―Peleas familiares ―leyó Dumbledore.
Ara se quedó despierta hasta la madrugada pensando en todas las posibilidades que tenía y todas las cosas que podían pasar si ella les confesaba su secreto. Pero eran sus mejores amigos, y sabía que no iban a reaccionar mal. Pero... ¿y si no le creían? ¿Y si la trataban mal? ¿Y si dejaban de ser sus amigos?
Además que tenía el presentimiento que sus amigos no eran solo unos magos.
―Mierda ―se quejó Roseanne en voz baja.
Había algo más... algo oscuro, algo peligroso. Y esa voz que quería acabar con ella. ¿Qué era y cómo sabía su secreto?
Ara no sabía que hacer.
Dana y Rose estaban preocupadas de Ara. La oyeron toda la noche llorar,
―Uy, pobrecita ―dijo Hermione―. No debería pasar por eso sola.
Más de uno le dio la razón.
y cuando la quisieron consolar, se dieron cuenta que ella se había encerrado, literalmente, pero al parecer se le olvidó silenciar su espacio.
―¿Sigue durmiendo? ―preguntó Rose a Dana cuando la vio en los sillones de la sala común.
Dana asintió, despegando por unos segundos la mirada de su libro.
―Pero debemos investigar de todos modos ―dijo Dana tras unos segundos de silencio. Luego suspiró, puso su marca paginas y cerró su libro―. Ahora. Anda a buscar a Albus y Scor.
Rose asintió. En menos de cinco minutos, los cuatro chicos estaban caminando hacia la biblioteca.
―¿Y Ara? ―preguntó Albus frunciendo el ceño.
―¿Y ese interés? ―se burló Roseanne de Harry―. Mira que a tu hijo le gusta Ara.
―No ―dijo Lyra―. Todos sabemos que a Albus le gusta Dana.
―Durmiendo ―contestó Dana.
―Ha estado todo el día durmiendo ―añadió Rose.
―Ojalá no le haya pasado nada malo ―murmuró Scorpius, mordiendo su labio con nerviosismo.
Sus amigos asintieron con la cabeza.
―Cuando oíste la voz... ¿viste que Ara también escuchó? ―preguntó Scorpius a Albus, intentando atar cabos. Albus asintió―. Tal vez, ella está así por lo que dijo la voz. Andrew ya mencionó algo sobre mestizos, tal vez es él el que quiere atacar Hogwarts...
―Ara escuchó algo más ―dijo Dana de pronto―. Ella estaba realmente asustada.
Rose suspiró.
―Hay algo que Ara no nos está contando.
―Exacto. Ahora hay que esperar que cuente toda la verdad ―dijo Hermione.
Dicho eso, los cuatro chicos se quedaron en silencio. No tardaron mucho en llegar a la biblioteca. Para su suerte, no había tanta gente. Como siempre, los cuatro se sentaron en la mesa más alejada de todas, en donde tenían más privacidad.
―Algo está pasando con Ara ―dijo Dana, sacando un libro de encantamientos―. ¿Qué hacemos?
―Podemos hablar con ella ―opinó Albus.