CAPÍTULO 15

1.6K 103 9
                                    

Papá salió del hospital unas semanas después, ya tenía una enfermera que lo cuidaría, sus hijos se encargarían de limpiar, mamá y yo de trabajar. Volvíamos a lo mismo, mientras él se recuperaba dando pequeños pasos alrededor del departamento.

Donde solía ir a cantar empezó a perder dinero, algunos lugares cerraron, otros le reclamaron que regresara por sus contratos. Mamá se encargó de ello en poco tiempo, nunca me dijo como, pues tampoco le volví a preguntar. Seguro que eran otros de los tantos problemas económicos que resolvía a espaldas de la familia por causa de mi padre.

Chase ya no vivía en casa de sus padres, sino con Frank. Iba al club a practicar, y recibía más llamadas de patrocinadores que nunca. Su entrenador empezó a ayudarlo con lo que tenía que hacer, con las giras, con los campeonatos. Hicieron todo un horario. Uno que incluso a mí me tenía agotada de tan solo verlo.

Volví al taller, planifiqué diez fiestas en una semana, luego esas se volvieron treinta fiestas en dos semanas y por mucho que intentara, el dinero seguía sin ser suficiente. Con papá enfermo no se podía ahorrar.

Durante esa semana envié una carta a la universidad. Les decía que quería ingresar, lo mucho que me gustaría estudiar ahí y como podrían ayudarme con la beca. Redacté cientos de pros sobre lo mucho que les convenia tenerme como su alumna y lo que a mí me convenia estar allí, supuse que sería algo bueno a partes iguales. Todos nos beneficiábamos.

Me contactaron.

No logre tener la beca.

Si, podía ir y estudiar, pero ¿Dónde iba a dormir? ¿Qué iba a comer? ¿Cómo pagaría las colegiaturas? ¿Cómo compraría los libros?

Ni siquiera alcanzaba para un boleto de avión a Londres. No alcanzaba para nada porque cada vez que iba a ver en el banco, el dinero que había puesto ya no estaba. Eso se repitió por semanas, por noches y días hasta que me di cuenta que papá había estado robándome para comprar cerveza.

Casi me volví loca, Chase estuvo ahí, le conté lo que sucedió y nunca le expliqué por qué dolía tanto no tener ese dinero y el tampoco me lo cuestiono, lo cual fue muy extraño porque la mayoría de veces siempre estaba preguntando.

Al final, internamos a papá en un centro para alcohólicos, ahí se quedaría a vivir por unos meses. Fue la mayor inversión de todas, y por una semana tenía que ir a comer con mis amigos, ellos me ayudaban. Mis hermanos hicieron lo mismo, mamá iba a casa de sus amigas e incluso dejaba de alimentarse con tal de llevar un plato a casa.

Me encerré en el taller. Trabaje cada minuto del día hasta olvidarme de mis amigas, de mis amigos, de mi novio, de mi familia. Trabaje, trabaje, y seguí trabajando. Pero pronto dejaron de haber fiestas. Otra vez, me quedaba sin dinero.

La señora del alquiler del taller me pidió que le pagara, las cuotas eran por semanas, y no alcanzaba.

Decidí cerrar el taller.

¿Fue una decisión muy dura?

En algún punto si pero también relajante, al fin dejaba un fragmento de presión que ahora abarcaba con otro montón.

Le pague a la señora con lo último de dinero que nos quedaba. Corte toda información a "Rose y sus fiestas". El taller se volvió un sueño más, algo que desapareció sorprendiendo a todos. De ese lugar tan solo conserve el teléfono rojo.

El teléfono rojo volvió a mi habitación, al lado de mi cama con el resto de cosas que empecé a vender para pagar los útiles escolares de mis hermanos.

Mamá enfermó, dejo de trabajar.

Hunter siguió estudiando, cada vez más duro e hizo de eso una ventaja para dar clases particulares a algunos compañeros. Ese dinero ayudaba un poco con la comida, nos daba la mitad y la otra mitad la usaba para comprarse sus cosas. No podía juzgarlo, eran las ganancias de su trabajo y pues no todos éramos iguales, quizás yo hubiese dado todo mi dinero y escuchado los reclamos de Nancy, pero mi hermano no era así.

La chica del teléfono rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora