Mi naturaleza

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Si creen que voy a sucumbir ante meras ficciones, permítanme decirles que están muy equivocados. Renací, tal y como lo hace el ave fénix. Siempre llevo la fortaleza dentro de mí, como una bandera de guerra. De hecho, es la esencia implícita correspondiente al nombre que me han acuñado: de raíces fuertes. Sin duda, no existe nada capaz de hacerme bajar los brazos. Absolutamente nada, porque siempre estoy dispuesta a continuar, a llegar adónde quiero —debo— llegar. Mi naturaleza es la victoria. Y no me importan sus mentiras. Dentro de poco, ni siquiera seré consciente de ellas. Habrán quedado atrás, como puerto lejano que algún día visité pero que no recuerdo con exactitud ninguno de sus detalles. Esa es la verdad.

A veces me sorprendo de lo mágica que puedo llegar a ser. Algo tan increíble y tan real: la magia. Está ahí, frente a nuestras narices, es absurdo negarla. Gracias a ella, me descubro todos los días. Encuentro retazos de mi alma con los que jamás me había topado. La sensación es extraordinaria. No tiene comparación. Existe un poder que es sólo mío, imposible de replicar. Toco la luz y cada vez siento menos miedo. Al hacerlo, comprendo que llegará el momento en que me convierta en ella. Y el proceso de transformación es inminente.

No más falsedades, háganme el favor —háganse el favor—. Lo único real es lo que llevo dentro. Eso que me hace volar más alto minuto a minuto. Lo que resta es una ilusión. Vayan con cautela, así no se dejarán engañar. No lo olviden: la magia está frente a sus narices.

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