—Solo son marcas, Gunther. No exageres por favor— pido, volviendo a colocar el pañuelo alrededor de mi cuello para que no pueda verlas, aunque muy a pesar, son mucho más que eso, y mi mente aún no lo logra comprender.
—¿Sólo marcas?— cuestiona él, incrédulo, con una sonrisa ladina e irónica —Esas marcas solo significan que alguien puso su boca en tu cuello, los chupones no surgen de la nada—
Vuelve a tirar del pañuelo que cubre mi cuello, para entonces acercarse a mi de una forma peligrosa, pero tentadora a su vez. Mi piel se eriza de una forma nunca antes experimentada cuando lo siento aspirar mi aroma, colocando la punta de su nariz en la piel de mi cuello aún ardido. Esa simple acción me hizo sentir extraña, pero no de una manera agradable.
—No me gusta ver esto en tu cuello— admite como un susurro, con su tibio aliento haciendo contraste con el frío de su nariz en mi piel sensible —Quiero que las únicas marcas en tu cuerpo sean por mi causa, de nuestra unión—
—Detente, bestia— mi mano pesa en su hombro, apartándolo con firmeza —Renuncia a esa posesión absurda, no es de mi agrado—
—¿Qué pretendes que piense al ver esto?— señala nuevamente mi cuello.
—No es mi culpa, surgieron esta mañana sin previo aviso— explico, con fastidio, repitiendo por tercera vez en menos de diez minutos.
Las relaciones formales, o como las etiquetan, "vainillas aburridas", se convierten en un tormento. Los celos y los intentos de control son facetas que simplemente no tolero. Mi capacidad de raciocinio, forjada por la edad y una mente magníficamente desarrollada, me permite discernir claramente lo que debo y no debo hacer, incluyendo las infidelidades. Conozco las consecuencias de mentir y engañar a alguien, y mi madurez me impide sucumbir a tales acciones.
—Y te lo digo en serio, controla tu genio— advierto —Escucha, Gunther, si afirmo que estas marcas aparecieron sin razón, es porque así fue. No tengo motivos para mentirte y, además, son resultado de una alergia; Marisol me lo confirmó—
—Sé que pronuncias la verdad, pero la mera idea de que alguien más pueda tocar tu piel me encoleriza— admite. Su mano aprisiona la mía con una firmeza implacable, acercándola a su boca para depositar un beso, un gesto que se torna inesperadamente delicado —Confío en ti, sí lo hago. Sabría si me fueras infiel—
—¿Qué?— frunzo el ceño.
—En la esencia de los vínculos mates reside la fidelidad; es inconcebible que pueda traicionarte sin que te percataras, ya que nuestra piel actúa como testigo ineludible— explica.
—¿Cómo?— inquiero nuevamente.
—Eres mi mate, así que si en algún instante decidiera sucumbir a la infidelidad, lo percibirías. Surgirían marcas que delatarían mi deslealtad en tu piel, sentirías el contacto de un fuego invisible, acompañado de un dolor agudo aquí— señala su pecho.
Proceso meticulosamente la invaluable información que me ha brindado, contrastándola con la experiencia de esta mañana. Fue precisamente eso lo que aconteció; de manera súbita, mi piel ardía como si hubiera sido impregnada con cera candente, dando origen a esas marcas ineludibles que ni el más hábil maquillaje pudo ocultar.
—¿Estuviste con alguna chica esta mañana por casualidad?— pregunto sin poder evitarlo. La advertencia de consecuencias sombrías planea en el aire, y si ha sido infiel, esta "alergia" podría ser más siniestra de lo que aparenta.
—No, la última vez que estuve con alguien fue a principios de mes, y si no me equivoco, aún no estabas aquí, así que no sentirías la infidelidad aunque quisieras. Solo funciona cuando los lobos se han conocido; en mi caso, mi lobo. ¿Por qué?— acaricia la palma de mi mano con ternura, como si compartiéramos un oscuro secreto.
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Los Marshall #PGP2024
Người sóiEn el sombrío giro de este cuento, Caperucita no se encuentra con un lobo solitario en el bosque, sino con tres bestias voraces que, lejos de querer devorarla, anhelan poseerla como suya. En lugar de temor, nace un amor oscuro entre la inocencia de...