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No miró atrás, presa del pánico. Ni siquiera tomó en cuenta como era mirada por los que estaban a su alrededor. Ella, con el cabello alborotado, sangre en su boca, que bajaba por su barbilla y machaba su blusa, su rostro lleno de lágrimas y corriendo como si su vida dependiera de ello. Y era así. Había mordido el miembro de ese hombre con toda la fuerza que había podido, aunque sabía que solo le había provocado un poco de daño. No sabía y no miraría a atrás para comprobarlo.

Todo su instinto le decía que corriera, lejos de allí. Si era atrapada, hasta Giovani correría peligro.

Sus piernas dolían por correr con los zapatos altos, donde uno quedó a mitad del camino en algún lado, rompiéndose la fina media panty. No lo sintió. La respiración en su pecho dolía, y su vista se difuminaba de correr tan rápido que tuvo que detenerse escondiéndose detrás de un latón de basura en un callejón. Se abrazó el cuerpo temblando tanto que pensó que sus dientes se partirían entre ellos. Estaba aterrada, sumamente aterrada. Las lágrimas bañaban su rostro y aun así contenía los sollozos, solo por si el sonido pudiera atraer a su agresor.

No supo cuánto tiempo estuvo allí escondida, pero debió ser bastante para sentir como la sangre estaba ya seca en su piel, algo desagradable. Se sentía asquerosa, sobre todo, en el interior de su boca. Había tenido el miembro de ese hombre dentro y no pudo evitar, ahora con la mente más fría, girarse hacia atrás y vomitar todo el desayuno siguiéndole largas arcadas.

Otra vez comenzó a temblar, pero se contuvo de volver a llorar. Debía recomponerse y analizar mejor la situación. Lo único positivo era que el hospital no estaba en su camino regular. Y ella no solía salir mucho. Además, ahora que Giovani le había puesto auto y chofer, no tendría que estar recorriendo las calles. Así que solo tenía que limitarse a su trabajo y la casa del Ceo. Y por parte de Allen, que se limitara a la escuela, que al menos al ser privada, los datos de los alumnos que estudiaban en ella era confidencial. Al menos dentro de los terrenos demasiado custodiados, él estaría a salvo. Ya Samuel sabía que estaba en esa región y era un hombre con una habilidad para encontrar personas que parecía casi irreal, solo que esta vez ella no estaba sola. Él no se atrevería a invadir la propiedad de Giovani. Quizás esta vez incluso el matrimonio la salvara de esas personas.

Ella respiró profundo unas cuantas veces, intentando controlar las ganas de vomitar de nuevo y sintiéndose un poco mejor después de comenzar a ordenar las piezas. Se miró un poco y se dio cuenta que llamaría mucho la atención si salía en esas condiciones. Había estado bastante tiempo escondida, el chofer debía estar preocupado o la debían estar buscando. Sacó su celular para poder enviarle un mensaje, aunque mirando hacia los costados se dio cuenta que no sabía dónde se encontraba.

Había corrido realmente rápido y sin una dirección fija. Se levantó tambaleándose y con las piernas acalambradas para inclinarse hacia adelante, buscando en la salida del callejón alguna señal como punto de referencia, cuando... una mano se posó pesada sobre su hombro. Isabela iba a gritar, pero se llevó la mano a los labios.

La bilis subió por su garganta al apretársele el estómago del miedo.

-Soy yo-

La voz que sonó fue tranquilizadoramente familiar. Su cuerpo perdió fuerza y tuvo que sostenerse de la pared para no desmoronarse. Era el chofer. Verlo le hizo sonreír de alivio y necesitó de la ayuda del hombre para mantenerse erguida.

-¿Se encuentra bien? ¿Está herida?- al ver el estado de ella este se alarmó.

Isabela asintió con la cabeza.

-Esta sangre no es mía. Lo mordí muy fuerte para poder escapar- no dio más detalles del acontecimiento, recordarlo era lo menos que necesitaba- Por favor, llévame a la casa- ella casi le suplicó.

El chofer asintió con la cabeza y la ayudó a caminar hasta el auto, estacionado al final del callejón, dado que las piernas de ella temblaban. Ella, antes de entrar miró a cada lado, casi de forma paranoica buscando a Samuel, mas no lo vio. Entró rápidamente y se encogió en el asiento sintiéndose de alguna forma más protegida. Los cristales polarizados cubrían toda su presencia. El chofer arrancó poco después.

-¿Cómo me encontraste?- ella le preguntó abrazándose a sí misma.

-Por el GPS de su celular- él confesó y recordó que Giovani le había comentado de ello- Todos los trabajadores que estamos en movimiento estamos enlazados a la línea principal del Ceo, en caso que ocurra incidentes como este estar localizados. Ha funcionado muy bien y nos ha ahorrado dolores de cabeza.

-¿Esa línea es segura?- ella hasta desconfiaba de eso ya.

-Sí, muy segura. El Ceo tiene contacto en el gobierno y gracias a eso puede acceder a ese servicio que solo es preparado para grandes cargos. Es una red muy privada y se necesita una contraseña especial para acceder a la aplicación que da la ubicación de cada uno. Así que no se preocupe. Solo pocos sabemos las contraseñas que son cambiadas con regularidad. El Ceo es muy riguroso en ese tema.

Ella hizo un sonido de afirmación con la cabeza.

-Lo de hoy, podrías no contárselo a Giovani. Era solo un simple asaltante- ella le pidió.

El chofer se detuvo en un semáforo en rojo y la miró por el retrovisor.

-Lo siento, pero sabe que no puedo hacer eso. Es parte de mi trabajo.

Ella frunció los labios con fuerza.

-Yo se lo contaré cuando personalmente cuando regrese de viaje- insistió- Él ahora está trabajando y puede ser un problema. Después de todo, ya pasó.

EL chofer siguió el camino después de asentir. Aun así, Isabela no se quedó muy calmada. Ellos eran fieles a Giovani, de seguro se lo contarían y ella tendría que ver de qué forma trataba con el tema. Lo menos que quería era que él se enfrentara a esas personas. Podía terminar muerto si ellos lo deseaban. La idea le hizo palidecer.

***

Cuando Allen fue recogido en la tarde no se encontró con Isabela en la parte trasera del auto. Al regresar a la casa fue informado que ella estaba acostada que solo se encontraba cansada. No le habían mencionado el asunto del asalto que pronto había sido regado en la mansión. Era un asunto delicado para un niño.

Él no la molestó y después y hacer su tarea y de comer fuera de la habitación dado que Isabela estaba durmiendo escuchó como alguien tocaba la puerta. Salió de la biblioteca donde estaba. Vio a una de las empleadas con una bandeja de comida.

-Yo se la dio- le dijo extendiendo los brazos- Bela no suele comer si está cansada.

La empleada sonrió y lo dejó en manos de él. Allen cerró la puerta con el pie luego de entrar y caminó hacia la cama. Dejó la bandeja encima de la mesita de noche y se subió sobre el colchón, gateando hasta ella.

-Bela, Bela- la sacudió por el brazo- Es hora de comer.

Ella hizo un sonido con la garganta de incomodidad, abriendo los ojos lentamente. Ver el rostro de Allen, después de todo un pésimo día le hizo sentirse medianamente mejor. Alzó los brazos y lo abrazó atrayéndolo hacia él. Allen era lo que la mantenía en pie y lo protegería pasara lo que pasara.

-Bela ¿qué ocurre? - el niño preguntó sabiendo que ella lo abrazaba de esa forma cuando ella no estaba del todo bien.

-Nada- simplemente respondió.

***

Giovani dejó caer su celular sobre la cama secándose el cabello con una toalla. La bata de baño aún se pegaba a su piel, húmeda después de la ducha. Rechinaba sus dientes con fuerzas de lo molesto que se encontraba. Su maldita familia siempre haciendo de las suyas. Tendría que mover las fichas más rápido de lo que pensó.

Agarró de nuevo el celular para llamar a Isabela para darles las noticias y las indicaciones de lo que tenía que hacer cuando el celular sonó. Era su chofer y su ceño se frunció. Este tenía indicaciones de contarle si ocurría algo fuera de lo común. Así que respondió para escuchar que tenía que decir.

Al colgar solo le quedaba una cosa por hacer.

-Kamil- llamó al otro hombre.

El guardaespaldas no le tomó más de cinco segundos aparecer en la habitación- Nos volvemos a mi mansión.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora