🥀 s e i s 🥀

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—¿Cómo luce mi creación?— Alana repite la pregunta por décima vez en apenas cinco minutos desde que ingresó a mi habitación.

—Indudablemente hermosa— me refiero a la caja meticulosamente decorada para la lechuza que Alana y Lucas descubrieron en el bosque horas atrás. Finalmente, encontramos la caja; bueno, Lucas la ubicó en el ático mientras yo debatía con su amigo sobre el apodo que me endilgó. "Muñequita diabólica", detesto ese apodo.

La caja refleja la amalgama de los gustos de Alana: rebosante de pegatinas con unicornios, hadas y un exceso de purpurina en todos los rincones. Estoy convencida de que cuando la lechuza se encuentre dentro, pensará que está en una discoteca; no puedo quitarme la idea de que aprenderá a bailar música disco de un momento a otro.

—¡Es simplemente encantadora!— exclama con emoción al contemplar su imagen en el espejo. Mi visita inicial era solo para peinarla, pero terminé creando dos moños altos con trenzas en las puntas, adornando su cabello castaño con lazos en tonos de rosa que combinan con el vestido que eligió. Por cierto, el rosa y el magenta son sus colores favoritos.

Con destreza, doy un ágil salto para atrapar la delicada fragancia en el aire. Su encanto se apodera de mi olfato, provocando una sonrisa; este perfume es uno de los pocos que mi nariz tolera, evitando así las molestias alérgicas. Pareciera que mis progenitores no me dotaron con la pasión adecuada, ya que soy propensa a alergias y enfermedades. Como una esponja, absorbo todo a mi alrededor; si alguien en casa contrae gripe, pronto me veo afectada, experimentando el malestar duplicado.

Alergias se manifiestan ante animales, ciertos perfumes e incluso el amor. Aunque este último detalle es ficticio, mi propensión a reacciones alérgicas abarca casi todo en mi entorno.

—Venga, princesa, muestra tu hermoso peinado con Marisol. Yo aún debo arreglarme— le digo a Alana, quien corre hacia mi habitación buscando ayuda con entusiasmo. Sin demora, se va mencionando a su nuevo amigo animal, Tuti.

Cierro la puerta tras ella y suspiro. Alana, convertida en una niña caprichosa y mimada, es el resultado de mis propias decisiones; ahora, enfrento las consecuencias de mis acciones.

Observo la elección de mi atuendo sobre la cama, optando por un abrigo azul de lana, regalo materno de mi adolescencia que aún brinda calor y encanto. Un pantalón gris, de mi agrado, se suma al conjunto, acompañado por calcetines reconfortantes. Mis pies, desafiando el frío, se calzan con unas simples sandalias, sin importar la visibilidad de los calcetines; después de todo, estoy en casa.

Vestida, me dedico a peinar mi cabello, desenredándolo con habilidad y dejándolo suelto para brindarme mayor calidez.

Salgo apresuradamente de mi habitación con el teléfono en la mano, absorta en los mensajes de WhatsApp, Instagram y Facebook. Las notificaciones inundan la pantalla, recordándome la volatilidad de las relaciones. "Nunca te cambian por algo mejor, solo por algo más fácil", pienso con cierta resignación.

—Si te tropiezas, no dudaré en reírme, Anabelle— escucho la voz de Lucas, con sus ojos oscuros examinándome de arriba abajo. Su gesto me recuerda a la mirada juzgadora de mi padre, una comparación que rechazo de inmediato.

—Pues que te sea de provecho— le respondo con sarcasmo, intentando pasar junto a él, pero me sujeta del brazo para detenerme.

—¿Ahora qué quieres, fastidioso?— mi tono refleja mi irritación.

—"Fastidioso", un apodo encantador sin duda— replica con sarcasmo —Solo trato de advertirte que caminar distraída con el teléfono es peligroso, podrías caerte. Deberías considerar mi consejo y desconectar un poco—

Los Marshall #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora