me encuentro atada de manos y pies. No hace mucho, vi cosas que me dejaron sin respiración. Me ahogué en todas esas lágrimas que no conseguía derramar. Incluso existía cierta culpa porque tampoco me sentía digna de llorar. Eso, creo yo, era lo peor. Lo único que lograba era encerrarme más y ocultar lo que estaba sintiendo, cuando en realidad lo adecuado es liberarse de eso que asfixia. 

 Es común escuchar que todo en la vida tiene una fundamentación. Yo soy de esas que coinciden al cien por cien con esta idea. No creo que nada sea fruto del azar. No, señor. Cada situación que se presenta lo hace con un motivo detrás. De eso se trata existir, creo. De estar aprendiendo continuamente y transformándonos en la mejor versión de nosotros mismos. Lo que decimos que no tiene explicación, sí la tiene. Para dar con ella no hay otra cosa que hacer más que prestar atención a aquello pequeño que late sin parar dentro de nosotros. 

 Todas esas veces que no quise seguir, seguí igual. Y acá estoy. Pude, porque nada me detiene. A pesar de todo, a pesar de mis emociones a flor de piel. No estoy segura de  cómo lo conseguí, simplemente me descubrí respirando, al igual que si estuviera hecha para eso. 

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