🥀 c u a t r o 🥀

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—¿Entonces está todo bien?— la voz de mi madre susurra a través del teléfono. Observo a mi hermana jugar con Lucas y su amiga, la escena parece pintada de felicidad artificial. Mi madre parece satisfecha con sus decisiones, pero yo no puedo compartir ese sentimiento. Solía ser la niña que disfrutaba de ser lanzada al aire, pero ahora, en este lugar distante, las risas tienen un matiz de amargura.

—No del todo. No quiero estar aquí, y lo sabes— respondo, sintiendo la pesadez de mis palabras. Un suspiro resignado llega desde el otro lado de la línea.

—Anabelle, es necesario que te quedes con tu tía un tiempo. No puedo darte explicaciones ahora, pero te prometo que todo tiene una razón. Por ahora, solo te pido que cuides a Alana— pide, como si eso pudiera llenar el vacío de incertidumbre en mi pecho.

—Mamá, no tienes por qué pedirme algo que haré de todas formas— respondo con un tono más sombrío —Alana es mi vida, sabes que la cuidaría aunque no me lo pidieras. Lo único que quiero es que me digas por qué nos hemos mudado prácticamente al fin del mundo, y ustedes se quedaron allá— mi molestia resuena en mis palabras. Con 18 años, siento que merezco respuestas. —Sea lo que sea, yo podría ayudar. No tenían por qué excluirme de esa manera—

—Anabelle, lo que está ocurriendo no se compara a las discusiones habituales con los vecinos, y no puedo revelarte más detalles— se escucha levemente molesta
—Por favor, no intentes escapar y venir aquí. Te conozco lo suficiente como para saber que eres capaz. Sigue las indicaciones de tus tíos, sé amable con todos y trata de moderar tu personalidad—

—¿Qué quieres decir con "moderar mi personalidad?— alzo una ceja, aunque no puedan ver mi expresión.

—Descarada— ruedo los ojos. Sí, definitivamente soy yo, sin filtro al hablar y expresar mis pensamientos —Te llamaré más tarde o mañana, cuando encuentre tiempo. Asegúrate de que tu papá esté en casa para que puedas hablar con él; te extraña—

—Si no me hubiera enviado lejos, no me extrañaría— vuelvo a escucharla suspirar, pero sé que tengo razón, y ella también lo sabe.

—No comiences de nuevo, Anabelle. Te llamo luego, hija. Te amo— sonrío.

—También te amo, mamá— respondo.

Corté la llamada, una opresión en el pecho revelaba la angustia. Mis padres sumidos en problemas, mientras yo me veía obligada a representar la farsa de una familia feliz con unos tíos lejanos. El impulso de tomar el primer taxi de vuelta a la ciudad para ayudarlos era abrumador, pero Alana estaba conmigo, y no podía dejarla con nadie, ni siquiera con familiares lejanos. Llevarla conmigo no sería seguro si los problemas de mis padres eran tan graves para una niña de cinco años.

No puedo quedarme inactiva, pero estoy atrapada entre el deseo de ayudar a mis padres y la responsabilidad de cuidar a Alana. ¿Debería empezar a trabajar y enviarles dinero? No parece ser un problema financiero. ¿Podría ser algún cartel de drogas? No lo sé, ninguno de mis padres tenía adicciones más allá del café o el tabaco, y las pastillas que tomaban eran recetadas. ¿Entonces, qué está sucediendo?

—¿Problemas en el paraíso, Anabelle?— Lucas se acerca, sin Alana a su lado. Su amigo está con ella, lo cual no está mal; jugará y se cansará para dormir sin hacer muchas preguntas sobre mamá y papá —No me tomes como chismoso, pero ¿Puedo saber qué te sucede?—

—No lo sé— suspiro —No eres chismoso. En tu lugar, también lo preguntaría. Simplemente, no tengo respuestas. Mis padres no me explicaron por qué me enviaron al pueblo más apartado con una familia que ni conocía, sin ánimos de ofender— aclaro.

Los Marshall #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora