No planeaba hablar nada con mis padres. Ni en mil años quisiera ser la novia de Drew. Es decir, tan mal no estaba, tenía los ojos ligeramente celestes, el cabello marrón y una moto con la que acostumbraba a hacer carreras.
Otra razón para que no me gustara.
Habíamos quedado centenas de veces, solía llevarme a dar vueltas, charlábamos caminando en las calles con un helado o si no iba a verlo a sus entrenamientos. Nada interesante, mucho menos emocionante. Lo único que me mantenía cerca de Drew, era la novia de su amigo, Nancy.
—Así que te gritaron.
—No debí haber aceptado que me llevara a casa.
—Si ya sabes las condiciones de tu padre, ¿por qué le aceptaste?
Alce los hombros continuando el recorte de los otros adornos para la siguiente fiesta del fin de semana. También estaba invitada, como a cada fiesta que organizaba. El problema era que no quería ir.
—Mi padre no contestaba, ¿qué querías que hiciera? Ya era más de las once de la noche, y seguro que iba ebrio. Mejor compañía era Drew.
—Es que si le sigues aceptando aumentas sus ideas de que te gusta.
—Y no está nada mal, eh —alce los hombros, indiferente —, pero no es mi tipo.
—Vale pues, ¿quién es tu tipo?
—Nadie en especial.
—Ay, Rose.
Nunca les contaba a mis amigas sobre los chicos que me gustaban, era algo que mi madre me había enseñado desde que era niña. También decía que jamás debía tener una relación amorosa con los vecinos, compañeros de clase o mis propios amigos. Solo le contaba a ella, de quienes me iba enamorando a lo largo de mis años en vida.
Mi madre era mi mejor amiga y no había nada que pudiera cambiarlo.
—¿Hoy que harás? —me preguntó Nancy.
—Es martes, el fin de semana hay una fiesta de dulces dieciséis que debo terminar.
—¿Harás la fiesta de tu graduación?
—He repetido el año como tres veces —suspire con pesar —, dudo mucho que quiera ir a esa fiesta.
—Pero estarán tus amistades.
—Ya, pero no las personas que quiero —murmure apoyándome en la mesa con el lápiz sobre la hoja —. Frank no ha vuelto de Suecia...
—Él ya tiene veinte.
—...y Marie termino la escuela hace un año.
—Claro que sí. Pero tú no has terminado la escuela porque no quisieras, eh.
—Como sea, todos tienen algo pensado —exhale mirándola —, hasta tu.
—Si tú lo dices —sonrió acomodando su cabello rizado.
Nancy era una chica negra de cabello afro. Era bastante cálida, tenía una forma muy liberal de ver la vida, pero solía concentrarse en lo tradicional. Sus sueños iban desde una mega fiesta en Las Vegas hasta una familia de dos hijos y un perro. Tenía dos lados que eran fáciles de entender.
Y su estilo era personal, muy única. No era la única razón por la que me gustaba hablar con ella. Es que Nancy tenía esa vibra de mantenerse cerca, sin juzgar ni dar aportes que no valían la pena. Nancy solía tener la razón con respecto a muchas cosas, incluida yo.
—Espero que no te pases el resto de tu vida en este taller, Rose —suspiro mirándome a los ojos —. No puedes trabajar para mantener a tu familia. Lo haces desde que tienes quince años. Se supone que el trabajo de los padres, es darte estudios y mira.
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La chica del teléfono rojo
RomanceRoselyn Fossey cree tener la vida perfecta, se pasa el día entero trabajando en su taller, contestando llamadas y alejándose de su propia libertad. Pero las cosas cambian cuando el verano llega a la ciudad al igual que las personas. Ahora se ve ten...