CAPÍTULO 13

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nota autora

En este capitulo hay escenas sensibles, detalles que pueden ser muy incomodas, así que si deseas puedes saltar partes. También es algo largo, recomiendo que agarren vuestras palomitas porque cada vez el final esta mas cerca.


☎︎


—¡MAMÁ, PAPÁ!

Despertaron asustados, salieron de sus habitaciones individuales y se me quedaron viendo. Tenía la cara mojadísima por estar llorando, Chase ya no me respondía, ya no recibía las llamadas ni nada.

No sé cómo alcance a decirle a mis padres que fuéramos a casa de Chase, tan solo recuerdo que iba tan nerviosa que mi estomago daba vuelcos, quería vomitar, llorar, gritar. Movía la pierna desesperada, algo impaciente sintiendo ese aire helado por la ventana.

Mire a la hora, eran las dos de la madrugada.

Cuando llegamos a la casa de Chase lo encontré sentado en el estacionamiento, escondido tras su moto roja, no lo podía reconocer, nadie podía, nadie podría pensar que ese sería él. Corrí hacia él, mis padres se bajaron del auto viendo la escena igual de impactados que yo.

Parecía que estaba bien, parecía.

Lo peor fue cuando vi su rostro, tenía el ojo morado, la sangre resbalando por su boca y los brazos apretados. Tenía moretones por todos lados, en su camiseta se pegaba la sangre seca y sus pantalones estaban sucios. Lucia como si lo hubiesen dañado de miles de formas que no me atrevía a imaginar, ni tampoco quería saber.

—¿Que ha p-pasado? —me acerque despacio poniéndome frente a el —. ¿Chase?

—Rose.

Y mi corazón se rompió en mil pedazos.

—Cariño... ¿Qué ha pasado? —intente averiguar temblorosa.

—No se...

Pestañee quitándome las lágrimas de las mejillas con los puños. Termine de rodillas en frente de Chase que me veía a los ojos, asustado, no porque yo fuera a hacerle daño, sino porque temía que lo viera de ese modo tan vulnerable, tan roto, pero no le preste atención, solo quería cuidarlo. Estire las manos a él, estaba frio, pálido, lloraba en silencio esparciendo las lágrimas a sus amoratadas mejillas.

Me arrastre dejando que pusiera su cabeza sobre mi pecho, empezó a quebrarse como un vidrio rompiéndose, como un cristal cayendo desde lo alto, como si el cielo se partiera en miles de pedazos. Temblaba por el frio, por el llanto, por el miedo. Temblaba demasiado e intentaba sostenerlo manteniéndome fuerte para no derrumbarme al ver a alguien tan fuerte y alegre hecho trizas, como si fuera poca cosa.

—N-no me d-dejes —tembló apretándome.

—No, no te voy a dejar —me salió en un hilo de voz agudo —. Iras a dormir en mi casa, ¿vale? Vas a dormir conmigo, allá te están esperando, mis padres y yo te vamos a llevar.

Tenía que ser fuerte, debía de serlo, no podía dejarme caer tremendamente porque si él estaba así de mal, y me veía igual de mal, ambos nos perderíamos y yo no quería que él se hiciera un pequeño ovillo de miedo.

Sujete su cabeza escuchándolo quejarse por el dolor. Esto me dolía incluso a mí. No quería dejarlo, no quería soltarlo, pero tuve que hacerlo cuando mi padre se acercó. Entre él y yo lo llevamos al auto. Mamá nos abrió la puerta trasera donde subí con Chase.

Mis padres me veían desde el espejo retrovisor, no le respondía a ninguna mirada observando el labio partido de Chase. Su cuello tenía unos rasguños, unos moretones, todo su cuerpo estaba morado, pálido, destrozado.

La chica del teléfono rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora