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"Hondos rostros jóvenes, profundamente marcados, rasgan el suave satén de la memoria; y aún oculta, fuera de la historia, continúa ocultando el dolor de los condenados".
KatherineTynan
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Las grandes puertas del despacho de mi padre siempre me habían llamado la atención, eran a mi opinión bastante enigmáticas, parecían ser las puertas por las cuales tras cruzarlas podías obtener alegría y jubilo u odio y rencor. Siempre era así, o al menos era lo que percibía tras años viendo como la gente entraba y salía de dichas puertas.
Por lo que tengo entendido mi padre suele recibir a gente que le pide favores o quiere negociar con él. Obviamente mi progenitor no cedía ante cualquier petición y si no le caías en gracia por tus acciones te podría arruinar la vida: de ahí la parte de odio y rencor.
Por otra parte, si eras afortunado podrías recibir una más que generosa ayuda de mi progenitor, y ahora era cuando venía el júbilo y alegría. Aunque aún me pregunto qué sensación obtienes cuando él te hace llamar, empero, esta duda no duraría mucho. Hoy me toca a mi cruzar dichas puertas por un llamado de Snyder, mi padre.
Dude unos instantes en si abrir la puerta o no, pero no me malentiendan, no es que mi padre fuese malo conmigo o tuviese miedo. Todo lo contrario, tenía ganas de cruzar las puertas al hacerme una idea de la razón por la que requiere mi presencia. Me hacía llamar por mi más ansiado y anhelado deseo ¿Qué cuál es ese deseo?; simple, la dulce venganza.
Toqué la puerta tres veces y esperé hasta recibir un "Adelante" indicando que podía entrar. Una vez dentro me acerqué al gran y antiguo escritorio de roble de mi padre, la verdad es que cuanto más me fijaba en mi alrededor más cautivaba mi atención la habitación. Había miles de libros repartidos en altas y grandes librerías aparentemente a punto de reventar al estar los libros tan apretados los unos a los otros, con la intención de conseguir así un mayor almacenamiento.
—Delora puedes sentarte—indicó mi padre, al cual hice caso— Supongo que ya sabes por qué estás aquí— una pícara sonrisa apareció en el rostro del pelinegro con reflejos más claros.
—Me hago una idea, pero no me gustaría parecer pretenciosa, así que antes de afirmar nada prefiero escucharte— la formalidad entre mi padre y yo era muy común, al fin y al cabo, mi madre me educó así y ahora que estaba muerta no iba a tirar por la borda todo lo que me había enseñado.
— Siempre tan correcta —se podía notar cierto orgullo en sus palabras— Te hacía llamar porque he movido algunos hilos y podrás ir a la mansión Asura— una sonrisa gatuna se formó en mi rostro de la cual mi padre se percató— Debes ser cuidadosa y jamás olvidar el plan. Se que a veces te sueles dejar llevar por tus emociones y actividades privadas, sin embargo ahora es el momento donde más vas a tener que hacer caso a tu cerebro—yo asentí de forma seria. Este plan nos había llevado muchos años a mi padre y a mí.
