CAPÍTULO 3

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Al día siguiente no tarde en arreglarme como si pensara que el fuera a aparecer mágicamente en el taller. Ni siquiera sabía porque el me emocionaba tanto, como nadie nunca lo había hecho.

Conduje la moto gris hacia el taller. La estacioné en el mismo lugar de siempre y me puse a rebuscar en mi maletín por llave cuando me encontré con la mirada de Drew.

No podía ser, no quería hablar con él.

—¿Qué quieres? —trate de sonar amable.

—Hablar.

—Drew, lo mejor sería que no habláramos, ¿sí?

Suficientes problemas y regaños habían tenido con mis padres el día que me llevo a casa como para tener más si lo llegaban a encontrar en el taller. A mis padres no les gustaba que anduviera sola con alguien que no era mi pareja, cosa que no tenía.

—Vale —bajo la mirada haciendo un gesto con las manos donde sus llaves estaban atrapadas —. Hablamos luego.

—Claro.

Y por fin me libre de él.

—Rose —me detuve en frio.

—¿Sí?

—Habrá una fiesta, no sé de qué es exactamente y sé que la harás tú, ¿quieres ir conmigo?

—¿Cuál de todas?

—La de graduación, claro.

—Ah, esa... Vale.

—Genial —soltó más contento.

Dio media vuelta y subió en su moto yéndose por la calle más estrecha que había. Me estresaba que no fuera prudente cuando hacia esas extrañas piruetas. La verdad me tenía jodida porque era demasiado irresponsable. Pero, en fin, ahora nada más me quedaba trabajar y esperar a la noche.

Estuve toda la tarde haciendo decoraciones, adornos, lámparas, reparaciones que las personas iban a recoger a ciertas horas. En fin, cosas de diseñadora de fiestas.

Tan ansiosa me encontraba que tuve que distraerme viendo una película que luego fue reemplazada por ir a comprar más materiales. Pase por la plaza, ahí estaba el, patinando con sus amigos.

Avance a toda velocidad al taller para terminar de acomodar las cosas. No sabía si él llamaría, quedaban unas horas para que anochecería. Dudaba mucho de que lo hiciera, tampoco era una chica interesante como para que se la pasara hablando conmigo.

Espere por la noche, él llamó.

—Muy buenas noches señorita Rose, tendría el agrado de contarme como le ha ido el día.

Solté una carcajada girándome en la silla con las mejillas acaloradas.

—Mi vida es más sencilla que la tuya, además soy yo la que te ha buscado primero.

—Entonces debo decirte de mí día —suspiro. Asentí riendo aun sabiendo que no me podía ver —. Desperté temprano, fui a correr, luego a nadar, luego al club a practicar tenis...

—Vale, ya me gustaría ver un partido.

—¿Nunca has visto uno?

—No creo que podría apartarme del taller.

—¿Taller?

—Diseño fiestas.

—Wow, así que diseñas fiestas. ¿Por qué dirías que tu vida es aburrida? Diseñar fiestas es el sueño de todo ser humano —bromeo, sarcástico.

—Vaya, vaya, tienes gustos refinados.

—Eso creo.

—¿Y que más has hecho? —me acomode anotando los materiales que me faltan.

La chica del teléfono rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora