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Isabela no apartó su mano. La dejó allí, aunque la temperatura contra su piel era un poco incómoda, y más que eso, le preocupaba el estado de él. Sabía que había sido atendido y de seguro los medicamentos ya administrados, pero aun así no podía estar tranquila.

-No me voy a ir. Tengo que mojar de nuevo la banda para ponerla sobre tu frente y también secarte un poco. Estás empapado en sudor.

-¿Tú lo vas a hacer?- la pregunta de él sonó bastante grave.

-Soy la única que está aquí- e Isabela no hablaba arisca como siempre, más bien usaba un tono suave y en voz baja dado que a él debía dolerle la cabeza.

Los dedos de Giovani dejaron su mano, aunque no volvió a dormir. Isabela fue al baño y además de mojar la banda agarró una toalla. Después se dirigió al closet y proactivamente tuvo que adivinar donde estaba la ropa de dormir donde tuvo para escoger. Cómo malditamente un hombre tenía tanta ropa.

Volvió de nuevo a la habitación encontrando que Giovani se había sentado en la cama recostando su espalda contra el respaldar de esta. Se apretaba el entrecejo.

-¿Te duele mucho?- Isabela dejó las cosas sobre la mesita de noche preocupada.

-Solo un poco más de lo normal- dijo él con un jadeó- Puedes alcanzarme el agua.

Ella lo hizo y Giovani bajó el contenido del vaso rápidamente. Un hilo de agua bajó desde su boca por su cuello e Isabela lo siguió con la mirada. Después sacudió la cabeza despejando cualquier pensamiento impropio que quisiera aparecer.

-Vamos a secarte y cambiarte primero- ella devolvió el vaso a la mesita y agarró la toalla.

-¿Tú lo harás por mí?- la pregunta del Ceo tuvo aquel toque coqueto que solía soltar cuando quería embelesarla.

Isabela entrecerró los ojos.

-Tenía pensado que lo hicieras por ti mismo dado que tienes ganas de coquetear en tu estado ella estiró su brazo con la toalla.

Giovani sonrió de lado. Se sentía mejor ahora que Isabela estaba allí. En vez de agarrar la toalla lo hizo con la muñeca de ella y tiró para sentarla en el borde de la cama. Ella soltó un leve chillido.

-Estoy enfermo, por esta vez hazlo tú- él inclinó la cabeza exagerando un poco más de lo normal que estaba enfermo.

-Estás jugando sucio- protestó Isabela pero de igual forma sus dedos se dirigieron a los botones de la camisa de Giovani, esta se pegaba a su piel y de seguro era incómoda.

Fue desatando cada uno de los botones sintiendo el peso de la mirada de él.

-Ni se te ocurra tener pensamientos impropios por esto. Solo voy a secarte. No haremos más nada- ella no quería hacer contacto visual con él porque de seguro la invadiría la vergüenza. Prácticamente le estaba quitando la ropa y eso le hacía recordar a ella muy bien como ellos habían terminado tras acciones de ese tipo.

-Yo no he dicho nada.

-No sueles precisamente hablar cuando tienes ese tipo de planes en la cabeza- refunfuñó ella.

Giovani soltó un bufido y alzó su mano para acariciarle la mejilla. Eso hizo que esta vez ella lo mirara.

-Realmente no me hubiera pasado por la cabeza que tú estuvieras aquí conmigo.

-Estás enfermo y en parte porque fuiste con nosotros y te mojaste. Cubriste a Allen con tu chaqueta para que él no se enfermara.

-Aun así es bueno tenerte aquí.

Isabela alzó la mano y palpó la frente de él.

-Si, aún tienes fiebre. Dejemos que todo lo que hables será a consecuencia de ella.

El azul de los ojos de Giovani se hizo más intenso como si se hubiera molestado.

-Estoy enfermo, no loco mental. Estoy bastante consciente de lo que digo.

Isabela tragó en seco y en vez de responder siguió con su tarea. Había momentos en que ella no podía hacerlo, y más ahora que se encontraba confundida con sus propios sentimientos. Y para colmo Giovani no se callaba, estaba más hablador que de costumbre.

-Sabes, ahora mismo quiero besarte, pero te contagiaré- soltó él con un tono de obstinación.

Isabela de seguro pensó que él no recordaría eso cuando le bajara la fiebre por lo que habló sin pensar.

-Cuando te cures puedes hacerlo- ella se había inclinado para ayudarle a quitar la prenda superior.

Y Giovani sonrió nuevamente porque él era muy bueno para recordar cosas.

Isabela ayudó a cambiar la camisa por una seca después de secar su cuerpo no bajando tanto, sino enfocándose más en el cuello, pecho y espalda. La sensación caliente del cuerpo del hombre traspasaba la tela y la hacía estremecer un poco y más de una vez se tuvo que repetir que él estaba enfermo. Ella sabía muy bien cómo se sentía él cuando estaba caliente.

Por suerte durante esos momentos él cooperó y no soltó ningún comentario que la pudiera incomodar aún más y fue bastante cooperativo. Él terminó cambiando la parte de abajo del piyama mientras ella humedecía nuevamente la banda y al regresar lo encontró acostado y cubierto con la colcha.

Ella corrió el cabello de él hacia atrás y se la puso. Una vez todo en su lugar se dispuso a irse. Estaba un poco más tranquila a pesar de que el estado de él no había mejorado, pero al menos estaba más cómodo. Las palabras de Giovani la detuvieron.

-No te vayas. Duerme contigo, creo que me sentiré mejor que estar solo en esta enorme habitación.

Isabela dudó por unos segundos. No era como si pudiera negarse cuando él se lo pedía de aquella forma. Y si podía ayudarlo a sentirse mejor... no lo pensó más y dando la vuelta a la cama se acostó del otro lado.

Se acostó y se acercó a él debajo de la colcha, mas sus cuerpos no se tocaron. Una cosa era ayudarlo y otra dormir tan juntos que ella pudiera contagiarse también.

-No vayas a hacer nada raro mientras estoy durmiendo- le dijo ella a modo de broma, con el rostro serio.

-Si pudiera hacer algo lo hubiera hecho desde antes, no tengo ni fuerzas para eso- respondió él un poco más relajado y cerrando sus ojos.

Isabela esperó que la respiración de Giovani se volviera un poco más estable para cerrar los de ella, aunque antes de dormirse por completo se corrió pegando su frente al hombro de Giovani.

***

Estaba pesado. Isabela sentía que algo presionaba su pecho y aunque no era tan incómodo no era habitual. Eso la forzó a abrir los ojos lentamente. Por entre la cortina de la habitación se filtraba un poco de luz anunciando que había amanecido. Isabela se restregó los ojos cuando su brazo chocó contra una cabellera negra.

Y fue que comprendió todo.

Giovani de alguna mágica forma se había corrido en la noche hasta recostar su cabeza sobre su pecho, pero si todo quedara allí estaría bien. El muy había abierto la parte de arriba de su ropa por lo que la cabeza de él estaba recostada entre sus pechos. Y eso que le había dicho que no hiciera nada extraño, pero no podía despertarlo.

El rostro que tenía Giovani en ese momento era de calma total y complacencia. Parecía que dormía profundamente y ella no se sentía tan cruel para despertar a alguien enfermo. Que encontró que la fiebre de él había bajado bastante. Eso era un alivio.

Miró el reloj de la mesita de noche y aún le quedaba al menos una hora antes que tuviera que levantarse a comenzar su día e ir a trabajar. Sin embargo, sus leves movimientos parecieron despertar a la persona que dormía antes sobre ella pues cuando bajó la mirada se encontró con la azulada de su esposo y ella conocía muy bien ese brillo. No pudo ni protestar cuando este se inclinó ante su rostro y besó los labios de ella.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora