Isabela le dio un beso en la mejilla a Allen antes que este entrara en el bus en dirección a la escuela, encontrando que estaba un poco caliente. No era por el ambiente. Quizás le estaba por dar un nuevo ataque.
El cuerpo del niño no era tan fuerte como parecía. Solía enfermarse con mucha facilidad y siempre terminaba en fiebres medias o altas con mucha facilidad. Aun con todos los tratamientos que se le habían puesto y las constantes consultas no habían encontrado alguna causa para ello. Allen podía estar bien y tener fiebre 10 minutos después sin otro síntoma.
En las primeras veces Isabela había creído que era debido a que su amiga no se había cuidado mucho en los primeros meses de embarazo y a que era muy joven cuando lo tuvo. Sin embargo, a esa altura no sabía. Debido a eso y los altos costos de los medicamentos, la deuda que ella tenía con el hospital era tan grande que hasta ella misma se impresionaba y lo que más terror daba era el interés por retraso para no pagar. Ya la única razón por la que lo atendían era porque era un niño. Y esa una de las razones por las que ella no había podido atender su condición. Mas no importaba Allen era primero.
Ese día ella había querido que se quedara en la cama, incluso se vio tentada a llamar a su jefe y ver el contrato otro día, le preocupaba que colapsara en algún momento, pero Allen había insistido mucho en ir a la escuela. Al final había cedido con la promesa de irlo a buscar en cuanto terminara.
Media hora de que se quedara sola escuchó la bocina de un auto y aunque no era el mismo que la había llevado de regreso el día anterior, que un auto de ese calibre estuviera allí solo significaba que la habían ido a buscar. Llenó sus pulmones de aire. Ese era el momento.
***
Giovani estaba de un humor especial esa mañana, pero sobre todo inclinado a cortar la cabeza del que se le cruzara delante. Las razones, primero había recibido una llamada de su familia donde tenía que llevar a su supuesta prometida al final de la semana para ser inspeccionada por el doctor de la familia para que asegurara que ella era verdaderamente virgen. Y de esa forma poder comenzar con los primeros pasos del testamento. Él ya era consciente que su primo también estaba detrás de su fortuna y estaba convencido que haría todo lo posible por destruir sus planes. Esa era la razón por la que había puesto sus ojos en Isabela. Se notaba que era una mujer fuerte capaz de superar lo que quisiese, por lo que de seguro se mantenía firme. Igual, odiaba cuando otras personas querían controlarle la vida de aquella forma, porque si fallaba de seguro lo humillarían como hace tiempo deseaban.
Si a todo eso se le sumaba la discusión que había tenido con Samantha pues era un milagro que su presión estuviera estaba. La pelea entre ellos había sido tan brutal que a esa altura no sabía si todavía eran pareja o no. Ella no había tomado muy bien los planes que él tenía, y mucho menos que fuera a ser Isabela la que tomara el lugar que ella tanto anhelaba.
Fue durante más de una hora y hasta él mismo pensó que perdería el control. Ella había dicho tantas cosas que no podía recordarlas, y él... había apretado sus labios tan fuertes que ahora los tenía heridos para no llegar a faltarle el respeto y decirle lo que ella necesitaba decir. Fue entonces que se había dado cuenta que la relación de ellos dos no era tan estable como él se imaginó.
Un tiempo entre ellos mientras él resolvía el asunto de su familia quizás era lo mejor. Ya después vería como se desarrollaban los hechos.
Sintió que su puerta era tocada y se sentó en la cama corriendo su cabello hacia atrás.
-Pasa- ordenó con voz grave. No había dormido mucho.
Kamil entró, ya vestido y preparado.
-Buenos días, su baño ya está listo, como su ropa y su desayuno.
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Como estafar al Ceo siendo virgen
RomanceGiovani, solo necesita dos cosas para mantener su posición de Ceo. Primero, una mujer virgen con una edad específica. Y segundo, que se mantenga así al menos los dos primeros meses del casamiento. Absurdo ¿verdad? Pero si cumple con esos objetivos...