CAPÍTULO 9

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El gran día de diseñar la fiesta y la pasarela de moda en el Whaleboy había llegado. Estaba como loca buscando las cosas para llevar a los locales, Chase ayudaba con las cajas metiéndolas en el camión junto a Jules. Nancy y Marie terminaban de forrarlas con cinta y yo iba de impaciente revisando la lista de cosas pendientes.

—¿A que no sabes? —murmuro Chase rodeando sus brazos en mi cintura.

—¿Qué cosa?

—Que te ves preciosa.

—Estresada no es verse preciosa —susurre acomodando las cosas del escritorio.

—Te puedo relajar.

—Uhm ¿de qué forma?

—Así —y empezó a darme besos por todo el cuello —, ataque de besos.

—¡Chase! —me carcajee.

—Vale —suspiro girándome para tenerme frente a el —. Me he enterado por ahí, por un pajarito...

—Perica.

—Vale si —solto una risa —. Le has golpeado a alguien ¿te hizo algo para que reaccionaras asi?

—No, nada, no te preocupes.

—Okey, no me preocupo, pero si te hizo algo, dímelo Rose. O lo voy a averiguar por mi cuenta.

—No me hizo nada, tan solo dijo cosas feas y tiro de mi brazo.

—Ya —se apartó un poco —. ¿Qué te dijo?

—Nada —apoye mi frente en su pecho.

—¿Fue muy malo? —asentí —. ¿Te hizo sentir mal?

—Un poco, pero nada de lo que decía era cierto, eso es todo.

—Pues que bien que haya puesto en el periódico "Roselyn, boxeadora del club y novia del tenista Carter Spiegel".

—A que soy igual de famosa que tu —le quede mirando con una sonrisa.

—Si...

Nos quedamos en silencio. Me acerque a darle un beso que no fue reciproco. Chase arrugo el entrecejo cerrando un poco los ojos para palpar nuestros labios. Repetí la acción esperando un movimiento por parte suya, él no lo hizo. Estaba paralizado dejando que le besara los labios de mil formas.

—¿Qué?

—Puedo ayudarte.

—Chase, no me pasó nada.

—Pero ¿qué tal y si te hubiera hecho algo? ¿Qué tal y si te golpeaba? O no lo sé, Rose. No te quedes callada, por favor —casi lo pidió en suplica —. No lo hagas.

Su voz había cambiado. Sonaba raro. Me daba la sensación de que tenía un recuerdo atravesado que lo ponía tenso de pensarlo en mí. Trague saliva asintiendo, iba dejándole caricias en las mejillas.

—El otro día que te quedaste dormido —solté tratando de cambiar de tema —, tuviste una pesadilla, ¿Qué era?

—No lo recuerdo.

—Vale, pero es que siempre tienes pesadillas, Chase ¿quieres hablar de eso?

—Uhm —suspiro retrocediendo a la silla.

Tomó asiento señalando a sus piernas, me acerque a sentarme de lado, rodee su cuello con mis brazos y el rodeo sus brazos en mi cintura acomodándome.

—Son pesadillas como las de cualquier otra persona.

—¿De qué van? —acaricie su nuca relajándolo.

La chica del teléfono rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora