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Isabela se quedó mirando el resultado final de dos horas desde que la habían comenzado a vestir, peinar y maquillar. Casi no se reconoció.

El hermoso vestido ajustado a su cuerpo con la amplia pero cómoda falsa, el cabello peinado en una trenza muy elaborada y amplia que caía por toda su espalda y más debajo de la cadera con adornos de flores metalizadas, y el maquillaje en tonos marrones que hacían resaltar sus rasgos y para rematar un tono rojo que contrastaba con todo.

No podía negarlo, se veía realmente hermosa, el personal había hecho muy buen trabajo con ella, solo que... acaso ella merecía verse así. No había nacido en cuna de oro, no tenía ese dinero, estaba forrada en deudas y para rematar, era perseguida. Ahora que lo pensaba esas eran parte de las razones por las que nunca había pensado en tener una pareja, pero ahora... se encontraba a punto de casarse. Algo que por su cabeza nunca había pasado.

Un sonrojo adornó sus mejillas.

Casarse. Ese día. Era una cosa de locos realmente. Caminar hasta el altar, firmar, que le pusieran un anillo en el dedo y... y... o Dios, lo que venía después. Habían especificado que no tendrían sexo dado en acuerdo, pero lo demás... ya habían hecho cosas en el hotel.

Ella tenía que mantenerse virgen, para eso había que tener penetración, pero aparte de eso no era tan ingenua para saber que se podían hacer muchas cosas sin llegar a eso. Y con lo caliente que había demostrado ser Giovani de seguro no se limitaría. Bien había visto en le las ganas que le tenía.

-Bela, Bela, Isabela- sintió que alguien jalaba su mano y la sacaba de sus pensamientos.

Miró hacia abajo y sonrió ligeramente.

-Te ves bien Allen- le dijo al niño vestido con un traje a su medida de color negro con un lacito en el cuello. SI cabello oscuro había sido peinado hacia atrás, dejando a la vista unos rasgos que extramente le parecieron familiares, pero imaginó que solo eran ideas suyas. Tener a Giovani tanto tiempo en sus pensamientos no era bueno para su salud mental.

-Tú también te ves muy bien- le dijo él con cierto brillo en sus ojos azules.

-Eso crees- ella le se alejó y dio media vuelta para que la pudiera observar bien- Creo que es demasiado lujoso para mí.

-No lo es. Deberías usar vestidos más sofisticados. Sácale el dinero a tu Sugar Daddy y que te compre más ropa- Allen no midió su lengua lo que hizo que hasta la persona que había vestido y maquillado a Isabela soltada un bufido.

-Eso que me estés llamando Sugar Daddy delante de todas las personas me hace parecer como si le llevara veinte años a ella- la voz masculina e inconfundible de Giovani llegó desde la puerta donde estaba recostado en el marco. Nadie lo había oído llegar, como si de un lince se hubiera tratado.

-No, pero eres mayor que ella, así que Sugar Daddy- Allen afirmó con el rostro serio.

Giovani sabía que era algo inútil discutir con un niño como era Allen, te podía poner a pensar mil cosas sin darte cuenta. Era demasiado inteligente, así que mejor se enfocó en la mujer que estaba allí dentro. Una sonrisa felina se proyectó en sus labios.

-Nunca pensé que te vieras de esa forma en un traje de novia y ya peinada y maquillada.

Isabela se miró de arriba abajo.

-¿Qué? ¿Me veo tan extraña?

Giovani negó y se acercó a ella, aunque se limitó de hacer lo que tenía en mente en esos momentos dado la presencia tanto del niño como de la estilista, que era besarla y hacerle lo mismo que habían hecho en el hotel. Después se recordó que tenían tiempo para ello.

-para nada. Te ves realmente hermosa- había sinceridad en sus palabras.

Y aunque Isabela no quería mostrar que estaba algo avergonzada por el elogio de él, el sonrojo en sus mejillas la delató por completo. Desvió la mirada, pero Giovani no pudo resistir su tímida reacción y agarró su barbilla para girar un poco su rostro y depositar un beso en la comisura de la boca de ella.

-Vamos, dentro de muy poco seremos marido y mujer, en la enfermedad, en la pobreza, hasta que la muerte nos separe- le murmuró contra sus labios aún.

El ceño de Isabela se frunció un poco.

-Acaso no era por dos meses- el encanto del momento se desvaneció.

Giovani se separó con una mueca.

-Isabela, acaso no te han dicho que eres especialista en romper la atmósfera romántica.

Ella lo miró con un rostro desconcertado.

-La verdad es que no. Siempre he sido muy directa.

Y Giovani solo pudo suspirar sintiéndose agotado.

***

Una hora después ambos se encontraban delante de un pequeño altar terminando de escuchar las palabras del casamiento. No había prácticamente nadie. Apenas Kamil, Allen y el fotógrafo. Giovani le había explicado a Isabela que todo aquello era un espectáculo dado que su matrimonio era por acuerdo. Al menos cuando se publicaran fotos serían ellos los primeros que las mostraran de forma anónima. Además, necesitaban una validación del matrimonio. El resto de los invitados ya los esperaban el restaurante donde se haría una cena sencilla y luego saldrían esa misma noche para tres días de luna de miel en un lujoso hotel que él administraba.

Isabela aun procesaba todo aquello. Siempre había visto ceremonias muy elaboradas, sobre todo de personas adineradas como Gioavani, que tiraban la mansión por la ventana, con muchos invitados y lujo por doquier. En resumen, derroche de dinero. No podía decir que él no hubiera gastado. Su vestido, ella no lo podría pagar en años con su salario. Así que él hiciera todo aquello muy recatado fue... una sorpresa, no parecía ser un hombre que se midiera con sus excentricidades, tenía el dinero para darse el lujo que quisiese.

Entonces recordó que efectivamente. Su matrimonio simplemente era una falsa, así que por qué gastar tanto dinero. Después de dos meses ella tendría sus millones y sus caminos se separarían. El privilegio de una ceremonia inmensa y lujosa sería para la mujer que realmente tomaría el lugar de esposa al lado de Giovani y que él amaría.

Algo latió dentro de ella y la hizo sentir incómoda. La imagen de Giovani casándose con otra mujer le pasó por la mente y no le gustó mucho a pesar de que intentó no sentirse mal. Hizo una mueca con la mirada perdida y recapacitó de su lugar. Acaso estaba... celosa.

-Isabela, Isabela- una voz se filtró entre sus pensamientos y la hizo reaccionar dándose cuenta que no había escuchado nada de lo que habían dicho.

-¿Qué?- estaba algo aturdida al chocar con la realidad.

Giovani delante de ella la llamaba con susurros y le hizo seña de que respondiera. Ella al no estar escuchado no supo a qué se refería.

-¿Qué si acepta a este hombre como su esposo?- el cura le preguntó otra vez.

Allí agitó la cabeza.

-Si, si... acepto- respondió rápido por inercia dándose cuenta después de lo que había respondido, pero al ver la sonrisa de satisfacción en el rostro del Ceo delante de ella apretó los labios y no dijo más nada.

-Yo también acepto- dijo él después de que le hicieran la pregunta.

Allen se acercó a ellos con una almohadilla y sobre ella dos anillos de oro blanco, el de Isabela con forma de lirio que contenía diamantes. Ella agarró uno y con las manos temblorosa por los nervios se la puso en el dedo a él. Giovani también hizo lo mismo, desplazando el anillo lentamente por el dedo femenino y entrelazando sus dedos con los de ella sin soltar su mano.

-Entonces los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Y Giovani no necesitó que se lo dijera dos veces. Con su otro brazo libre rodeó la cintura de ella y la atrajo hacia él depositando un beso en sus labios sin importarle los presentes. Llevaba todo el día esperando aquello.

Su primer beso como pareja casada oficial. Ahora, aunque fuera por dos meses, Isabela por fin era de él.

Como estafar al Ceo siendo virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora