𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐗𝐈

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"Dale al diablo lo que es suyo, lujuria, envidia y orgullo

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"Dale al diablo lo que es suyo, lujuria, envidia y orgullo."

Anónimo

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Otro día más vagando sin un rumbo definido por los aburridos pasillos de la mansión, los sitios por las que se me permitía pasar eran ya una rutina, salir solo a la academia y a los pasillos se me hacía monótono e insuficiente. Soy una mujer de mundo, necesito nuevos lugares, experiencias y sensaciones. Ya me había pasado mi infancia y gran parte de mi adolescencia en la casa de campo de mi padre, saliendo algunas veces contadas al pueblo en busca de un amante o de sangre, pero siempre a escondidas.

No me gustaba la soledad, la detestaba y encontraba como un nefasto sentimiento que quería evitar a toda cosa. Estar sola me recordaba cuando padre se marchaba largos y tediosos meses dejándome en una enorme y solitaria casa, sin mi madre recientemente asesinada, con unos criados que morirían tiempo después al tener una avanzada edad y con mi fiel compañero Sammel.

Siendo sincera creo que fue un acto egoísta de mi parte ligar su vida a la mía, desconozco cómo Malik consiguió atrapar a Sammel, pero el sentimiento se tristeza, vacío y abandono que sentía en estos instantes me era muy familiar.

Supongo que al sentir un gran apego a él y al haberme acostumbrado a su constante y alegre compañía, no me sentía preparada para perder a otra persona que amaba. Después del incidente con la albina, Demian me acompañó a mi cuarto y momentos después, llegó Alaris para revisarme y darme los medicamentos necesarios. Recuerdo vagamente lo que ocurrió después, lo único que se con certeza es que cuando me disponía a abrir el armario para cambiarme de ropa, el cuerpo inerte de mi amigo se desplomó chocando contra el suelo. Sammel estaba muerto.

¿Qué actué de forma impulsiva? Sí, pero no me arrepiento.

Las lágrimas nublaban mi vista y mi mente no pensaba, mi cuerpo se movía sin darme cuenta y sin ser realmente consciente de mis actos tomé a Sammel entre mis brazos e hice lo impensable, un ritual para ligar su vida a la mía tal y como me enseñó Priscila años atrás.

Esperé pacientemente a que fuese de noche y me escabullí de la mansión, me escondía en las sombras y pasaba por los lugares sin ser vista, como si fuese un susurro del cual no llegas a percatarte. Con una daga en mano y un pentagrama invertido representado en el suelo con piedras cercanas al lugar inicié el ritual. Solo hizo falta un poco de mi sangre y un poco de la de Sammel junto a las palaras correctas.

Quilibet mortuus qui suum sanguinem vivum et conscium miscet, resurrectura erit pro tractu vitae a cadavere vivificantis. Mors non fatali fato, sed quies timet. Sammel surge, viam vitae quaere et requiem aeternam differ, non tuum tempus ad vitam revoca.

Obviamente toda magia tiene sus consecuencias, pero estaba dispuesta a pagar unos cincuenta años de mi vida a cambio de tener a Sammel junto a mi ¿Qué son realmente cincuenta años para un ser eterno como yo? Exactamente, nada.

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